Hoy, en la Fiesta de los Santos Arcángeles y también en relación con la meditación del día y el escrito de Balta-Lelija que hoy hemos publicado, les enviamos una nueva canción. La melodía procede del monasterio tradicional de «Nuestra Señora de Guadalupe” (Texas, EE.UU). A algunos podrá resultarles un tanto inusual en un primer momento.
Lectura opcional para la Fiesta de los santos Arcángeles
Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.
Un día en que los hijos de Yahvé fueron a presentarse ante Yahvé, apareció también entre ellos el Satán. Dijo entonces Yahvé al Satán: “¿De dónde vienes?” El Satán respondió: “De dar vueltas por la tierra y pasearme por ella.” Yahvé replicó al Satán: “¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra: es un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” Respondió el Satán a Yahvé: “¿Te crees que Job teme a Dios por nada? ¿No ves que lo has rodeado de protección, a él, a su familia y a todas sus posesiones? Has bendecido sus actividades y sus rebaños se extienden por el país. Pero trata de poner la mano en sus posesiones; te apuesto a que te maldice a la cara.” Contestó Yahvé al Satán: “De acuerdo. Métete con sus posesiones, pero no le pongas mano encima.” Y el Satán salió de la presencia de Yahvé.
Hermanos: si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo. No hagáis nada por ambición o vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás superiores a uno mismo, y sin buscar el propio interés, sino el de los demás.
Todos estaban maravillados de las cosas que hacía. Dijo entonces a sus discípulos: “Escuchad atentamente estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” Pero ellos no entendían sus palabras; les estaba velado su significado, de modo que no las comprendían. Además tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.
Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz.
La palabra de Dios es acendrada, él es escudo para los que se refugian en él. No añadas nada a sus palabras, porque te replicará y quedarás por mentiroso. Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «¿Quién es el Señor?»; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.
Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le avisaron: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.” Pero él les respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.”
Lectura correspondiente a la Fiesta del Apóstol Mateo
Hermanos: Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.
Tengo la plena seguridad, ahora como siempre, de que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia. Pero si el vivir en el cuerpo significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, desearía partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros. Lo que importa es que llevéis una conducta digna del Evangelio de Cristo.