UNA LECCIÓN ESPIRITUAL (I)

“De lejos penetras mis pensamientos” (Sal 138,2b)

La amorosa omnisciencia de nuestro Padre no sólo es para nosotros una reconfortante certeza; sino que se nos convierte en una lección espiritual, si permitimos que sus palabras nos impregnen profundamente.

En efecto, el amor de nuestro Padre tiene también un carácter formativo; es decir, quiere modelarnos a la imagen según la cual fuimos creados (Gen 1,27). Hemos de llegar a ser aquello para lo cual fuimos llamados y corresponder a la vocación que el Señor nos ha concedido y encomendado. Por eso Dios se preocupa tanto por nosotros y nos acompaña en todas nuestras sendas, que están desveladas ante Él. Si estamos en el camino recto, nos fortalece y nos anima; si nos desviamos, nos llama a la conversión (cf. Sal 138,24).

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EL PADRE NOS CONOCE

“Señor, tú me sondeas y me conoces” (Sal 139,1)

Nadie más que Dios conoce el corazón del hombre en su mayor profundidad. Nadie puede siquiera sondear a fondo su propio corazón, si no le es revelado en la luz del Espíritu de Dios.

¡Qué maravilloso refugio nos ofrece nuestro Padre Celestial, en medio de un mundo sumido en el caos! Dios conoce las intenciones de nuestro corazón. ¡Sólo Él podrá juzgarnos correctamente! En Él podemos contar con todo el amor y con toda la justicia.

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LA RESPUESTA SOY YO MISMO

“Yo mismo he depositado en los corazones de los hombres la búsqueda de mí. ¡Y Yo mismo soy la respuesta!” (Palabra interior).

¿Por qué el hombre busca?

Porque el Padre mismo ha depositado este anhelo en su corazón y, conforme a las inolvidables palabras de San Agustín, “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (Confesiones, I, 1).

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EL CORAZÓN DE DIOS ES NUESTRO REFUGIO

“Mientras permanezcas en mi corazón, estarás bajo mi protección divina. Aunque los poderes de las tinieblas se subleven, nada alcanzarán” (Palabra interior).

Nuestro Padre nos ofrece su Corazón como refugio, pues contra Él nada pueden lograr los poderes de las tinieblas. Éstos atacan al hombre para confundirlo y, de ser posible, arrebatarle la gracia. Pero, si permanecemos en el Corazón de Dios, sus esfuerzos serán en vano.

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NO CONFIÉIS EN LOS PRÍNCIPES

“No confiéis en los príncipes,

seres de polvo que no pueden salvar (…).

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,

el que espera en el Señor, su Dios.”

(Sal 145,3.5)

La invitación que nuestro Padre nos dirige una y otra vez a confiar en todo y del todo en Él, viene acompañada de la advertencia de no buscar ni en los príncipes ni en hombre alguno la seguridad existencial de nuestra vida.

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VIVIR EN ÍNTIMA AMISTAD CON DIOS PADRE

“Vive en íntima amistad conmigo. Ésta se profundizará más y más, hasta que estés del todo conmigo en la eternidad” (Palabra interior). 

 

La amistad con nuestro Padre Celestial es una de las experiencias más bellas en la vida. Así como Jesús llamó a sus discípulos “amigos” (Jn 15,15) y los trató como tales, también el Padre nos invita a vivir en amistad cercana con Él. La palabra “cercana” quiere subrayar aún más la intimidad de esta relación. 

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EL TESORO DE DIOS EN LA TIERRA

El Señor nos dice: “Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban” (Mt 6,20). ¡Sabemos lo que nos quiere decir! En efecto, todo lo que hacemos movidos por el verdadero amor se convierte en el oro más precioso en la tesorería celestial.

Pero también nuestro Padre tiene un tesoro: son los corazones de los hombres que le pertenecen.

“Tu corazón me pertenece, y ése es mi mayor tesoro en la Tierra.” (Palabra interior)

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NO PUEDO RETENER MI AMOR

“Cuando miro en mi Corazón, no puedo retener mi amor. Siempre quiere derramarse sobre los hombres, envolverlos y donarse a ellos.”

¡Cómo arde en el Corazón de nuestro Padre el fuego del amor, queriendo entregarse a nosotros!

Así es el amor divino: siempre quiere donarse y jamás se detiene. Ciertamente, uno puede cerrarse a él. Pero esto no puede atenuar ni mucho menos extinguir el fuego en el Corazón de Dios. Aunque no lo dejemos entrar en el corazón para que pueda traernos su luz y calor, el fuego no se apaga.

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CONFÍA EN MÍ SIN RESERVAS

“Confía en mí sin reservas” –escuché un día en la oración.

El amor de nuestro Padre nos invita a confiar ilimitadamente en Él. No hay nada que Dios no sepa; Él nos conoce mejor que nosotros mismos, conoce nuestro corazón:

“Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.”
(Sal 138,1-3)

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