“Tu vida está totalmente en mis manos, y yo decido qué y cuándo sucede” (Palabra interior).
Quien se haya entregado a nuestro Padre y haya correspondido así a su amor, puede apelar con gran confianza a estas palabras. Éstas le acompañarán en todas las situaciones críticas de la vida y le darán la fuerza no sólo para superarlas, sino para reconocer en ellas la providencia y el cuidado de nuestro Padre.
Esta frase es una amorosa invitación a poner las riendas de nuestra vida en manos del Padre, abandonándonos sin reservas a Él en todas las situaciones. No se trata de una actitud de descuido y falsa despreocupación, que quiere dejar todo en manos del curso de la naturaleza y pasa por alto nuestra propia responsabilidad en la vida. Tampoco tiene nada que ver con un fatalismo que cree que todo está predestinado y se somete resignada e impotentemente a su suerte.
Antes bien, es una invitación a vivir en el realismo de la fe y a estar atentos a la sabia guía de Dios. Estas palabras quieren ofrecernos la seguridad del amor, que abarca el tiempo y la eternidad. Nos recuerdan que nada sucede sin que nuestro Padre lo tenga en vista. Esto incluye tanto su Voluntad activa (lo que Él ha proyectado directamente en sus santos planes), como también lo que Él permite que suceda, por ejemplo, cuando nos amenazan los poderes del mal o los abismos del sufrimiento.
En todas las situaciones, el Señor nos dará las indicaciones necesarias y la fuerza para superarlas. Así, pues, hay circunstancias que debemos soportar con paciencia y sumisión a su Voluntad, y otras en las que el Señor quiere que luchemos.
Su sabiduría nos guiará para discernirlo con precisión y dar la respuesta adecuada a cada situación.