EL CUIDADO DE DIOS

“Sin tentaciones, no percibiríamos el cuidado de Dios por nosotros, ni adquiriríamos la confianza en Él, ni aprenderíamos la sabiduría del Espíritu, ni se consolidaría el amor a Dios en el alma” (Isaac de Siria).

Lo que hemos dicho en las últimas meditaciones con respecto a la lucha contra los poderes de las tinieblas, podemos aplicarlo también al combate contra las tentaciones, a las que estamos inevitablemente expuestos durante nuestra peregrinación por este mundo. Éstas forman parte de la lucha que se nos ha encomendado.

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LA LUCHA EN EL PLAN SALVÍFICO DE DIOS

“En el plan salvífico de mi amor, la lucha ocupa un lugar importante” (Palabra interior). 

La lucha que el Señor libra por nosotros y con nosotros contra los poderes de la oscuridad no sólo es ineludible, sino que hace parte del plan salvífico de su amor. Así como en el camino de seguimiento de Cristo es necesario emprender el combate espiritual para refrenar nuestras pasiones y resistir a las seducciones de este mundo, también es preciso luchar contra los ángeles caídos. En efecto, son ellos los que asedian al hombre, induciéndolo a caminos equivocados y tejiendo a su alrededor una red de mentiras.

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“EL SEÑOR LUCHA DE VUESTRO LADO”

“Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla” (Sal 26,3).

Aunque los ejércitos que avanzan contra nosotros no sean visibles, no son menos reales que aquellos que se enfrentan en una guerra física. Estamos rodeados de enemigos invisibles, que quieren desviarnos del camino de la salvación y, si no lo consiguen, al menos procuran ponernos obstáculos. Esto es lo que describe el Apóstol San Pablo en la Carta a los Efesios:

“Nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino (…) contra los espíritus malignos que están en los aires” (Ef 6,12).

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“QUE MI CORAZÓN REPITA QUE TE AMO” 

“Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro” (San Juan María Vianney). 

El Santo Cura de Ars era un alma inflamada de amor, que quería corresponder plenamente al amor del Señor. ¡Un verdadero ejemplo para todos los sacerdotes! Su corazón desfallecía por Dios. Lo que más hubiera querido es entrar en un monasterio contemplativo para expresarle así todo su amor al Señor. Pero Dios tenía otros planes para él. Así, el Cura de Ars pasó incontables horas en el confesionario, sirviendo al Señor y a la salvación de las almas.

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NUESTRO CORAZÓN ESTÁ HECHO PARA DIOS

“El hombre no saboreará las verdaderas alegrías fuera de su Padre y Creador, pues su corazón está hecho sólo para mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿A quién pertenece nuestro corazón? “Donde está tu tesoro allí estará tu corazón” –dice el Señor (Mt 6,21).

De las palabras del Padre Celestial se deduce que toda búsqueda y aspiración que no lo tenga a Él como meta no puede traernos verdadera alegría. Hemos sido creados para Dios, y mientras no correspondamos a ésta nuestra destinación, seguiremos buscando y divagando en el mundo.

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SABIDURÍA AL GOBERNAR

“Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, todo lo sometiste bajo sus pies. Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, en toda la tierra” (Sal 8,7-10).

En muchos ámbitos, nosotros los hombres podemos tener parte en la gloria del Padre. Si permanecemos en el camino de Dios, lograremos ejercer de la manera que Él lo dispuso el dominio que nos ha encomendado sobre la Creación.

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