EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 16: “La vigilancia”

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«Como en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del hombre. Porque, del mismo modo que en los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno será tomado, y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo en el molino: una será tomada, y la otra dejada. Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le abriesen un boquete en su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque, cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24,37-44).

Si tuviera que elegir una palabra que debería figurar entre los conceptos dominantes en relación con la Segunda Venida de Cristo, sería «vigilancia». La vigilancia consiste en salir de la costumbre y el letargo que nos envuelven con tanta facilidad. La vigilancia significa que el alma se enfoca en lo esencial y vive en el «kairós».

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 15: “La Segunda Venida del Señor”

La primera semana de Adviento la hemos dedicado a meditar sobre la venida histórica de Jesús al mundo. En la segunda semana nos hemos centrado en el nacimiento del Señor en nuestro corazón y en cómo profundizar la relación con Jesús en nuestro interior.

Ahora, en esta tercera semana, nuestra mirada se dirige a la Segunda Venida del Señor, un tema del que generalmente se habla muy poco en nuestra Iglesia católica. ¿Quién habla del Retorno de Cristo? ¿Quién lo predica? ¿Quién se atreve a abordar las realidades escatológicas? En las comunidades protestantes, a menudo está más presente la conciencia del Retorno de Jesús. Sin embargo, puesto que carecen de la Tradición, sus reflexiones pueden resultar insuficientes y provocar confusión.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 14: “Una profunda vida interior en medio del mundo”

Antes de culminar la segunda semana de Adviento, repasemos brevemente los puntos esenciales de las meditaciones de los últimos días, que han de servirnos de guía para profundizar en nuestra vida interior. Son los siguientes:

  • La meditación de la Palabra de Dios.
  • El rezo del Santo Rosario meditado.
  • La oración del corazón.
  • La participación en dignas celebraciones eucarísticas, junto con la recepción de la Santa Comunión.
  • El acercamiento a la contemplación, con sus respectivas disposiciones preparatorias (buscar el silencio, superar los apegos desordenados a las cosas de este mundo y a las personas…).

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 13: “La vida interior”

Las meditaciones de esta semana nos conducen paso a paso hacia el tema de la contemplación.

En nuestra Santa Iglesia contamos con una rica tradición mística en la que se describe el profundo encuentro entre Dios y el alma, y se nos invita a emprender un camino tal. Conocemos órdenes religiosas que se dedican por completo a la oración contemplativa y que, de este modo, presentan ante Dios todas las preocupaciones e intenciones de la Iglesia y del mundo. Se retiran totalmente del mundo y permiten que la llama del amor divino arda en su corazón.

Ciertamente, se trata de una vocación especial que no está destinada a cada persona. Sin embargo, el camino interior, que es el que recorren, por ejemplo, las carmelitas contemplativas, encierra aspectos esenciales para todos aquellos que desean profundizar en su fe. Del mismo modo que en el mundo se aprende de los que son expertos en un campo determinado, a nivel espiritual podemos aprender de aquellos que han cultivado intensamente la vida interior.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 12: “La inhabitación divina en nuestra alma”

En las meditaciones de esta semana, reflexionamos sobre la interiorización de la Palabra de Dios, el Santo Rosario y la oración del corazón. También mencionamos brevemente la recepción de la Sagrada Comunión en la Santa Misa, tema en el que me gustaría detenerme un poco más en la meditación de hoy.

A través de la Santa Comunión se produce una íntima unión con el Señor, y Él penetra más profundamente en nuestra alma. En el Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio, una revelación privada que he citado en varias ocasiones, nuestro Padre Celestial nos ofrece la siguiente reflexión al respecto:

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 11: “La oración del corazón”

En diversas ocasiones, he hablado y escrito detalladamente sobre la «oración del corazón», que se practica sobre todo en la Iglesia oriental. Os recomiendo que volváis a leer o escuchar lo dicho, que podréis encontrar en los enlaces al pie de página[1]. También podéis encontrar otras fuentes para conocer mejor esta valiosa oración y su historia[2].

Dado que esta semana estamos centrándonos en la intensificación de nuestra relación con Jesús y en su inhabitación más profunda en nuestro corazón, vuelvo una vez más a referirme a esta oración, que resulta casi indispensable para las almas que buscan el silencio y el recogimiento. Personalmente, la practico desde hace casi cuarenta años y ahora me resulta imposible imaginar mi vida sin la «oración del corazón». Todo el que haya degustado el «sabor espiritual» de esta oración estará de acuerdo conmigo y entenderá por qué recomiendo a todos los cristianos la «oración de Jesús», insuperable en su sencillez y que, además, se presta para ser rezada en cualquier parte.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 10: “La Palabra de Dios”

 

La interiorización de nuestra fe es uno de los elementos decisivos para que la gracia de Dios se despliegue abundantemente en nuestra vida.

La fe exige ser interiorizada para que no consista únicamente en gestos y actos exteriores —sin restar importancia y valor a estos últimos—, sino que también esté profundamente arraigada en nuestro corazón. Así se forja una rica vida interior en unión con Dios, una vida interior que siempre está presente y va creciendo.

Dios nos ofrece diversas formas de interiorización.

En primer lugar, se trata de asimilar más profundamente la Palabra de Dios. De María se dice en la Escritura que ella movía la Palabra en su corazón (cf. Lc 2,19). Para ello, debemos leer diariamente la Palabra de Dios. Es nuestro alimento espiritual, que esclarece el entendimiento e ilumina el corazón (Sal 119,105).

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 9: “El Santo Rosario”

En este día en que celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, resulta muy oportuno hablar sobre el Santo Rosario, una clásica meditación cristiana que está íntimamente relacionada con la Virgen María.

De hecho, fue Ella quien portó al Señor en su vientre y en su corazón. Si queremos que Jesús nazca más profundamente en nuestro corazón, Ella, siendo nuestra madre espiritual, nos ayudará gustosamente. Lo que más le complace es que escuchemos a su Hijo y que Él habite en nuestro corazón. Su alegría es ver que Jesús vaya tomando forma en nuestra vida. ¿A qué madre no le gustaría que a su hijo se le rindiera el respeto, el amor y la atención que merece? ¡Cuánto más se aplica esto a la Madre de Dios, cuyo Hijo nos trae la salvación!

Por tanto, si aprendemos a contemplar a María como nuestra Madre espiritual y le pedimos que nos ayude a conocer mejor a su Hijo, Ella nos introducirá en esa relación de amorosa confianza con Jesús en la que Ella misma vive.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 8: “El Nacimiento de Jesús en nuestro corazón”

Al reflexionar sobre el Adviento, se puede hablar de tres venidas del Señor:

1) Su venida histórica, cuando nació en Belén;

2) Su nacimiento en nuestro corazón;

3) Su venida gloriosa al Final de los Tiempos.

En esta segunda semana de Adviento, reflexionaremos sobre la segunda de ellas: la presencia de Jesús en nuestro corazón. En efecto, es fundamental que Él habite también en nuestro corazón, ya que es así como tiene lugar nuestra transformación interior. Dejar entrar a Jesús en nuestro corazón significa darle alojamiento, dar cabida al amor de Dios en nuestra alma.

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 EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 7: “El Nacimiento del Señor está cerca”

«Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos» (Gal 4,4-5).

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a la Virgen María en Nazaret, y esta fue una hora decisiva en la historia de la salvación. En su amor, Dios escogió de entre su pueblo a la persona a la que confiaría a su propio Hijo. Era una mujer que, como sabemos con toda certeza gracias al dogma de la Iglesia Católica, fue preservada por Dios del pecado original.

Mientras que Eva había caído en la seducción de la desobediencia, María depositó toda su confianza en Dios y le dio una respuesta de amor, desatando así plenamente la obra de Dios en favor de la humanidad. Al decir «sí» a la voluntad de Dios, María se convertía en madre del Hijo de Dios.

«El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y a dar a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, le llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. (…) El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios’» (Lc 1,30-33.35).

Permitamos que este acontecimiento se asiente profundamente en nuestro interior: Dios incluye a una persona en su plan de salvación hasta el punto de convertirla en Madre de su Hijo, que había de nacer en Belén. ¡Cuánta gracia y cercanía nos otorga el Señor! ¡Y cuán maravillosa es la respuesta de María, a quien Dios convertirá también en verdadera Madre de todos los creyentes!

Ahora, con María y Jesús encomendados al cuidado de san José, estamos ya muy cerca de Belén. Solo resta el tiempo que necesita un niño para crecer en el vientre materno hasta estar preparado para nacer.

La Sagrada Escritura también nos relata que, después de haber concebido en su seno al Hijo de Dios, María se dirigió donde su prima Isabel, quien, a su vez, llevaba en su seno al Precursor, Juan el Bautista (cf. Lc 1,39-56). Llena de gozo y del Espíritu Santo, Isabel exclama:

«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. ¿De dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (v. 42-45).

Y María responde gozosa:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador. Porque ha mirado la humillación de su esclava; desde ahora me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo» (v. 46-49).

Poco tiempo después, María y José se ponen en camino hacia Belén. Escuchemos las palabras del evangelio de San Lucas que nos resultan tan familiares:

«Por aquel entonces se publicó un edicto de César Augusto, por el que se ordenaba que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Todos fueron a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta» (Lc 2,1-5)

Ahora que el Nacimiento del Señor es inminente, cerramos esta primera semana de Adviento para volver a profundizar en este acontecimiento cuando estemos ya a las puertas de la Navidad, cuando la Sagrada Familia se encuentra ya en Belén y en busca de un albergue.

Antes de llegar a ese punto, nos concentraremos durante la próxima semana en el tema: «El nacimiento del Señor en nuestro corazón».

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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/necesitamos-buenos-pastores-y-obreros-2/

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