Bienaventurados los limpios de corazón

Mt 5,1-12 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios. 

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Acusaciones contra Jesús

Mc 3,20-35

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos; y se volvió a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Se enteraron sus parientes y fueron a llevárselo porque decían que había perdido el juicio. Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene a Beelzebul, y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.” 

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Un buen ejemplo y un mal ejemplo

Mc 12,38-44 

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: “Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Ésos tendrán una sentencia más rigurosa.

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El amor y el sacrificio de Jesús

Hb 9,11-15

Hermanos: Cristo se presentó como sumo sacerdote de los bienes futuros, oficiando en una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el santuario de una vez para siempre, no presentando sangre de machos cabríos ni de novillos, sino su propia sangre. De ese modo consiguió una liberación definitiva.

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La fe en la Resurrección

Mc 12,18-27

Se le acercaron unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere alguno y deja viuda sin hijos, su hermano deberá tomar a la mujer para dar descendencia al difunto. Pues bien, había siete hermanos. El primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?”

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Respuesta astuta frente a las malas intenciones

Mc 12,13-17

En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarle en alguna palabra. Al llegar, le dijeron: “Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?”

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La Santísima Trinidad

Rom 8,14-17

Hermanos: todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.

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María: Sede de la Sabiduría

Sir 51,12-20

Doy gracias y alabo y bendigo el nombre del Señor. Cuando aún era joven, antes de viajar por el mundo, busqué sinceramente la sabiduría en la oración. A la puerta del templo la pedí, y la busqué hasta el último día. Cuando floreció como racimo maduro, mi corazón se alegró. Entonces mi pie avanzó por el camino recto, desde mi juventud seguí sus huellas.

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El Templo precisa de una purificación

Mc 11,11-25

En aquel tiempo, Jesús entró en Jerusalén en el Templo; y después de observar todo atentamente, como ya era hora tardía, salió para Betania con los doce. Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Viendo de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, pero cuando llegó no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Y la increpó: “Que nunca jamás coma nadie fruto de ti.” Y sus discípulos lo estaban escuchando. 

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