“UNA PEQUEÑA SEMILLA”

«Vivir en el amor significa navegar para siempre y esparcir semillas de alegría y de paz en los corazones» (Santa Teresita del Niño Jesús).

Santa Teresita se refiere aquí a la obra del Espíritu Santo a través de sus siete dones. Cuando éstos se activan en un alma, ella comienza a navegar como una barca, como lo describe la “Florecilla” de manera tan bella. Antes, la persona tenía que remar con sus propias fuerzas, aunque impulsada por el Espíritu Santo. Pero ahora, bajo la guía directa del Espíritu Santo, su travesía se vuelve más ágil.

leer más

“PENSAR EN EL FIN”  

«Acuérdate siempre del Fin, porque el tiempo perdido no vuelve» (Tomás de Kempis, Imitación de Cristo).

No nos resulta tan fácil poner en práctica estas sabias palabras, aunque aportarían tanta claridad a nuestra vida. La Sagrada Escritura también nos exhorta: «En todas tus acciones, acuérdate de tu fin y no pecarás jamás» (Eclo 7, 36).

Podríamos hacer una pequeña variación en el énfasis de esta frase y aplicarla a la relación con nuestro Padre Celestial: hagámoslo todo con la mirada puesta en Él, de modo que todas nuestras acciones y esfuerzos le agraden. En este contexto, también nos vienen a la mente las palabras de san Pablo: «Aprovechad bien el tiempo presente» (cf. Ef 5, 16).

Lejos de llevarnos a un malsano activismo, esta frase nos exhorta a la suma vigilancia del amor, a sabiendas de que podemos cooperar con nuestro Padre Celestial en la salvación de las almas y que, por causa del amor, no hay tiempo que perder.

Ciertamente, algunos reconocemos que, por desgracia, en muchas ocasiones no tuvimos presente nuestro fin ni teníamos en vista a nuestro Padre, y lo lamentamos profundamente, porque el tiempo que perdimos nunca volverá. Cuanto más actúa el amor en nosotros, más nos dolerá esto en el alma. Pedro experimentó el sufrimiento de haber negado a Jesús, pero después tuvo la oportunidad de responder afirmativamente a la triple pregunta del Resucitado sobre si le amaba, lo cual puede considerarse como una especie de reparación antes de recibir el encargo del Señor.

Y, ¿qué podemos hacer nosotros si hemos desaprovechado el tiempo?

Podemos pedirle al Señor la gracia de hacerlo todo con nuevo fervor, de modo que podamos recuperar el tiempo perdido aprovechando las ocasiones que Él nos muestre. También podemos pedirle que nos ayude a no perder más tiempo, teniendo presente nuestro fin y la mirada fija en Él.

A nuestro Padre le agradará mucho si nos dirigimos a Él de esta manera. Tal vez nos invite a practicar con frecuencia la oración interior (la oración del corazón). Si se nos convierte en un hábito espiritual, nos resultará más fácil pensar siempre en Él y no perder más tiempo.

“LUMINOSOS DONES”

«¡Oh Dios infinitamente bueno! Tú nunca nos privas de tus dones, a menos que nosotros mismos te sustraigamos nuestro corazón» (San Francisco de Sales).

Los maravillosos dones que Dios nos ha otorgado, ya sean de carácter natural o sobrenatural, tienen como fin alabar su gloria y solo alcanzan su verdadero esplendor cuando los utilizamos para este propósito. ¡Qué vacío se torna el arte cuando no glorifica a Dios! ¡Qué vanas son las palabras si no alaban a Dios y edifican a los hombres! ¡Cuán vacía se vuelve la vida si se la vive de espaldas a Dios!

leer más

“LA ALEGRÍA DEL SEÑOR EN LOS JUSTOS”

«No experimento alegría mayor que oír que mis hijos viven según la verdad» (3Jn 1,4).

Estas son palabras de la tercera carta de San Juan, dirigidas a un tal «Gayo», de quien no tenemos mayor información. Sin duda, podemos poner estas palabras en boca de nuestro Padre Celestial. Como atestigua toda esta epístola, nuestra vida ha de transcurrir en conformidad con la verdad, tanto de palabra como de obra, dando testimonio de Nuestro Señor Jesucristo.

leer más

“EN PLENA UNIÓN CON EL PADRE”

«[A través de mi Espíritu Santo, permanezco] en el alma de todos aquellos que están en estado de gracia» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Qué indecible gracia es la inhabitación divina, de la que deberíamos cobrar más consciencia cada día: el Padre y el Hijo nos han enviado al Espíritu Santo para que more en nuestra alma, iluminándola con su luz y adornándola con sus dones. Intentemos imaginar la alegría que Dios experimenta en un alma que coopera con su gracia. Debe de ser un deleite para nuestro Padre, como también se complació al ver la obra de su Creación, y especialmente al hombre. El simple hecho de que podamos ser causa de tanta alegría para Dios es motivo suficiente para dejar atrás toda tibieza y vivir para agradarle. ¡Qué ayudante tan fuerte y, a la vez, tan dulce nos envía el Padre para que habite en nuestras almas!

leer más

“EL AMOR ETERNO”

«Con amor eterno te he amado, por eso te he prolongado mi misericordia» (Jer 31,3).

Este es el amor del que vivía el pueblo de Israel. Una y otra vez, pudieron experimentar la fidelidad y la compasión del Padre Celestial. Fue este amor el que le movió a enviar a su propio Hijo como Salvador para su Pueblo, para que Él les manifestara su amor y lo hiciera fecundar. Al enviar al Espíritu Santo, llevó todo a la plenitud para que el amor eterno de Dios fuese anunciado a toda la humanidad.

leer más

“MI HIJO SIEMPRE ME TUVO PRESENTE”

 

«Mira a mi Hijo: ¿No me tenía siempre presente? Lo mismo ha de suceder contigo» (Palabra interior).

Debemos imitar a Nuestro Señor Jesucristo en todo, y así seremos introducidos en el Corazón de nuestro Padre Celestial. Si lo intentamos día tras día y volvemos lo antes posible a Jesús en caso de haber perdido el camino, entonces nos resultará cada vez más natural tener la mirada puesta en nuestro Padre Celestial. Sabemos que Jesús no hacía nada sin antes elevar sus ojos al Padre Celestial para actuar en plena conformidad con Él. Santa Juana de Arco lo expresó de este modo: «Todas mis palabras y acciones están en manos de Dios; en todas las cosas espero en Él».

leer más

“EL PROVECHO DE UNA ADVERSIDAD”

 

«Una adversidad puede hacerte un bien mayor que mil alegrías» (San Buenaventura).

Podemos llegar a entender estas palabras si las consideramos desde la perspectiva sobrenatural. Una de las lecciones más difíciles de la vida espiritual es aprovechar las tribulaciones y cruces que nuestro Padre permite que nos sobrevengan para acercarnos más profundamente a Él. Un proverbio alemán dice con acierto: «La adversidad enseña a orar». Esta sola constatación ya puede ayudarnos a comprender que Dios ha permitido tal o cual dificultad para que nos volvamos a Él.

leer más