EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Hay comunidades y parroquias en las que se adora con frecuencia el Santísimo Sacramento expuesto. Incluso hay lugares donde se practica la “adoración perpetua”. Ciertamente esto es una realización ya aquí en la Tierra de lo que haremos sin cesar y sin límites en la eternidad: adorar a la Santísima Trinidad. Si se lleva a cabo esta “adoración perpetua” las 24 horas del día y de la noche, ciertamente ésta fomenta la vigilante espera del Retorno del Señor y nos prepara para recibirlo.

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EL SAGRARIO

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre no nos dejó huérfanos (cf. Jn 14,18) cuando su Hijo, después de haber resucitado, volvió a su derecha con toda su gloria. Jesús instituyó la Santa Eucaristía, y la Iglesia puede actualizar diariamente su sacrificio, en que Él se nos da a sí mismo como alimento.

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LA CRUZ

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La insuperable prueba del amor de Dios por nosotros es la Cruz de nuestro Salvador. En ella se muestra hasta dónde llega el amor de nuestro Padre, que no escatima ni el sufrimiento ni la muerte con tal de salvarnos. Todos sabemos que el Señor cargó un sufrimiento inconmensurable; a saber, el pecado del mundo entero y de todos los tiempos.

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LA SAGRADA ESCRITURA

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nosotros, los hombres, aún no podemos captar el amor de nuestro Padre en toda su magnitud. Sin embargo, lo que ya podemos apreciar es suficiente para responderle con todo nuestro amor y confianza.

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TODOS SON LLAMADOS

“Si yo no sería la esperanza de la humanidad, el hombre estaría perdido. Pero es necesario que sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y surja así una relación viva con su Padre, el Dios del cielo y de la tierra” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

A nivel objetivo, nuestro Padre es la esperanza de la humanidad, así como es su Juez, Redentor y Salvador. Habiendo recibido el don de la fe, uno se vuelve cada vez más consciente de esta realidad, y ésta empieza a marcar todo nuestro pensar y actuar. Entonces, surge esa relación de la que el Padre habla; una relación que ha de ser confiada, natural y tierna; una relación que será nuestra gran dicha aquí en la tierra y nuestra felicidad eterna en la otra vida. También para nuestro Padre es una fuente de gran alegría.

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“SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

“Hijos míos, es verdad que me amáis y me honráis cuando decís la primera invocación del Padre Nuestro. Pero continuad con las otras peticiones y veréis: ‘Santificado sea Tu Nombre.’ ¿Mi Nombre es santificado?” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Así como en el Nombre de Jesús está la salvación (cf. Hch 4,12) y los poderes del infierno tiemblan al oírlo, así sucede también cuando invocamos a Dios como nuestro Padre.

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PAZ EN DIOS 

“Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Las Confesiones, i, 1, 1).

San Agustín, el incansable buscador de Dios, nos dejó estas maravillosas palabras. Con lo que sea que pretendamos llenar nuestro corazón, éste nunca hallará la verdadera paz ni la verdadera felicidad mientras no se abra al amor de Dios. ¡Sólo para este amor fue creado!

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