“Nadie puede salvarse sin el conocimiento de sí mismo, pues de él se deriva la madre de la salvación: la humildad” (San Bernardo de Claraval).
Todo maestro de la vida espiritual alaba el conocimiento de sí mismo, que, después del conocimiento de Dios, constituye una herramienta indispensable en nuestro camino de seguimiento de Cristo.