CARTA A LOS ROMANOS (Rom 12,1-8): “Instrucciones para la comunidad”    

Rom 12,1-8

Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto. Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno. Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos miembros los unos de los otros. Tenemos dones diferentes conforme a la gracia que se nos ha dado: si se trata de profecía, que sea de acuerdo con la fe, y si se trata del ministerio, que sea sirviendo. Y si uno tiene que enseñar, que enseñe, y si tiene que exhortar, que exhorte.

El que da, que dé con sencillez; el que preside, que lo haga con esmero; el que ejercita la misericordia, que lo haga con alegría.

Concluidas sus reflexiones sobre la salvación de los gentiles y tras pronunciar su ardiente alegato a favor de los judíos, sus hermanos según la carne, San Pablo se dirige a la comunidad cristiana en su conjunto y le da instrucciones para que la vida de la fe pueda desplegarse fructíferamente. Todos los cristianos, ciertamente con diferencias dadas según su estado de vida, están llamados a entregarse indivisa e incondicionalmente a Dios. A eso se refiere el Apóstol al recurrir al bello término «culto espiritual». En efecto, podemos ofrecer este culto espiritual al Señor en todas las circunstancias, sin necesidad de condiciones especiales. Podemos ofrecerlo en el cumplimiento de nuestros deberes de estado o en un monasterio, ya sea dedicado a la contemplación o a las obras de caridad; en fin, dondequiera que nos encontremos, según la vocación que Dios, en su bondad, nos ha concedido.

La primera exhortación del Apóstol, teniendo en cuenta una constante tentación de los cristianos, es la siguiente: «No os amoldéis a este mundo». Antes bien, nuestra mente ha de ser iluminada por el Espíritu Santo, en lugar de regirse por los criterios de este mundo y amoldarse así a la mentalidad común. Esta instrucción es tanto más necesaria cuanto menos rija en la sociedad un ambiente cristiano, en el que todos comparten las mismas convicciones y en el que uno se siente sostenido por la comunidad. Incluso en la situación actual de la Iglesia se torna necesaria la exhortación de Pablo, ya que no podemos pasar por alto que el espíritu del mundo se ha infiltrado en ella, debilitando el discernimiento de los espíritus, que es tan necesario.

A continuación, San Pablo hace referencia a los diversos dones que el Señor ha confiado a la Iglesia y pronuncia la sabia admonición de que cada uno permanezca en la medida que Dios dispuso para él. A los que les han sido encomendadas tareas de liderazgo, les exhorta a ejercerlas con alegría y solicitud.

Las siguientes instrucciones del Apóstol son tan claras que simplemente las cito textualmente, pues en ellas aborda el camino de la santidad y sus palabras siguen siendo actuales hoy para que la vida cristiana pueda desarrollarse para la gloria de Dios:

“Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría. Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rom 12,9-21).

Meditación sobre la lectura del día (Solemnidad de San Pedro y San Pablo): https://es.elijamission.net/completar-la-carrera-2/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/tu-eres-el-mesias-2/

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