Meditaciones sobre la Iglesia

“En Jesucristo, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.”

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Ef 2,12-22

Hermanos: vosotros ya no sois extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Vosotros estáis edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también vosotros sois incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

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Salvados por la gracia

“Podemos cooperar en la edificación del Reino de Dios, en el cual Nuestro Señor ejerce Su dominio de amor, junto con la Reina de los corazones, nuestra Madre María.”

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Ef 2,1-10

Hermanos: vosotros estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes… entre ellos vivíamos también  todos nosotros en otro tiempo, sujetos a las concupiscencias y apetencias de nuestra naturaleza humana, y a los malos pensamientos, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor que nos tenía, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por gracia habéis sido salvados–, y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.

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Atención frente a los elogios

“Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.”

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Mt 22,15-21

En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprender a Jesús en alguna palabra. Así que enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito pagar tributo al César o no?”

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La responsabilidad de la fe

“La luz que ahora -desde que Jesús vino al mundo- brilla sobre la humanidad es más intensa que nunca.”

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Lc 11,29-32

Comenzó Jesús a decir a la gente reunida junto a él: “Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para la gente de Nínive, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay algo más que Salomón. La gente de Nínive se levantará en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque al menos ellos se convirtieron con la predicación de Jonás; y aquí hay algo más que Jonás.”

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El traje de fiesta

“Hay una sola condición para participar en el Banquete de Bodas: se necesita un traje de fiesta…”

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Mt 22,1-14

Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas. Les dijo: “El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete ya está preparado. Ya han sido matados mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Venid a la boda.’

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La Ley como pedagogo

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Gal 3,22-29

La Escritura encerró todas las cosas bajo el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo. Antes de que llegara la fe, estábamos prisioneros, custodiados por la Ley, en espera de la fe que debía ser revelada. Por consiguiente, la Ley ha sido nuestro pedagogo, que nos condujo a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe; pero cuando ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al pedagogo.

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El traje de fiesta

 

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Mt 22,1-14

Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas. Les dijo: “El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete ya está preparado. Ya han sido matados mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Venid a la boda.’ Pero ellos no hicieron caso y se fueron: el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.

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Los hijos de Abrahán

La Escritura anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones.

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Gal 3,7-14

Tened bien presente que los hijos de Abrahán son los que creen. La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente. Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición.

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El don de la salvación

La salvación la obtenemos gracias a la Cruz de Cristo, y no por nuestros propios méritos.

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Gal 3,1-5 

¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó a vosotros, que habéis tenido ante los ojos a Jesucristo en la cruz? Sólo quiero saber de vosotros esto: ¿habéis recibido el Espíritu por las obras de la Ley o por la obediencia a la fe? ¿Tan insensatos sois? Habéis empezado con el Espíritu, ¿y acabáis ahora en la carne? ¿En vano habéis vivido cosas tan grandes? ¡Bien en vano sería! Ahora bien, el que os comunica el Espíritu y obra milagros entre vosotros ¿lo hace por virtud de las obras de la Ley o por la obediencia a la fe?

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Verdadero y falso celo

“Seguramente habéis oído hablar de (…) cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios”

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Gal 1,13-24

Seguramente habéis oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios para destruirla, y cómo superaba en el judaísmo a muchos compatriotas de mi generación, aventajándoles en el celo por las tradiciones de mis antepasados. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo a hombre alguno, ni subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde volví a Damasco.

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