«El demonio se alegra sobre todo cuando logra arrebatar la alegría del corazón de un siervo de Dios» (San Francisco de Asís).
«El demonio se alegra sobre todo cuando logra arrebatar la alegría del corazón de un siervo de Dios» (San Francisco de Asís).
«Prefiero un pecador humilde que un orgulloso fariseo, porque con el primero puedo recorrer mis caminos. Por eso permito las humillaciones y por momentos retiro mi gracia tangible» (Palabra interior).
Ciertamente, para nuestro Padre es difícil guiar a una persona soberbia que siempre cree tener la razón y está poco o nada dispuesta a dejarse instruir. ¿Qué caminos le quedan entonces a nuestro amado Padre? De ningún modo pretendemos dar consejos a nuestro Señor, fuente de toda sabiduría, «pues ¿quién conoció los designios del Señor?, o ¿quién llegó a ser su consejero?» (Rom 11,34).
«Mis planes se cumplen, oportuna o importunamente, aun a través de extravíos y tinieblas. Nadie podrá detenerlos, nada podrá oscurecer el camino de Dios» (Palabra interior).
Nuestro Padre se vale de todas las circunstancias para llevar a cabo su plan de salvación. Es cierto que, debido a la resistencia del diablo y a la insensatez y debilidad del hombre, a menudo no puede cumplirse la voluntad de Dios de forma directa, conforme a su intención originaria. Pero, en su Providencia, nuestro Padre sabe tomar esto en consideración. Sin abandonar su objetivo ni cambiarlo en principio, lo persigue a través de extravíos y tinieblas.
«Aunque otros quieran privarte de tu libertad exterior, nadie podrá jamás robarte la libertad interior» (Palabra interior).
Estas palabras han de servirnos de consuelo cuando nuestra fe se vea sometida a presiones o incluso sufra persecuciones concretas. Muchos cristianos ya han experimentado esta situación y muchos aún tendrán que vivirla. «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron», dice el Evangelio según San Juan (Jn 1,5). Y las tinieblas no solo se negaron a recibir la luz, sino que a menudo la combatieron con hostilidad activa.
«Permaneced en mí, para que mi vida pueda fluir a través vuestro» (Palabra interior).
Esta frase se asemeja mucho a las palabras que conocemos del Evangelio de San Juan: «Permaneced en mí y yo en vosotros» (Jn 15,4). El Señor nos invita a entregarle nuestro corazón por completo y a vigilar para que este nunca se aleje de Él.
«Uno más fuerte tiene que llegar y soltar las cadenas» (Palabra interior).
La humanidad pecadora está sujeta a cadenas con las que Satanás la ha atado. Éste busca apartar a los hombres de la salvación para así herir indirectamente a Dios, que tanto los ama.
«No te fijes tanto en tus debilidades y limitaciones; sino en mí, que te he llamado y me aferro a ti, pase lo que pase» (Palabra interior).
En nuestro camino de seguimiento de Cristo, fácilmente caemos en la tentación de fijarnos demasiado en nuestras debilidades. Es el extremo opuesto del peligro de no reconocerlas en absoluto o de fijarnos solo en las faltas de los demás.
«¿Qué sería la justicia sin misericordia? Aliada con las tinieblas de la crueldad, sería más bien injusticia que justicia» (Santa Catalina de Siena).
Santa Catalina de Siena hace aquí un alegato a favor de la misericordia. En efecto, en situaciones como una guerra, existe la gran tentación de ir más allá de los límites de la justicia, de dejarse llevar por las malas inclinaciones que habitan en el corazón del hombre y de que así la crueldad se alíe con la justicia, deformándola y volviéndola aterradora.
«Nosotros amemos, porque él nos amó primero» (1Jn 4,19).
En pocas palabras, la Carta de San Juan nos conduce hacia la fuente y la verdadera motivación del amor: nosotros queremos amar porque Dios es amor y nos amó primero. Esta es la certeza más profunda que puede acompañarnos como un faro constante en todas las situaciones de la vida y convertirse en nuestra motivación. Sólo hemos de pedir al Espíritu Santo que nos lo recuerde, y sin duda lo hará con alegría, ya que Él mismo es el amor entre el Padre y el Hijo.
«No se recompensa el comienzo, sino solo la perseverancia» (Santa Catalina de Siena).
Hay un proverbio muy fuerte que dice: «El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones». Es una seria advertencia para no desfallecer en el buen camino que se ha emprendido o se quiere emprender. La Sagrada Escritura también nos dirige amonestaciones similares, con diferentes formulaciones. Siempre se trata de exhortarnos a la perseverancia y la constancia en el camino de Dios.