«Tú eres mi hijo. Pregúntame con confianza y compárteme lo que llevas en el corazón» (Palabra interior).
Sin duda, nuestro Padre sabe lo que llevamos en el corazón, aunque apenas se manifieste tímidamente. También conoce todas nuestras inquietudes: “De lejos penetras mis pensamientos (…). No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda” (Sal 138,2.4).