“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Prov 19,21).
“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Prov 19,21).
“Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 2,10).
“Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro” (Sal 122,2).
“Vive para mí y haré tu vida fecunda para muchas personas” (Palabra interior).
“Permanece unido a mí siempre y en toda circunstancia” (Palabra interior).
“Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará” (Jn 14,23).
“El hombre es mi gran debilidad. Por eso tú debes ir en su busca con el mismo amor con que yo lo busco” (Palabra interior).
Tratemos de comprender estas palabras… El amor de nuestro Padre por nosotros nos resulta casi incomprensible. Un obispo de Italia, Mons. Salvatore Bocciacco (1938-2008), hizo suya la siguiente oración:
“Dios es mi papá. Me ama hasta la locura. Hace cosas maravillosas por mí. Confío en Él y me entrego completamente a Él. Por eso, quiero creer que cualquier cosa que ocurra, ya sea que me parezca hermosa o terrible, es una exquisita y tierna expresión de su amor por mí, y entonces digo: ‘¡Gracias papá!’”
“Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127,1b).
Todos nuestros esfuerzos humanos tienen siempre un límite, que el Padre mismo, en su sabiduría, ha fijado. Nosotros, los hombres, fácilmente nos ensalzamos y olvidamos de quién procedemos, hacia dónde vamos y quién es el que nos ha dado todo cuanto tenemos.
“Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros” (Mt 5,11-12).
“¡Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le reconoció a él” (1Jn 3,1).
Como hijos de Dios, no quedamos exonerados de participar en el sufrimiento de nuestro Padre porque los hombres a menudo no lo conocen y desconocen su amor por ellos; el sufrimiento por percibir las tinieblas que aún se ciernen sobre una parte de la humanidad.