La angustiada búsqueda del Padre Celestial por nosotros continúa desde que el hombre perdió la unión con Dios de la que gozaba en el Paraíso. Cada vez que el hombre se descarrila, cada vez que se aparta del “manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas” (Jer 2,13), escuchamos en el fondo el llamado del Padre:
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¿QUIÉN SE DA CUENTA DE SUS YERROS?
“¿Quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame” (Sal 19,13).
LA LEY DEL SEÑOR ES PERFECTA
“La enseñanza del Señor es perfecta, es descanso del alma” (Sal 19,7). leer más
LA PRIMERA PALABRA AL DESPERTAR
Cuando despierto en la mañana, Tú, Padre, ya estás ahí, y toda la noche has velado sobre mí. Entonces esperas que me dirija a Ti y que mi primera palabra te sea consagrada a Ti. ¡Sí, Padre, ¡de buena gana y con alegría lo haré! Pero a veces lo olvido y me dejo llevar por los estados de ánimo. ¡Qué lástima!
LA GLORIA DE JESÚS ES TAMBIÉN LA GLORIA DEL PADRE
Cuanto más amemos a Jesús, más amaremos a nuestro Padre Celestial, quien lo envió al mundo. Todo lo que hacemos para gloria y honra del Hijo de Dios, glorifica también a Aquel de quien Él procede. A través de Jesús, llegamos al Padre (cf. Jn 14,6).
EL PADRE NOS REGALA LO MÁS PRECIOSO
“¿Podría acaso dar un regalo más precioso a los hombres que a mi Hijo Unigénito?” (Palabra interior).
EL MAYOR REGALO DE DIOS
¡Qué gran misericordia tuviste hacia nosotros al enviarnos a tu Hijo Jesús! Con incomparable amor posaste tu mirada sobre nosotros, que tantas veces huimos de ti o incluso nos volvemos en contra tuya, que te ofendemos con nuestros pecados o simplemente te olvidamos. Tú, en cambio, estás siempre presente y nos miras con amor. Te preocupas atentamente por nosotros, porque no quieres que llevemos una vida sin sentido, ni mucho menos que nos perdamos para siempre.
EL CIELO DE DIOS
“Vuestro cielo, criaturas mías, está en el Paraíso, con mis elegidos, porque será ahí, en el cielo, donde me contemplaréis en una visión perenne y gozaréis de una gloria eterna. Mi cielo, en cambio, está en la tierra con todos vosotros, oh hombres. Sí, es en la tierra y en vuestras almas donde busco mi felicidad y mi alegría. Vosotros podéis darme esta alegría; e incluso es un deber para con vuestro Creador y Padre, que desea y espera esto de vosotros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
NI CARROS NI CABALLERÍA
“Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro” (Sal 19,8). leer más
ME SIENTO TRANQUILO
“Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo” (Sal 26,3).