EL PADRE ES NUESTRO AMIGO

“No me basta con haberos mostrado mi amor; quiero abriros, además, mi Corazón, del cual brotará una fuente refrescante que apagará la sed de todos los hombres (…). Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre Celestial quiere darnos un acceso directo a su corazón, a lo más íntimo de su ser. Esta fuente refrescante ha de llegar a todos los hombres que tienen sed de amor, de verdad y de justicia, para vivificarlas. La hizo fluir a través del Corazón de su Hijo Jesús, para que llegue hasta nosotros.

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EL SEÑOR RENUEVA SU AMOR

“El Señor, tu Dios, está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! Exulta de gozo por ti, te renueva con su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta” (Sof 3,17). 

Nuestro Padre Celestial dirige estas palabras a su Pueblo escogido y particularmente a Jerusalén. Él quiere compadecerse y renovar su amor, a pesar de todas las transgresiones del Pueblo.

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ABISMO DE AMOR

“Hijos míos, Yo soy la fuente de todas las gracias y beneficios; pero, aún más, soy un abismo de amor. ¿Habéis contemplado el inmenso Océano de Mi misericordia? Venid, ved y sumergíos en la inmensidad de Mi amor” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

El Padre nos invita una y otra vez a sumergirnos en su amor. Todos los místicos hablan de ello y anhelan ser envueltos y transformados por este amor.

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PARTÍCIPES DEL PODER Y LA GLORIA DEL PADRE

“Haced (…) lo que yo deseo, honrándome con un culto especial, tal como ya os lo he dicho. Que esto os haga comprender que quiero daros mucho y haceros participar en gran medida de mi poder y de mi gloria” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El culto especial que el Padre pide es, a grandes rasgos, una Fiesta litúrgica en su honor que ha de establecerse en la Iglesia y luego en el mundo entero. Aún no ha tenido lugar su instauración oficial, pero lo que sí ha surgido, al menos a nivel privado, es un Oficio a Dios Padre, que efectivamente también corresponde a uno de los deseos que Él expresa en este contexto. Por tanto, podemos esperar que las palabras del Mensaje que hoy escuchamos podrán aplicarse, al menos parcialmente, si correspondemos a su deseo de ser conocido, amado y honrado, también a través del Oficio litúrgico, aunque todavía se lo practique sólo en un círculo pequeño.

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EL HIJO PRÓDIGO

“A veces paso días e incluso años cerca de ciertas almas, para poder asegurarles la felicidad eterna. Ellas no saben que estoy ahí, esperándolas, que las llamo a cada instante del día… Sin embargo, yo no me canso nunca (…).

He aquí un ejemplo: Es un alma que está a punto de morir… Esta alma ha sido siempre para mí como el hijo pródigo.

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TÚ PASAS POR ALTO LOS PECADOS DE LOS HOMBRES

“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan” (Sab 11,23).

Estas palabras de la Sagrada Escritura nos revelan por qué nuestro Padre a menudo espera tanto tiempo hasta que los hombres se conviertan, mientras que nosotros ya hace mucho habríamos perdido la paciencia e invocado el juicio sobre ellos. También los discípulos tuvieron que aprender esta lección, cuando hubieran querido hacer bajar fuego del cielo sobre una aldea que no dio acogida a Jesús (Lc 9,51-56).

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MI SANTIDAD ADORNA VUESTRA ALMA 

El amor de nuestro Padre se derrama sobre nosotros especialmente a través del Santo Sacrificio de la Misa, cuya digna celebración y participación Él nos encomienda. Aquí nuevamente somos nosotros los receptores y los invitados –siempre y cuando estemos en estado de gracia– y simplemente le damos a Dios la oportunidad de colmarnos de sus bienes, como tanto le gusta hacerlo.  

Así nos dice en el Mensaje a Sor Eugenia Ravasio:

“Por medio de este Sacramento, os unís a mí de forma íntima, y en esta intimidad mi amor se derrama sobre vosotros, adornando vuestra alma con la santidad que poseo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

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EL AMOR PAGA TODO

“Aunque vuestros pecados fuesen repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor me los harán olvidar, a tal punto que no seréis juzgados. Es verdad que soy justo, ¡pero el amor lo paga todo!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre habla aquí de pecados graves y repugnantes, que quizá a nosotros mismos nos cueste perdonarnos. No pocas veces sucede que las personas, una vez que reconocen la magnitud de sus culpas, caen en desesperación y no son capaces de perdonarse a sí mismas. Así, bloquean su propia vida y, a pesar de haber recibido el perdón de Dios, el pecado sigue proyectando su sombra sobre ellas.

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UN PEQUEÑO PASO 

“¡Yo soy el mejor de los padres! ¡Conozco las debilidades de mis criaturas! ¡Venid, venid a mí con confianza y amor! Y si os arrepentís, yo os perdonaré” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Es así de sencillo… Así de sencillo es el amor de Dios que día a día se nos ofrece.

Fue Dios mismo quien cargó sobre sí nuestras culpas, clavándolas en la Cruz. Él llevó todos nuestros sufrimientos y pecados al Monte Calvario. ¿Y cuál es la parte que nos corresponde a nosotros? Nosotros podemos simplemente acudir a Él, con toda sencillez, y levantar los ojos hacia Él. Ya no tenemos que bajar avergonzados la mirada, escondiéndonos de Dios y de los hombres. El Señor nos hace entender que desde siempre ha estado esperándonos.

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