“A veces paso días e incluso años cerca de ciertas almas, para poder asegurarles la felicidad eterna. Ellas no saben que estoy ahí, esperándolas, que las llamo a cada instante del día… Sin embargo, yo no me canso nunca (…).
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“TÚ PASAS POR ALTO LOS PECADOS DE LOS HOMBRES”
“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan” (Sab 11,23).
Estas palabras de la Sagrada Escritura nos revelan por qué nuestro Padre a menudo espera tanto tiempo hasta que los hombres se conviertan, mientras que nosotros ya hace mucho habríamos perdido la paciencia e invocado el juicio sobre ellos. También los discípulos tuvieron que aprender esta lección, cuando hubieran querido hacer bajar fuego del cielo sobre una aldea que no dio acogida a Jesús (Lc 9,51-56).
El Profeta Elías y el Espíritu Santo
1Re 19,9a.11-16
En aquellos días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios, se introdujo en la cueva, y pasó en ella toda la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!» Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía: «¿Qué haces, aquí, Elías?» Respondió: «Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.» El Señor dijo: «Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco y, cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá.»
“MI SANTIDAD ADORNA VUESTRA ALMA”
El amor de nuestro Padre se derrama sobre nosotros especialmente a través del Santo Sacrificio de la Misa, cuya digna celebración y participación Él nos encomienda. Aquí nuevamente somos nosotros los receptores y los invitados –siempre y cuando estemos en estado de gracia– y simplemente le damos a Dios la oportunidad de colmarnos de sus bienes, como tanto le gusta hacerlo.
La sutileza de la enseñanza de Jesús
Mt 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás, pues el que mate será reo ante el tribunal.’ Pues yo os digo que todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el tribunal; el que llame a su hermano ‘imbécil’ será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’ será reo de la Gehenna de fuego. Entonces, si al momento de presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano.
“SÓLO TENÉIS QUE VENIR A MÍ”
Después de haber tematizado en los dos últimos impulsos diarios la bondad de nuestro Padre Celestial y su deseo de perdonar incluso los pecados repugnantes como el fango, quisiera hoy simplemente “dejar hablar” al Padre mismo, citando dos pasajes del Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio sobre este tema.
Cumplir y enseñar los mandamientos
Mt 5,17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.” leer más
EL AMOR PAGA TODO
“Aunque vuestros pecados fuesen repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor me los harán olvidar, a tal punto que no seréis juzgados. Es verdad que soy justo, ¡pero el amor lo paga todo!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Fidelidad al Señor y a su Iglesia
Hch 11,21b-26.13,1-3
En aquellos días, muchos creyeron y se convirtieron. Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor. Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo,
y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”.
Bienaventurados los limpios de corazón
Mt 5,1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.