“LUMINOSOS DONES”

«¡Oh Dios infinitamente bueno! Tú nunca nos privas de tus dones, a menos que nosotros mismos te sustraigamos nuestro corazón» (San Francisco de Sales).

Los maravillosos dones que Dios nos ha otorgado, ya sean de carácter natural o sobrenatural, tienen como fin alabar su gloria y solo alcanzan su verdadero esplendor cuando los utilizamos para este propósito. ¡Qué vacío se torna el arte cuando no glorifica a Dios! ¡Qué vanas son las palabras si no alaban a Dios y edifican a los hombres! ¡Cuán vacía se vuelve la vida si se la vive de espaldas a Dios!

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“LA ALEGRÍA DEL SEÑOR EN LOS JUSTOS”

«No experimento alegría mayor que oír que mis hijos viven según la verdad» (3Jn 1,4).

Estas son palabras de la tercera carta de San Juan, dirigidas a un tal «Gayo», de quien no tenemos mayor información. Sin duda, podemos poner estas palabras en boca de nuestro Padre Celestial. Como atestigua toda esta epístola, nuestra vida ha de transcurrir en conformidad con la verdad, tanto de palabra como de obra, dando testimonio de Nuestro Señor Jesucristo.

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“EN PLENA UNIÓN CON EL PADRE”

«[A través de mi Espíritu Santo, permanezco] en el alma de todos aquellos que están en estado de gracia» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Qué indecible gracia es la inhabitación divina, de la que deberíamos cobrar más consciencia cada día: el Padre y el Hijo nos han enviado al Espíritu Santo para que more en nuestra alma, iluminándola con su luz y adornándola con sus dones. Intentemos imaginar la alegría que Dios experimenta en un alma que coopera con su gracia. Debe de ser un deleite para nuestro Padre, como también se complació al ver la obra de su Creación, y especialmente al hombre. El simple hecho de que podamos ser causa de tanta alegría para Dios es motivo suficiente para dejar atrás toda tibieza y vivir para agradarle. ¡Qué ayudante tan fuerte y, a la vez, tan dulce nos envía el Padre para que habite en nuestras almas!

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“EL AMOR ETERNO”

«Con amor eterno te he amado, por eso te he prolongado mi misericordia» (Jer 31,3).

Este es el amor del que vivía el pueblo de Israel. Una y otra vez, pudieron experimentar la fidelidad y la compasión del Padre Celestial. Fue este amor el que le movió a enviar a su propio Hijo como Salvador para su Pueblo, para que Él les manifestara su amor y lo hiciera fecundar. Al enviar al Espíritu Santo, llevó todo a la plenitud para que el amor eterno de Dios fuese anunciado a toda la humanidad.

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“MI HIJO SIEMPRE ME TUVO PRESENTE”

 

«Mira a mi Hijo: ¿No me tenía siempre presente? Lo mismo ha de suceder contigo» (Palabra interior).

Debemos imitar a Nuestro Señor Jesucristo en todo, y así seremos introducidos en el Corazón de nuestro Padre Celestial. Si lo intentamos día tras día y volvemos lo antes posible a Jesús en caso de haber perdido el camino, entonces nos resultará cada vez más natural tener la mirada puesta en nuestro Padre Celestial. Sabemos que Jesús no hacía nada sin antes elevar sus ojos al Padre Celestial para actuar en plena conformidad con Él. Santa Juana de Arco lo expresó de este modo: «Todas mis palabras y acciones están en manos de Dios; en todas las cosas espero en Él».

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“EL PROVECHO DE UNA ADVERSIDAD”

 

«Una adversidad puede hacerte un bien mayor que mil alegrías» (San Buenaventura).

Podemos llegar a entender estas palabras si las consideramos desde la perspectiva sobrenatural. Una de las lecciones más difíciles de la vida espiritual es aprovechar las tribulaciones y cruces que nuestro Padre permite que nos sobrevengan para acercarnos más profundamente a Él. Un proverbio alemán dice con acierto: «La adversidad enseña a orar». Esta sola constatación ya puede ayudarnos a comprender que Dios ha permitido tal o cual dificultad para que nos volvamos a Él.

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“EL CONSEJO DE SAN FRANCISCO”

«No tenemos que hacer nada más que esforzarnos sinceramente por cumplir la voluntad de Dios y agradarle en todo» (San Francisco de Asís).

Así de sencillo es lo que nos recomienda san Francisco de Asís, tal y como él mismo lo vivió. Este consejo se corresponde con la exhortación de Nuestro Señor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán” (Mt 6,33).

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“LA MAYOR DICHA”

 

«La mayor dicha en la vida es la convicción de saberse amado» (Santo Domingo de Guzmán).

Todos los hombres podrían tener parte en esta dicha, aun si sus circunstancias de vida son difíciles. Realmente es así, pues Dios ama a todos los hombres. En esta certeza radica la mayor dicha para toda criatura. Nadie está excluido de ella, y nuestro Padre Celestial invita a todos los hombres a conocer su amor y a vivir en él.

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“GUIADOS POR EL SEÑOR”

«Ve a lo profundo y sumérgete una y otra vez en mí. Entonces encontrarás la guía interior que precisas» (Palabra interior).

Nuestro Padre nunca nos dejará sin su guía. Puede manifestárnosla de diversas maneras. En la frase de hoy, Dios nos exhorta a entrar en nuestro interior. Cuando le buscamos y lo percibimos en nuestra alma, cuando nos sumergimos en Él y permanecemos allí, se lo ponemos fácil a nuestro Padre comunicarnos su Voluntad. Las diversas influencias y distracciones de afuera disminuyen. Cuanto más hayamos aprendido a distinguir la voz de Dios que susurra a nuestro interior de los impulsos de nuestra naturaleza o incluso del lado oscuro, tanto más fácil nos resultará comprender sus indicaciones.

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