EL MAYOR MÉRITO DEL HOMBRE

“El mayor mérito del hombre es depositar toda su esperanza en Dios” (San Bernardo de Claraval).

Estas palabras de San Bernardo ponen patas arriba la cosmovisión del hombre natural. Todos tenemos la tendencia a basar nuestro valor en lo que poseemos, en lo que sabemos, en lo que logramos. No es tan fácil superarla, porque estamos rodeados por esta mentalidad y necesitamos un proceso hasta poder dar nuestro pleno asentimiento a lo que hoy nos dice San Bernardo.

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“TÚ ERES MÍO”

“En mi amor, he tomado posesión de ti. ¡Tú eres mío!” (Palabra interior).

¡Así de profundo llega el amor de nuestro Padre por nosotros! A su amor no le basta con colmarnos de bendiciones y hacernos saber de todas las maneras posibles cuánto cuida de nosotros y nos protege. No, su amor va mucho más allá. Nuestro Padre quiere unirse a nosotros para siempre y establecer su morada en nuestro interior. Los místicos han descrito esta unificación con Dios en términos sublimes, y a veces ni siquiera encontraban palabras por lo embriagados que estaban de su amor.

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LA VERDADERA FUERZA

“Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder” (Ef 6,10).

Estas son las palabras iniciales de una serie de consejos espirituales que el Apóstol Pablo da para resistir en el combate encomendado a todos los que siguen al Señor. Es una invitación a apoyarnos enteramente en Dios y dejar atrás la falsa seguridad que proporciona confiar en las propias fuerzas y habilidades. Debemos entender y asimilar interiormente que la fuerza de Dios consiste sobre todo en su amor. Este nos salva de todos los peligros que jamás seríamos capaces de superar con nuestras propias fuerzas.

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HACIA UNA MAYOR FECUNDIDAD

“Oh, Jesús mío, sé que para ser útil a las almas debo anhelar la unión más íntima contigo, que eres el amor eterno” (Santa Faustina Kowalska).

Nuestra fecundidad para la salvación de las almas depende de la intimidad de nuestra unión con Dios. Cada día se nos invita a profundizar en nuestro amor al Señor y, a través de Él, a estar cada vez más unidos a nuestro Padre celestial. De hecho, Jesús nos ha introducido en este amor, como pone de manifiesto en su oración sacerdotal del Evangelio de San Juan:

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NO TE DEJES DESANIMAR

 

“Nunca te dejes desanimar. Tenemos la mirada puesta en ti y no permitiremos que te suceda más de lo que puedas soportar”(Palabra interior).

En nuestro camino de seguimiento del Señor, pueden presentarse situaciones en las que necesitaremos especialmente estas palabras. A veces —o incluso frecuentemente—, nuestro Padre permite que sucedan cosas difíciles de afrontar, ya sea a nivel personal o en el mundo y en la Iglesia. Son cruces que tenemos que cargar, cuyo sentido nos parece difícil de entender y que solo podemos superar a través de la fe. En tales circunstancias, nos desanimamos con facilidad.

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NUNCA DUDES EN DECIR LA VERDAD

“¡Nunca dudes en decir la verdad!” (Palabra interior).

La verdad es un bien invaluable. Sin ella, todo se difumina y la realidad adopta rasgos ilusorios. Como cristianos, hemos tenido la dicha de conocer a Aquel que es la verdad misma (Jn 14,6) y que viene a nosotros desde el trono del Padre. Ante el procurador Pilato, Jesús declara: “Para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37); es decir, para anunciar al Padre Celestial de quien todo procede.

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EL TRAJE DE BODA

 

“Nadie está excluido de mi amor; todos están llamados y convidados. Sin embargo, deben revestirse con el traje de boda que mi Hijo ha otorgado a la humanidad” (Palabra interior).

El corazón de nuestro Padre está abierto de par en par a todos los hombres, ¡nadie está excluido de su amor! Todos están llamados a acercarse al trono de su misericordia. Por eso el Padre envía a sus mensajeros para que los hombres conozcan su amor. Sin embargo, aunque este amor sea ilimitado e inagotable, existe una condición para que el hombre pueda recibirlo y vivir en él. Debe revestirse con el traje de boda del Cordero, que el Señor adquirió en la cruz para la humanidad, cumpliendo plenamente la voluntad del Padre Celestial.

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LA JERARQUÍA DEL AMOR

“Es mejor arder que conocer” (San Bernardo de Claraval).

San Bernardo, que era un ardiente predicador, anuncia aquí la primacía del amor. Él era capaz de inflamar a sus oyentes con el amor de Dios y de presentarles la vida monástica de forma tan atrayente y con todos los elogios imaginables, que las madres empezaron a esconder a sus hijos de él para que no se fueran todos tras él al monasterio.

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