Hijos de la luz

«Vivid como hijos de la luz»

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Ef 4,32–5,8

Sed benévolos unos con otros, compasivos, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó en Cristo. Imitad, por tanto, a Dios, como hijos queridísimos, y caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios. Como conviene a los santos, la fornicación y toda impureza o avaricia ni se nombren entre vosotros; ni palabras torpes, ni conversaciones vanas o tonterías, que no convienen. Haced más bien acciones de gracias. 

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Verdadera conversión

«Os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos.»

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1Tes 1,5c-10

Hermanos: sabéis cómo nos portamos entre vosotros, trabajando siempre a vuestro favor. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la palabra con el gozo que os proporcionaba el Espíritu Santo, en medio de numerosas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.

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Amor a la verdad

«Y todo orientado a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios»

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Ef 4,7-16

A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo. Por eso dice la Escritura: ‘Subiendo a la altura, llevó cautivos y repartió dones a los hombres’. ¿Qué quiere decir “subió” sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenar el universo. Él mismo dispuso que unos fueran profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros, para organizar adecuadamente a los santos en las funciones del ministerio.

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Toda la plenitud de Dios

«Doblo mis rodillas ante el Padre…»

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Ef 3,14-21 

Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la plenitud de Dios.

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El misterio de Dios ha sido revelado

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Ef 3,2-12 

Habéis oído hablar de la misión de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Por la lectura de la carta podréis captar mi conocimiento del misterio de Cristo, un misterio que no fue dado a conocer a los hombres en generaciones pasadas. Ahora, en cambio, ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por medio del Espíritu: que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa cumplida en Cristo Jesús.

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Meditaciones sobre la Iglesia

«En Jesucristo, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.»

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Ef 2,12-22

Hermanos: vosotros ya no sois extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Vosotros estáis edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también vosotros sois incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

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Salvados por la gracia

«Podemos cooperar en la edificación del Reino de Dios, en el cual Nuestro Señor ejerce Su dominio de amor, junto con la Reina de los corazones, nuestra Madre María.»

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Ef 2,1-10

Hermanos: vosotros estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes… entre ellos vivíamos también  todos nosotros en otro tiempo, sujetos a las concupiscencias y apetencias de nuestra naturaleza humana, y a los malos pensamientos, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor que nos tenía, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por gracia habéis sido salvados–, y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.

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Atención frente a los elogios

«Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

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Mt 22,15-21

En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprender a Jesús en alguna palabra. Así que enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito pagar tributo al César o no?”

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La responsabilidad de la fe

«La luz que ahora -desde que Jesús vino al mundo- brilla sobre la humanidad es más intensa que nunca.»

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Lc 11,29-32

Comenzó Jesús a decir a la gente reunida junto a él: “Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para la gente de Nínive, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay algo más que Salomón. La gente de Nínive se levantará en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque al menos ellos se convirtieron con la predicación de Jonás; y aquí hay algo más que Jonás.”

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El traje de fiesta

«Hay una sola condición para participar en el Banquete de Bodas: se necesita un traje de fiesta…»

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Mt 22,1-14

Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas. Les dijo: “El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete ya está preparado. Ya han sido matados mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Venid a la boda.’

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