Fidelidad hasta la muerte

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2Mac 6,18-31

En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida. Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la Ley, como ya conocían de antiguo a este hombre, lo ponían aparte y le invitaban a traer carne preparada por él mismo, que le fuera lícita, y a simular como si comiese la mandada por el rey, tomada del sacrificio. Lo hacían para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.

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¡Guardar fidelidad!

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1Mac 1,10-15.41-43.54-57.62-64

En aquellos días, surgió un renuevo pecador de los descendientes de Alejandro Magno, Antíoco Epífanes, hijo del Rey Antíoco, que había estado como Rehén en Roma. Subió al trono el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos. En aquellos días aparecieron en Israel algunos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: “Vamos, concertemos alianza con los pueblos que nos rodean, porque desde que nos hemos separado de ellos nos han sobrevenido muchos males.”

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No dejarse engañar

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Lc 21,7-19

Le preguntaron a Jesús sus discípulos: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? ¿Cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?” Jesús respondió: “Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘El tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis. Es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.”

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El Hijo os dará libertad (Parte V)

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La verdadera libertad es aquella gratificante libertad que únicamente puede alcanzarse en la entrega total a Cristo. No se trata, entonces, de la libertad que el hombre posee como don de Dios por el hecho de ser persona; sino que es la libertad que sólo puede poseerse en la perfección cristiana. Por ello, el tema que hemos tratado en los últimos días sobre cómo alcanzar la verdadera libertad, está relacionado con la transformación interior en Cristo. Esta transformación significa que la imagen de Dios ha de desplegarse más y más en nosotros.

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El Hijo os dará libertad (Parte I)

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Durante los últimos cuatro días, las meditaciones estuvieron enfocadas en graves actos idolátricos que tuvieron lugar en el contexto del Sínodo de la Amazonía. También hay otros aspectos de este Sínodo que sería importante tematizar y entender. Pero me parece mejor que otras reflexiones más detalladas se las trate en un blog propio, que crearemos dentro de poco también en español e inglés. Cuando en este blog publiquemos algún tema tratado más a profundidad que en las meditaciones, les compartiremos la liga correspondiente, para que puedan leerlo los que estén interesados.

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Las benditas almas del Purgatorio

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Lam 3,17-26

Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.” Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

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Todos los Santos

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Ap 7,2-4.9-14

Luego vi a otro ángel que subía del Oriente con el sello de Dios vivo. Gritó entonces con voz potente a los cuatro ángeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar: “No causéis daño ni a la tierra ni mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.” Pude oír entonces el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel.

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Certeza de fe

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Rom 8,31b-39

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?

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Nada de falsas seguridades

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Lc 13,22-30

Mientras caminaba Jesús hacia Jerusalén, iba atravesando ciudades y pueblos enseñando. Uno le preguntó: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” Él les respondió: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, los que estéis fuera os pondréis a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero os responderá: ‘No sé de dónde sois.’

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Permanecer en humildad

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El fariseo y el publicano

Lc 18,9-14

En aquel tiempo, dijo Jesús la siguiente parábola a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno fariseo y otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres: rapaz, injusto y adúltero; ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias.’

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