En la meditación de hoy y de los próximos días, saldremos del marco habitual de los textos bíblicos, y nos dedicaremos a un tema de la vida espiritual.
En el cuarto “escrito de Balta-Lelija” (son textos a través de los cuales quiero ofrecer ayuda para el combate espiritual a aquellas personas que quieran formar parte de la resistencia) hablé sobre el camino de la santidad. Puesto que todos nosotros, como cristianos, estamos llamados a este camino –al cual hago alusión una y otra vez en las meditaciones y en las conferencias en mi canal de YouTube–, quisiera emplear y profundizar algunos extractos de este escrito en las meditaciones de los próximos días. Conviene que tengamos algo de conocimiento sobre el camino de la transformación interior, sobre la “conversión del corazón”; para entender cómo Dios quiere moldear a aquellos que se abandonan completamente en Él.
Después de haber vivido una seria conversión, que consiste en decidirme a servir a Dios con mi libre voluntad y apartarme de todos los caminos que pudieran ofender a nuestro Padre Celestial, lo siguiente será la transformación del corazón. No sólo nuestra voluntad ha de estar completamente dispuesta a servir a Dios; sino que también el corazón ha de adherirse a Él en el amor, de tal modo que el Señor se convierta en el “gran amor” de nuestra vida. De ser posible, deberíamos cumplir la Voluntad de Dios tal como lo hacen los ángeles que le permanecieron fieles: gustosa, total e inmediatamente.
En la enseñanza espiritual clásica, se habla de “tres vías” que ha de recorrer el creyente: la vía purgativa (camino de purificación), iluminativa (camino de iluminación) y unitiva (camino de unificación).
El Santo Hermano Nicolás de Flue (Suiza – *1417 †1487) sintetizó muy bien este camino en la siguiente oración:
“Señor mío y Dios mío, prívame de todo lo que me aleja de Ti. (Camino de purificación)
Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a Ti. (Camino de iluminación)
Señor mío y Dios mío, haz que ya no sea mío; sino todo Tuyo. (Camino de unificación)”
Empecemos, entonces, con el camino de purificación:
En primera instancia, es necesario hacer a un lado algunos prejuicios…
Lamentablemente muchas personas tienen un miedo equivocado a un camino tal, y a veces ni siquiera están dispuestas a dejarse guiar por Dios en estos procesos de purificación o a cooperar en ellos. No entienden que esta purificación tan necesaria no es otra cosa que una manifestación del amor de Dios, e incluso sienten que se trata de una amenaza o que se las está privando de su libertad. Pero ¿cómo podría nuestro amoroso Padre amenazarnos o privarnos de nuestra libertad, siendo así que Jesús nos dice que es el Hijo quien nos hace libres (cf. Jn 8,36)?
Quizá la siguiente explicación nos ayude a entender mejor en qué consiste este proceso:
La transformación interior del hombre se produce por obra del Espíritu Santo. Él, quien es el amor entre el Padre y el Hijo, se derrama en nuestros corazones (cf. Rom 5,5) y allí empieza a irradiar Su luz sobrenatural. Entonces, sucede lo siguiente en la persona:
- El amor la atrae. Puesto que el hombre ha sido creado y redimido por amor, y por este amor también será perfeccionado, quiere unirse a él.
- El amor se encuentra en el interior de la persona con todo aquello que aún no ha respondido a este amor de Dios: todo lo que está oscuro y rígido, lo que aún no vive de verdad, lo que está desordenadamente atado a sí mismo y al mundo… En fin, con todo aquello que ahora habrá de ser despertado y liberado por este amor. El Espíritu Santo nos llama suavemente a acoger Su invitación de conocerlo mejor y desprendernos de todo cuanto impida el despliegue del amor entre Él y nosotros. Puesto que el Espíritu Santo no nos fuerza, sino que respeta nuestra capacidad de tomar las decisiones correctas, el hombre está ahora llamado a cooperar en este proceso de desprendimiento.
Para ello, tendrá que reconocer en primera instancia qué es lo que aún le impide corresponder plenamente al amor de Dios.
Lo primero en lo que nos fijaremos será en la esfera de los sentidos. Si estoy dispuesto a ello, el Señor me permitirá reconocer en qué puntos estoy aún demasiado atado a la esfera de los sentidos, cuáles de ellos tienen demasiado peso, cuáles pasiones aún me dominan, cuáles son las dependencias y carencias de libertad que siguen atándome fuertemente.
En cooperación con el Espíritu Santo, penetraremos entonces en el campo de la ascesis, para llevar a cabo conscientemente las primeras purificaciones…