CARTA A LOS ROMANOS (Rom 14,5-6): “Conclusión de la Carta a los Romanos”  

Rom 14,5-6

Hay quien distingue entre un día y otro, y hay quien juzga iguales todos los días: que cada uno siga su propia conciencia. El que distingue el día, lo hace por el Señor; y quien come, come en honor del Señor -porque da gracias a Dios-, y quien no come, se abstiene en honor del Señor y da gracias a Dios.

En sus próximas instrucciones a la comunidad cristiana de Roma, la intención de San Pablo es evitar discordias innecesarias. Es importante distinguir si lo que está en juego es la verdad o si simplemente se trata de opiniones diferentes. En lo que respecta a la verdad, hay que defenderla con firmeza. En cambio, los puntos de vista distintos pueden permitirse en cuestiones de segundo orden y no deben dar lugar a peleas. Evidentemente, en la comunidad cristiana había disputas sobre si se podía comer carne. Es probable que fueran especialmente los judeocristianos quienes se preocupaban por esta cuestión, ya que la carne podría haber sido sacrificada a los ídolos.

En cualquier caso, Pablo considera lícito que se tengan opiniones diferentes al respecto y advierte, sobre todo, que nadie debe sentirse superior ni condenar a los que tienen un punto de vista distinto. Esto perjudica a la comunidad, pues todo debería hacerse con la mirada puesta en el Señor y dándole gracias. A continuación, el Apóstol sigue desarrollando este tema:

“Soy consciente y estoy persuadido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo; sino que algo es impuro para el que lo estima impuro. Pues, si a causa de tu comida se entristece tu hermano, ya no andas conforme a la caridad. No pierdas a causa de tu comida a aquel por quien murió Cristo. Que vuestro bien no sea ocasión de maledicencia. Porque no consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo, pues el que sirve de esta manera a Cristo agrada a Dios y es estimado por los hombres. Por tanto, busquemos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua” (Rom 14,14-19).

El amor al prójimo nos invita a renunciar a una libertad que tendríamos ante Dios, en caso de que nuestro hermano se escandalizara por ello. Esto se aplica en el contexto de este pasaje de la Carta a los Romanos: si para nuestro hermano, que aún tiene una conciencia débil (cf. 1 Cor 8, 9-11), supone una gran dificultad —incluso causa de escándalo— que comamos carne, es mejor abstenernos de ello. En este caso, San Pablo da el sabio consejo de anteponer el amor al hermano a la libertad personal, porque «el Reino de Dios no consiste en comer ni beber, sino en tener justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo».

La comunidad debe centrarse en lo que contribuye a la paz. Por lo tanto, no se deben poner en primer lugar las cosas de segundo rango. Todo lo que se haga debe hacerse movido por la fe, de modo que nuestro actuar sea grato a los ojos de Dios. A continuación, Pablo anima a la comunidad a apoyarse y fortalecerse mutuamente, a sostener a los débiles (Rom 15, 1) y a ser unánimes teniendo un mismo sentir (vv. 5-6).

El Apóstol va llegando al final de su Carta a los Romanos y añade:

“Hermanos míos: por lo que se refiere a vosotros, yo mismo estoy persuadido de que también vosotros estáis llenos de bondad, repletos de toda ciencia, hasta el punto de que podéis amonestaros unos a otros. Os he escrito, en parte, con cierta audacia para reavivar vuestra memoria, en virtud de la gracia que me ha sido dada por Dios de ser ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, cumpliendo el ministerio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles llegue a ser grata, santificada en el Espíritu Santo. Tengo, por eso, de qué gloriarme en Cristo Jesús en las cosas que se refieren a Dios; y no me atreveré a hablar de algo que Cristo no haya realizado a través de mí para la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, con la eficacia de milagros y prodigios, y con la fuerza del Espíritu de Dios. De tal forma que, desde Jerusalén y por todas partes hasta la Iliria, he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; teniendo cuidado, sin embargo, de predicar el Evangelio donde aún no era conocido el nombre de Cristo, para no construir sobre los cimientos puestos por otro, sino conforme está escrito: ‘Los que no han recibido anuncio de él lo verán; y los que no oyeron lo comprenderán’” (Rom 15,14-21).

Con estas palabras, el Apóstol de los Gentiles reafirma una vez más la autoridad que Dios le ha encomendado. Luego anuncia su viaje a Jerusalén (v. 25) y pide a la comunidad que le acompañe con sus oraciones (v. 30). Tras diversos mensajes de saludo, vuelve a exhortar enérgicamente a la comunidad con una frase que también se aplica a nuestra situación hoy en día:

“Os ruego, hermanos, que tengáis cuidado con los que producen discordia y escándalos contra la doctrina que aprendisteis. ¡Alejaos de ellos!” (Rom 16,17).

Pablo concluye esta importante epístola, en la que nos expuso cosas tan esenciales para la fe, con un himno de alabanza a Dios, al que hemos de unirnos:

“Al que tiene el poder de confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio oculto por los siglos eternos, pero ahora manifestado a través de las Escrituras proféticas conforme al designio del Dios eterno, dado a conocer a todas las gentes para la obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, a Él la gloria por medio de Jesucristo por los siglos de los siglos. Amén” (Rom 16,25-27).

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-fe-puede-calmar-tormentas/

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