Dios mantiene vivo el anhelo de salvación en su Pueblo.
La tragedia al experimentar el propio pecado, las deficiencias de la vida, el anhelo de plenitud, el anhelo de una vida tal y como Dios la dispuso para nosotros; en definitiva, el anhelo de Dios mismo… Frente a todo esto, los profetas vienen a recordarnos: ¡Aquel que salvará a Israel y a los pueblos vendrá!
«Pero tú, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos. Por eso, él los abandonará hasta el momento en que la parturienta dé a luz y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del nombre de Yahvé su Dios. Vivirán bien, porque entonces él crecerá hasta los confines de la tierra. Él será la paz» (Mi 5,1-4a).
