ADÁN, ¿DÓNDE ESTÁS?

“El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’” (Gen 3,9)

Esta es la primera palabra que el Padre dirige al hombre después de haber caído éste en el pecado. Expresa todo el amor con que nos busca.

Esta búsqueda de Dios por nosotros continuará hasta que el hombre haya llegado a la eternidad, donde podrá acoger plenamente su amor y pasará de la fe a la visión beatífica.

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EL AMOR POR MIS CRIATURAS

“El amor por mis criaturas es tan grande, que no experimento ninguna alegría como la de estar en medio de los hombres.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio)

En un principio, ciertamente estas palabras nos resultan sorprendentes. Si no permanecemos con los ojos cerrados frente a nuestra propia miseria y nos conocemos un poco a nosotros mismos y a otras personas, si echamos una ojeada a la historia y escuchamos los relatos de la Sagrada Escritura, fácilmente surgirá en nosotros la pregunta: “Señor, ¿qué es lo que encuentras en nosotros para que te complazca tanto estar en medio nuestro?”

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VENDRÉ MUY CERCA A VOSOTROS

 “Mi presencia entre vosotros es como el sol en el mundo. Si estáis bien dispuestos a recibirme, vendré muy cerca a vosotros, entraré en vosotros, os iluminaré, os calentaré con mi amor infinito.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio)

A nivel natural, el sol nos da luz y calor, despertándonos a la vida. Es un maravilloso regalo de Dios. El Padre se vale de este ejemplo para compararlo con su presencia y su obra en medio de nosotros.

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YO SOY EL SANTO EN MEDIO DE TI

 “No ejecutaré el furor de Mi ira; no volveré a destruir a Efraín. Porque Yo soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti, y no vendré con furor” (Os 11,9).

Sin duda muchos actos cometidos por el hombre atraen la ira de Dios, pues Él es misericordioso pero también justo. Recordemos, por ejemplo, cómo Jesús expulsó a los mercaderes del Templo (Jn 2,14-16), porque éstos, en lugar de adorar a Dios, hacían sus negocios en el recinto sacro, contribuyendo así a su profanación.

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MI CORAZÓN SE CONMUEVE DENTRO DE MÍ

“¿Cómo podré abandonarte, Efraín? ¿Cómo podré entregarte, Israel? ¿Cómo podré Yo hacerte como a Admá? ¿Cómo podré tratarte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de Mí, se enciende toda Mi compasión.” (Os 11,8).

¡Si tan sólo pudiésemos conocer mejor el Corazón de nuestro Padre! Entonces empezaría a derretirse la capa de hielo que rodea nuestro corazón, de modo que su amor podría penetrar en él, transformándonos y haciéndonos capaces de amar como Él.

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LOS ATRAÍA CON LAZOS DE AMOR”

 “Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os 11,4). 

El Padre recurre a mil maneras para mostrar a los hombres su amor. De muchas formas se inclina hacia nosotros, y con suma claridad sucede en el Nacimiento del Hijo de Dios, que vino a nosotros como hombre, para que pudiésemos entender cuán cerca quiere estar Dios de nosotros, cuán valiosos somos para Él…

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ELLOS NO COMPRENDIERON QUE YO LOS SANABA

“Yo enseñé a andar a Efraín, Yo lo llevé en Mis brazos; pero ellos no comprendieron que Yo los sanaba” (Os 11,3). 

El Padre y su Pueblo escogido… ¡Qué historia de amor con tantas facetas! En los versículos de ayer escuchamos que, cuanto más Dios los llamaba, tanto más los hijos de Israel se alejaban de Él y se volvían a los ídolos.

Hoy el Señor se lamenta de que no comprendían su amor y el tierno afecto que les brindaba. Dios quería sanarlos, pero ellos no lo entendían…

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EL AMOR DE DIOS NO SE EXTINGUE

“Cuando Israel era niño yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba, tanto más se alejaban de mí. Seguían sacrificando a los Baales y quemando incienso a los ídolos.” (Os 11,1-2)

Éste es el drama que nuestro Padre experimenta tan a menudo. Se extiende a lo largo de toda la historia humana, y resulta particularmente doloroso cuando es el Pueblo de Israel quien lo protagoniza. Los versículos que siguen a este pasaje del Profeta Oseas nos muestran con cuánta ternura Dios llama a los suyos y cómo está siempre dispuesto a perdonarlos. Pero con dolor tiene que constatar que cuanto más lo llama y le muestra su amor, tanto más su Pueblo se aleja de Él, ofendiéndolo con sus aberraciones.

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LOS PENSAMIENTOS DE DIOS

“¡Qué incomparables encuentro tus pensamientos, 
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.”
(Sal 138,17-18)

 ¿Podemos conocer los pensamientos de Dios?

Sí, porque el Padre se comunica a sus amigos y confidentes. Si leemos la Sagrada Escritura, podemos llegar a entenderla como una carta de Dios para toda la humanidad. El Padre no nos ha prometido hacernos omniscientes. En efecto, ¿por qué habríamos de ambicionar serlo? Nadie puede abarcar el conjunto de sus pensamientos, y tampoco es esencial saberlo todo.

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