VÍA CRUCIS – IX Estación: “Jesús cae por tercera vez bajo la cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Todo tiene que consumarse. Desde esta perspectiva, también podemos comprender la triple caída de Jesús. El mundo imperfecto y pecaminoso debía ser redimido en su totalidad.

La triple caída de Jesús nos recuerda a la triple negación de su amado discípulo Pedro.

Jesús lo tiene todo en cuenta, callando, escuchando a Dios, cargando el pecado de la humanidad y volviéndose a levantar bajo el peso de la cruz. Continúa su camino hacia la glorificación del Padre. Él cumplirá su misión por nosotros, los hombres, para que no perezcamos y para convertirse Él mismo en nuestro camino, verdad y vida.

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VÍA CRUCIS – VIII Estación: “Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén”




  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Ellas permanecieron fieles a Él. Sus corazones están dolidos, porque ven al Hijo de Dios sufriendo en el camino hacia la crucifixión, sufriendo por la humanidad. Así pues, vemos que también hubo quienes no cerraron su corazón al Señor.

Quizá aún no comprendían en toda su magnitud los acontecimientos, pero se compadecen de Jesús. Él ve su compasión y acepta su llanto. Sin embargo, les anuncia cuál es el verdadero duelo que les espera. Su muerte no será definitiva, pues resucitará pronto. Entonces su sufrimiento habrá terminado.

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VÍA CRUCIS – VII Estación: “Jesús cae por segunda vez bajo la cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Nuevamente vemos lo difícil que es el camino. Cuántas penurias carga sobre sí el Señor: el peso físico, el peso espiritual, todo lo que sucede a su alrededor, la crueldad de tantos… Pero lo que más le pesa es la carga del pecado, que trae consigo la separación de Dios, y que ahora Jesús asume en su propia carne por nuestra causa, privándose de la gloria del Padre.

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 VÍA CRUCIS – VI Estación: “Verónica enjuga el rostro de Jesús”


V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

En Verónica, Jesús encuentra un alma bondadosa, un alma que se compadece de Él. Ella no se burla de Él, no le da la espalda ni le es indiferente. Le muestra su corazón con ese gesto de amor y compasión al ofrecerle un pañuelo. Jesús comprende el gesto e imprime su faz en el paño. Deja marcada una profunda huella de su ser en aquella alma piadosa.

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 VÍA CRUCIS – V Estación: “Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz”



V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Si el Señor acababa de ser consolado por el encuentro con su Madre, que lo amaba con todo su corazón, experimenta ahora la ayuda forzada de Simón. Las Escrituras no nos revelan lo que pudo sentir el Cireneo al encontrarse de repente tan estrechamente unido al destino del Señor. ¿Será que simplemente cumplió su obligación para después retomar su camino? ¿O acaso el Señor pudo tocar su corazón, de manera que algo sucedió en su interior? ¿Era antes un mero espectador de los acontecimientos en torno a Jesús de Nazaret o ya tenía su corazón abierto hacia el Señor? ¡No lo sabemos!

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VÍA CRUCIS – IV Estación: “Jesús se encuentra con su Madre”


V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Un encuentro de gran profundidad… La Madre ve a su Hijo sufriente.

Ella había dicho «sí» a la voluntad del Padre y comprendía que su Hijo era el Redentor del mundo. Ahora le ve recorriendo este camino de humillación para enaltecernos a nosotros, los hombres, tal como el anciano Simeón le había predicho:

“Éste está destinado para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción – ¡a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2,34-35).

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VÍA CRUCIS – III Estación: “Jesús cae por primera vez bajo la cruz”



  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

¡El camino del Señor es inimaginablemente difícil! No era solo el sufrimiento físico lo que le atormentaba, sino sobre todo el peso del pecado que Él cargó a la cruz por nosotros, los hombres. Si un solo pecado nos pesa inmensamente hasta habérselo presentado al Señor y haber recibido su perdón, ¡cuánto más las incontables culpas de toda la humanidad!

“Fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera, y fuimos curados con sus heridas” (Is 53,5).

Solo en la eternidad seremos capaces de ver y reconocer, llenos de gratitud, la inmensidad del sufrimiento de Jesús, y nunca nos cansaremos de alabarle.

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 VÍA CRUCIS – II Estación: “Jesús carga la cruz”


  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

En la época romana, se castigaba a los criminales con la crucifixión. Era una muerte de deshonra y vergüenza. Los condenados morían por asfixia.

Jesús no sólo es condenado a la crucifixión; sino que tiene que cargar con su propia cruz. Quieren convertirlo en un espectáculo para la gente.

Jesús carga con la cruz, pero no porque sus verdugos lo obliguen. La recibe de las manos del Padre. Así, se la arrebata a la malicia y a la intención de aniquilarlo y borrar su memoria. ¡Sucede todo lo contrario! La cruz se convierte en el signo de la victoria sobre los poderes de las tinieblas; de la victoria del amor sobre el odio.

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VÍA CRUCIS – I Estación: “Jesús es condenado a muerte”



  1. Adoramus te Christe et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Jesús, el inocente, se encuentra frente a Pilato. Un juez terrenal, el representante de Roma, ha de juzgar al Hijo de Dios.

Los jefes de su propio pueblo son sus acusadores. Aquellos que debían guiar al pueblo escogido y prepararlo para la venida del Mesías, no le reconocieron porque no conocían al Padre (Jn 8,19). Jesús se lo había dicho claramente.

La acusación más grave contra Jesús es la de haber blasfemado contra Dios. Él, que nos dio a conocer al Padre, Él, que reposa en su seno, Él, que cumplió su voluntad en todo y fue acreditado por incontables signos y milagros, es acusado de esta terrible transgresión. No le reconocieron porque no conocían al Padre.

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MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “Conclusión de las meditaciones cuaresmales”

Con la meditación de hoy, concluyo esta serie que inicié después de las reflexiones sistemáticas sobre el Evangelio de San Juan, en preparación para la gran solemnidad de la Pascua.

Conviene hacer una breve recapitulación para destacar lo esencial. Tras esta meditación, volveremos a los relatos del Evangelio de San Juan sobre la muerte y sepultura del Señor.

El concepto de «discreción», que hemos aprendido de los padres del desierto y que significa «discernimiento de los espíritus» en el uso eclesiástico, nos ha llevado a observar atentamente la situación de la Iglesia y del mundo y a aplicarlo también a nuestra vida espiritual. Al analizar la armadura espiritual propuesta en la Carta a los Efesios, hemos llegado a la conclusión de que debemos prepararnos para el combate espiritual, que va más allá del ámbito personal, especialmente cuando consideramos las amenazas anticristianas que se ciernen sobre el mundo y sobre la Iglesia.

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