Cargas intergeneracionales e impureza

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Queridos oyentes de nuestras meditaciones diarias,

Frecuentemente nos llegan preguntas que son de interés común. Por eso he decidido tomar los últimos días de cada mes para dar respuesta a estas inquietudes…

¿Es necesario hacer oración de liberación si se tiene antepasados masónicos? ¿Cargamos nosotros las consecuencias del pecado de nuestros antepasados? ¿Existen las ataduras intergeneracionales?

Es muy recomendable hacer oraciones de liberación en caso de que haya tales antecedentes que pesan sobre la familia. Desde la perspectiva de la fe, las logias masónicas han abierto las puertas a malos espíritus, aun si sus miembros no lo vean así. Estos espíritus dejan sus huellas, que quizá se manifiestan “sólo” en que uno quizá no encuentra un acceso fácil a la fe católica o que sólo se la puede aceptar de una forma relativista y sin mayor compromiso.

Ahora bien, el hecho de haber tenido antepasados involucrados en este tipo de agrupaciones, no significa que uno esté poseso o bajo influencia directa de los poderes del mal. Si uno no participa activamente en la masonería, no acude a sus reuniones ni adopta sus pensamientos; es decir, si uno no se decide por esta corriente de pensamiento, entonces es de asumir que la influencia no podrá penetrar al campo interior del alma.

Las ataduras intergeneracionales sólo pueden consistir en la carga que un estilo de vida pecaminoso puede traer a todos los miembros de una familia. Hay, entonces, una “herencia” negativa, una inclinación, pero no es que se asumen automáticamente las consecuencias de los pecados de los antepasados. Me parece que esta creencia es errónea, pues no corresponde a la libertad que hemos adquirido gracias a Nuestro Señor.

Quizá podamos entenderlo si pensamos, por ejemplo, en un alcohólico, cuyo estilo de vida pesa sobre la familia. Uno crece en un ambiente que no es bueno; experimenta las inseguridades y desviaciones; a partir de un cierto punto, lo anormal termina convirtiéndose en normal. Sin embargo, sería erróneo pensar que, condicionado por las circunstancias, uno automáticamente se volvería también alcohólico, como si ese pecado pesara sobre uno mismo hasta el punto de atarlo inevitablemente.

Uno puede liberarse de esta influencia, y poner ante Dios todas sus consecuencias. Por supuesto que podemos pedir por la liberación de aquellos familiares nuestros que llevaron o llevan una vida tal, y nosotros mismos ciertamente tendremos que luchar contra ciertas sombras e inclinaciones heredadas. Pero seguimos siendo libres, y no es que seamos responsables de las culpas de otras personas, por más cercanas que sean.

 

¿Cómo mantenerse en pureza?

Estamos agradecidos por el simple hecho de que se plantee esta pregunta, porque en la situación actual del mundo, y lamentablemente a veces incluso en la Iglesia, la pureza ya no tiene importancia, e incluso se la ridiculiza en lo que respecta a la dimensión sexual.

Sin embargo, la pureza es un enorme tesoro. ¡La vemos resplandecer especialmente en la Virgen María! De hecho, aquí he mencionado ya una pauta importantísima para responder a esta pregunta. Si estamos sufriendo ataques concretos contra la pureza e invocamos a la Madre de Dios, y, por cierto, también a Santa Juana de Arco, podremos experimentar inmediatamente su ayuda.

Asumo que la pregunta se refiere en primera instancia a la pureza en lo que refiere a la sexualidad, aunque no podemos separarla de las otras formas de pureza. Por eso, me enfocaré en este aspecto para dar una respuesta…

Está claro que hay que tomar una decisión fundamental de preservarse de toda mancha de la impureza. Y una vez tomada esta decisión, hay algunas medidas de protección:

  1. El rechazo de las tentaciones contra la pureza ha de empezar a nivel de los pensamientos. En cuanto aparezcan pensamientos impuros, hay que entrar inmediatamente en oración interior e invocar al Espíritu Santo.
  2. Si empezamos a tener sentimientos impuros, hemos de orar tanto más intensa y largamente al Espíritu Santo, hasta poder domar esos sentimientos.
  3. No hay que prestar la mirada ni el oído a cosas provocativas: no escuchar bromas impuras o de doble sentido, tener particular vigilancia con el internet y la televisión, no ver películas que contienen escenas impuras (aun si entonces las opciones que quedan son muy pocas).
  4. Reconocer cuáles son tus puntos débiles… Puede suceder, por ejemplo, que los pensamientos te vengan más fácilmente antes de dormir. Entonces, hay que tomar las medidas de protección que corresponden, como la oración o la lectura bíblica antes de acostarse. Tener cuidado con el consumo del alcohol, pues aquí se abren más fácilmente las puertas para lo impuro.
  5. Llevar, en general, una vida de moderación, de tal modo que sea ordenada. Esto repercutirá en todos los campos, porque aprenderemos a ser “señores” sobre nuestra propia casa; es decir, a tener dominio sobre nosotros mismos.
  6. Pedir oración de otros cristianos, sin que necesariamente haya que decir concretamente qué es lo que te está atacando.
  7. Nunca caer en desesperación cuando se ha perdido una lucha; sino refugiarse en la misericordia de Dios. Al mismo tiempo, podemos pedirle al Señor que nos muestre dónde nos faltó más vigilancia.
  8. Si en lo profundo notamos que la impureza aún nos atrae y nos seduce, entreguémosle una y otra vez conscientemente a Dios esta esfera, y pidámosle que nos libere.