VIA CRUCIS – XIV Estación: Jesús es sepultado

 VÍA CRUCIS

                 XIV Estación: “Jesús es sepultado”

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

“Informado por el centurión [de que Jesús había muerto, Pilato] entregó el cuerpo muerto a José. Entonces éste, después de comprar una sábana, lo descolgó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo colocaban” (Mc 15,45-47).

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 VÍA CRUCIS – XIII Estación: “Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre”

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Una vez más nos encontramos con María en el Vía Crucis, así como en la Cuarta Estación y a los pies de la Cruz.

Dios quiso que su Hijo, a quien Ella dio a luz, volviera a ser colocado en su regazo después de su muerte, antes de descender al Reino de los muertos para anunciar la Buena Nueva a los que allí le esperaban, para que también ellos recibieran la gracia de la Redención.

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 VÍA CRUCIS – XII Estación: “Jesús muere en la cruz”  

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46).

“Todo está cumplido” (Jn 19,30).

Estas son dos de las palabras que escuchamos de boca de Jesús antes de expirar, según el testimonio de los evangelios.

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” –exclama Jesús en representación nuestra, puesto que Él carga en la cruz todo el peso de nuestros pecados. El pecado nos separa de Dios, desfigura nuestro ser, nos desarraiga y nos conduce hacia el abismo de la nada: falta de sentido, desesperanza, dependencia del pecado y de aquel que quiere inducirnos a pecar…

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VÍA CRUCIS – X Estación: “Jesús es despojado de sus vestiduras”  


 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

A los verdugos que tenían el encargo de matar a Jesús no les bastó con crucificarlo. Quisieron humillarlo aún más al despojarlo de sus vestiduras.

Nosotros, los hombres, somos despojados de nuestra dignidad cuando pecamos.  Mientras que la gracia nos envuelve con la luz de Dios y nos transforma con la vida divina, el pecado desgarra la túnica de la gracia y nos deshonra, de manera que quedamos desnudos y desprotegidos, poniendo en peligro nuestra dignidad.

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VÍA CRUCIS – IX Estación: “Jesús cae por tercera vez bajo la cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Todo tiene que consumarse. Desde esta perspectiva, también podemos comprender la triple caída de Jesús. El mundo imperfecto y pecaminoso debía ser redimido en su totalidad.

La triple caída de Jesús nos recuerda a la triple negación de su amado discípulo Pedro.

Jesús lo tiene todo en cuenta, callando, escuchando a Dios, cargando el pecado de la humanidad y volviéndose a levantar bajo el peso de la cruz. Continúa su camino hacia la glorificación del Padre. Él cumplirá su misión por nosotros, los hombres, para que no perezcamos y para convertirse Él mismo en nuestro camino, verdad y vida.

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VÍA CRUCIS – VIII Estación: “Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén”




  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Ellas permanecieron fieles a Él. Sus corazones están dolidos, porque ven al Hijo de Dios sufriendo en el camino hacia la crucifixión, sufriendo por la humanidad. Así pues, vemos que también hubo quienes no cerraron su corazón al Señor.

Quizá aún no comprendían en toda su magnitud los acontecimientos, pero se compadecen de Jesús. Él ve su compasión y acepta su llanto. Sin embargo, les anuncia cuál es el verdadero duelo que les espera. Su muerte no será definitiva, pues resucitará pronto. Entonces su sufrimiento habrá terminado.

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VÍA CRUCIS – VII Estación: “Jesús cae por segunda vez bajo la cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Nuevamente vemos lo difícil que es el camino. Cuántas penurias carga sobre sí el Señor: el peso físico, el peso espiritual, todo lo que sucede a su alrededor, la crueldad de tantos… Pero lo que más le pesa es la carga del pecado, que trae consigo la separación de Dios, y que ahora Jesús asume en su propia carne por nuestra causa, privándose de la gloria del Padre.

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 VÍA CRUCIS – VI Estación: “Verónica enjuga el rostro de Jesús”


V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

En Verónica, Jesús encuentra un alma bondadosa, un alma que se compadece de Él. Ella no se burla de Él, no le da la espalda ni le es indiferente. Le muestra su corazón con ese gesto de amor y compasión al ofrecerle un pañuelo. Jesús comprende el gesto e imprime su faz en el paño. Deja marcada una profunda huella de su ser en aquella alma piadosa.

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 VÍA CRUCIS – V Estación: “Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Si el Señor acababa de ser consolado por el encuentro con su Madre, que lo amaba con todo su corazón, experimenta ahora la ayuda forzada de Simón. Las Escrituras no nos revelan lo que pudo sentir el Cireneo al encontrarse de repente tan estrechamente unido al destino del Señor. ¿Será que simplemente cumplió su obligación para después retomar su camino? ¿O acaso el Señor pudo tocar su corazón, de manera que algo sucedió en su interior? ¿Era antes un mero espectador de los acontecimientos en torno a Jesús de Nazaret o ya tenía su corazón abierto hacia el Señor? ¡No lo sabemos!

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VÍA CRUCIS – IV Estación: “Jesús se encuentra con su Madre”


V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Un encuentro de gran profundidad… La Madre ve a su Hijo sufriente.

Ella había dicho «sí» a la voluntad del Padre y comprendía que su Hijo era el Redentor del mundo. Ahora le ve recorriendo este camino de humillación para enaltecernos a nosotros, los hombres, tal como el anciano Simeón le había predicho:

“Éste está destinado para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción – ¡a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2,34-35).

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