San Benito Abad recomendaba a sus monjes vivir conscientemente en la presencia de Dios. ¡Éste es un excelente consejo, que permite al hombre despertar a la plena realidad! En efecto, una y otra vez se nos describe la verdad de que Dios vela constantemente sobre los suyos. La mirada de Dios se posa sobre todo y todos.
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PEDID Y SE OS DARÁ
Aunque nuestro Padre sepa de antemano lo que necesitamos, Él quiere que se lo pidamos. Precisamente esta oración de petición nos conduce a la relación correcta con Dios: por una parte, porque cobramos consciencia de quién es Aquel a quien nos dirigimos; y, por otra parte, porque tomamos la actitud adecuada ante Él; es decir, una actitud confiada, sabiéndonos dependientes de Dios y creyendo firmemente que Él nos escuchará.
DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO
“Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído” (Jn 20,29)
A nosotros, los hombres, no nos resulta tan fácil emprender el camino de la pura fe, porque normalmente queremos captar la realidad a través de los sentidos. Un mundo inclinado a lo material tiende a aceptar solamente aquello que es capaz de comprender.
YO NO TE OLVIDARÉ
¡Cuánto admiramos el amor de una madre, que permanece al lado de su hijo aun en las más difíciles circunstancias! Para no pocas personas, este amor maternal es quizá lo único en que pueden apoyarse en medio de las olas de la confusión y distorsión de la vida.
A través del Profeta Isaías, el Señor mismo nos pone como ejemplo este amor:
“¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré.” (Is 49,15)
LA PUREZA DEL AMOR DEL PADRE
En ninguna parte podremos experimentar tal pureza del amor como en el encuentro con Dios. Nosotros, los hombres, estamos necesitados del amor y no podemos vivir sin él. Esto no es una deficiencia; sino que hace parte de la naturaleza con que Dios, en su sabiduría, nos creó. Así, somos receptivos al amor y, a su vez, se lo damos a otras personas, sirviéndoles de esta manera.
EL VERDADERO ORO
En nuestro camino de seguimiento de Cristo, una y otra vez tenemos que lidiar con nuestras debilidades. Muchas veces no logramos vencerlas como quisiéramos y, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, terminan imponiéndose. A veces caemos en el pecado, y entonces pueden incluso surgir sentimientos de desesperación porque simplemente no somos capaces de resistir a las tentaciones.
ESTAR A SOLAS CON EL PADRE
A nuestro Padre le encanta que, en lo secreto, hablemos con Él y nos tomemos tiempo para estar junto a Él (cf. Mt 6,6). En estos momentos, crece la intimidad, la amistad, la confianza, la sensibilidad para percibir su presencia… Allí, en lo secreto, Él puede hablar fácilmente a nuestro corazón y edificar su templo santo en nosotros.
EL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SE SALVARÁ
“Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” –atestigua la Sagrada Escritura (Rom 10,13).
Tal vez no siempre entendemos inmediatamente que sea tan fácil salvarse… En efecto, conocemos también aquellas otras afirmaciones de la Escritura sobre el camino angosto que conduce a la vida eterna y la puerta amplia que lleva a la perdición, y el Señor advierte que “son muchos los que entran por ella” (Mt 7,13).
EL PARAÍSO SE ABRE
¡Fue tanto lo que perdimos cuando se nos cerraron las puertas del Paraíso! Aunque nos hayamos acostumbrado y ya no lo percibamos con gran dolor, es una profunda miseria en la que se sumió el hombre al caer en el pecado. Pero en el fondo del alma permanece aún el anhelo del Paraíso, que puede convertirse en un impulso para que busquemos a Dios. Nuestro Padre nos deja sentir las carencias de esta vida incompleta, y, al mismo tiempo, nos muestra el camino hacia aquella plenitud que Él nos quiere conceder. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:
“Si vosotros me amáis y me llamáis confiadamente con el dulce nombre de ‘Padre’, comenzaréis a experimentar ya aquí en la Tierra el amor y la confianza que os harán felices en la eternidad y que cantaréis en el cielo en compañía de los elegidos. ¿No es esto como una anticipación de la dicha del cielo, que durará eternamente?”
LAS VERDES PRADERAS DE DIOS
¡Con cuánta abundancia nos provee el Padre! Así como nos da el pan de cada día, también alimenta nuestra alma con el pan espiritual que necesitamos. Día a día nos habla a través de su santa Palabra. Día a día su voz susurra a nuestro corazón, bendiciéndonos con su presencia. Día a día el sacrificio de Cristo es actualizado en los altares, para que el fruto de la Redención sea brindado a las personas en el “pan de los ángeles”. Y, no obstante, tristemente es muy cierto lo que nos dice el Padre en su Mensaje:
“¡Mirad cuántas criaturas Mías, que se habían convertido en hijos Míos por el misterio de la Redención, no se encuentran ya en las praderas que Yo he establecido para todos los hombres a través de Mi Hijo! ¡Mirad cuántos otros –y vosotros lo sabéis bien– siguen ignorando la existencia de estos prados! ¡Y cuántas otras criaturas surgidas de Mis manos no conocen ni siquiera la mano que las ha creado! Vosotros no las conocéis, pero Yo las conozco a todas.”