“Presta mucha atención a cada paso. Siempre debes estar vigilante” (Palabra interior).
La vigilancia es un concepto clave para nuestra vida espiritual.
“Presta mucha atención a cada paso. Siempre debes estar vigilante” (Palabra interior).
La vigilancia es un concepto clave para nuestra vida espiritual.
“Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,11).
Reconocer a Jesús como el Señor no solo es importante en el ámbito religioso personal, sino que es la realización del plan de Dios para con toda la humanidad. Este es el designio de nuestro Padre: reunir en Cristo a toda la humanidad para concederle todo lo que le tiene preparado. Muchos pasajes de la Sagrada Escritura dan testimonio de ello.
“Espera un poco más y sigue cumpliendo tu tarea. ¡Yo soy tu recompensa!” (Palabra interior).
Cuanto más crece el amor por nuestro Padre, más anhelamos estar con Él en la eternidad. Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a alegrarse con Él porque pronto volvería al Padre (Jn 14,28).
“Mi amor y todo lo que este amor ha ideado puede salvarlos” (Palabra interior).
Desgraciadamente, no pocas personas se han descarriado gravemente. Si no se convierten, sus vidas se oscurecerán progresivamente e incluso pueden condenarse para siempre.
“La puerta del Corazón del Padre está siempre abierta” (Palabra interior).
El Hijo de Dios nos la ha abierto para siempre, y a través de Él podemos acceder a nuestro Padre en todo momento. Jesús nos lo ha dado a entender incontables veces, sobre todo en el Evangelio de San Juan.
“La verdad reclama su derecho” (Palabra interior).
Sin verdad, no puede haber verdadero amor ni podemos comprender correctamente la misericordia de nuestro Padre celestial. De hecho, su misericordia jamás pasa por alto ni anula la verdad y la justicia, sino que las necesita como cimiento para que la luz de Dios nos señale el camino correcto.
“Mírame en la cruz, mira cómo mantengo la mirada fija en el Padre” (Palabra interior).
Tanto durante su vida terrenal como en la hora de su muerte, Nuestro Señor mantuvo la mirada puesta en el Padre. Todo se centraba en Él: cumplió su misión hasta el final para llevar a cabo la obra del Padre y su anhelo era volver a Él.
“Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedas, y Dios te dará para que puedas” (San Agustín).
Una vez que hemos emprendido el camino de seguimiento del Señor, nuestro Padre nos toma a su servicio y nos confiere mucha responsabilidad. Nunca deberíamos rendirnos ante las dificultades que puedan presentarse en nuestro camino y que tienden a «inflarse», mostrándose más grandes de lo que realmente son. Esto también se aplica a situaciones que parecen insuperables. Es aquí donde se nos invita a poner en práctica la frase de San Agustín: avanzamos hasta donde podemos y, llegados a este punto, pedimos a nuestro Padre la gracia para afrontar de manera correcta lo que tenemos por delante y nos sobrepasa.
“Cada día es importante; en cada hora ofrezco mi salvación a los hombres” (Palabra interior).
Estas palabras nos recuerdan la exhortación de san Pablo: «Aprovechad bien el tiempo presente» (Ef 5, 16). Nos llaman a una gran vigilancia y a estar atentos a la guía de nuestro Padre. De hecho, esta vigilancia nos ayuda a permanecer conscientes de la importancia de la salvación de las almas, que de otro modo corremos el peligro de olvidar con el transcurso del tiempo.
“Yo te amo más de lo que tú me amas” (Palabra interior).
Aunque en nuestro corazón ya haya despertado y empezado a arder el amor a Dios, siempre hemos de tener presente que Él nos ama infinitamente más de lo que nosotros le amamos. Es un «océano de amor» que nos envuelve por completo, sin por eso olvidar un solo instante a sus demás hijos y criaturas. Este es el amor del que nos nutrimos y, si lo dejamos entrar en nuestra vida y le abrimos las puertas de nuestro corazón, nos convertimos nosotros mismos en un manantial de este amor.