NUESTRO CORAZÓN ESTÁ HECHO PARA DIOS

“El hombre no saboreará las verdaderas alegrías fuera de su Padre y Creador, pues su corazón está hecho sólo para mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿A quién pertenece nuestro corazón? “Donde está tu tesoro allí estará tu corazón” –dice el Señor (Mt 6,21).

De las palabras del Padre Celestial se deduce que toda búsqueda y aspiración que no lo tenga a Él como meta no puede traernos verdadera alegría. Hemos sido creados para Dios, y mientras no correspondamos a ésta nuestra destinación, seguiremos buscando y divagando en el mundo.

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SABIDURÍA AL GOBERNAR

“Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, todo lo sometiste bajo sus pies. Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, en toda la tierra” (Sal 8,7-10).

En muchos ámbitos, nosotros los hombres podemos tener parte en la gloria del Padre. Si permanecemos en el camino de Dios, lograremos ejercer de la manera que Él lo dispuso el dominio que nos ha encomendado sobre la Creación.

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POCO INFERIOR A LOS ÁNGELES 

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad” (Sal 8,5-6).

¿Por qué nuestro Padre creó al hombre? Él, que posee la plenitud en sí mismo, que es perfecto, que no carece de nada ni precisa evolucionar… No hay otra razón que moviera a Dios a dar vida a la creación entera –y particularmente al hombre– que el misterio de su amor. Esta constatación es de una insondable profundidad, porque el amor impregna todas las obras visibles de Dios.

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“YO SOY EL OCÉANO DE LA CARIDAD”

“Yo soy el Océano de la caridad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

Estas palabras del Padre Celestial a la Madre Eugenia Ravasio son una profunda invitación a sumergirnos confiada y totalmente en este océano. El amor de Dios es tan infinitamente grande que el Padre recurre a la comparación del océano para que intuyamos su grandeza, su inmensidad y su profundidad. Del mismo modo que la magnitud del océano –esta impetuosa creación de Dios– nos impacta, suscitando en nosotros un sentimiento de asombro y respeto, así quiere el Padre que la magnitud de su amor nos conmueva.

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LAS CAÑADAS OSCURAS

“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).

Tras haber perdido el Paraíso con la caída en el pecado, la vida en la Tierra no siempre transcurre bajo el radiante sol, como ciertamente todos hemos tenido que experimentar. También tenemos que atravesar cañadas oscuras, que nos infunden temor. Sin embargo, Jesús nos asegura: “En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

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LIBERTAD EN DIOS

“No debéis temer como esclavos al Padre que os ama hasta el extremo” (Palabra interior).

Podemos imaginar cómo se siente cuando amamos de corazón a una persona y estamos dispuestos a hacer todo lo posible por ella, pero ella nos tiene miedo y se comporta como si la oprimiéramos. ¡Eso duele y nos sentimos incomprendidos! Además, no puede desarrollarse en tales circunstancias una verdadera relación de amor y confianza.

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SERENIDAD EN DIOS

“Quien se esfuerza por amoldarse a la verdad y no se preocupa tanto por cómo le traten o le estimen los hombres, encuentra su serenidad en Dios” (Beato Enrique Suso).

La “serenidad en Dios” es el gran tema del místico alemán Enrique Suso. Se refiere a aquella profunda paz que brota de la confianza en la bondad de Dios.

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LA MORADA AMADA DEL PADRE

“Dios mío, Trinidad que adoro (…), pacifica mi alma; haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora” (Santa Isabel de la Santísima Trinidad).

Para complementar esta oración de Sor Isabel, escuchemos también una frase similar de Santa Edith Stein: “Dios, la Santísima Trinidad está en nosotros. Si tan sólo supiéramos edificar dentro de nosotros una celda bien sellada y retirarnos a ella tantas veces como nos sea posible, entonces no nos faltaría nada en ningún lugar del mundo.”

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DIOS ES EL MISMO

“Nada debéis considerar como un obstáculo en el camino hacia el Señor. No prestéis tanta atención a si estáis entusiasmados o desanimados. Hace parte de nuestra condición de destierro el cambiar así de un estado de ánimo al siguiente. En esos momentos, creed que Él nunca se muda, que en su bondad siempre se inclina sobre vosotros para atraeros y cobijaros” (Santa Isabel de la Santísima Trinidad).

Sabios consejos de una santa…

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