«Si nuestra religión es realmente la verdad, si el Evangelio es realmente la Palabra de Dios, entonces debemos creer y vivir de acuerdo con ella, aunque fuéramos los únicos » (San Buenaventura).
«Si nuestra religión es realmente la verdad, si el Evangelio es realmente la Palabra de Dios, entonces debemos creer y vivir de acuerdo con ella, aunque fuéramos los únicos » (San Buenaventura).
«Si nuestra religión es realmente la verdad, si el Evangelio es realmente la Palabra de Dios, entonces debemos creer y vivir de acuerdo con ella, aunque fuéramos los únicos » (San Buenaventura).
«Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, que esta sed me consume y no encuentro a nadie que se esfuerce por saciarla para corresponder en algún modo a mi amor» (Santa Margarita María Alacoque).
Continuemos con la historia que nuestro Padre nos relata en el Mensaje a la Madre Eugenia para hacernos entender cuán grande es su amor por nosotros, los hombres. Recordemos que se trata de un alma que nunca daba las gracias por los beneficios que Dios le concedía, que lo ofendía, vivía sumida en una red de errores y el pecado mortal se le había vuelto habitual.
«Yo la esperaba» —afirma nuestro Padre en su relato sobre aquella alma que no quería escucharle y que lo ofendía constantemente con su forma de vivir. Aquí se expresa la gran espera de nuestro Padre celestial por todos los hombres, a quienes ha destinado a la comunión eterna con Él. Él espera todo el tiempo, mientras aún no hayamos entrado en la eternidad, donde ya no volveremos a alejarnos de su lado. Solo entonces la espera se consumará en una fiesta de imperturbable alegría. A veces, en esta vida, podemos pregustar algo de esta alegría, pero su plenitud sigue siendo una promesa.
El Mensaje del Padre Celestial a la Madre Eugenia Ravasio tiene como objetivo hacernos conocer mejor a Dios Padre. Uno de los pasajes más conmovedores es cuando cuenta la historia de un alma que le ofendía constantemente con sus pecados y a la que, no obstante, Él acompañó pacientemente hasta la hora de su muerte. Poco antes de expirar, esta persona se arrepintió de la vida que había llevado e invocó al Padre. Solo puedo recomendaros leer este pasaje en su totalidad, pues os permitirá echar una mirada profunda al Corazón de nuestro Padre: https://www.amadopadrecelestial.org/mensaje (páginas 17 y 18).
«Cuando contemplas en el fondo de tu corazón lo que te digo, sacas un provecho mucho mayor que si leyeras muchos libros. Oh, si las almas quisieran escuchar mi voz cuando les hablo en el fondo de sus corazones, en poco tiempo llegarían a la cumbre de la santidad» (Del Diario de Sor Faustina).
Nuestro Padre Celestial no solo nos habla a través de la Sagrada Escritura, de la voz de la Iglesia y de diversos acontecimientos, sino también en lo más profundo de nuestro corazón. Para percibir su voz, debemos aprender a escuchar en el silencio.
«[Mi alma] tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (Sal 41,3).
EL ALMA: ¿Cuándo, amado Padre, cuándo llegará la hora? ¡Me muero de sed!
«A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos» (Sal 90,11).
«Debes anunciar mi amor por los hombres para sanar sus corazones» (Palabra interior).
La exhortación contenida en la frase de hoy se extiende, sin duda, a todos aquellos que han entablado una relación íntima con Dios y desean seguir los impulsos y peticiones que nos dirige en el Mensaje a Sor Eugenia Ravasio.