Sana mi ceguera

Mc 10,46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, coincidió que el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo.” Llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Te llama.” Él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús.

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Amor a la verdad

Ef 4,7-16

A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo. Por eso dice la Escritura: ‘Subiendo a la altura, llevó cautivos y repartió dones a los hombres’. ¿Qué quiere decir “subió” sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenar el universo. Él mismo dispuso que unos fueran profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros, para organizar adecuadamente a los santos en las funciones del ministerio. Y todo orientado a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo.

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Dos santos castos con un protector especial

Cuando empezamos a conocer las vidas de los santos, no pocas veces nos encontramos con historias extraordinarias. Éste es el caso de los santos Crisanto y Darío, mártires de los primeros siglos, cuya memoria se celebra hoy en un calendario litúrgico antiguo. Me limito aquí a resumir su historia basándome en el relato escrito por Wilhelm Auer. Si alguien desea escuchar una meditación sobre la lectura de hoy, puede encontrarla en el siguiente enlace: https://es.elijamission.net/la-humildad-preciosa-flor-en-el-jardin-de-dios-2/

Sobre los santos de hoy se cuenta lo siguiente:

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Toda la plenitud de Dios

Ef 3,14-21

Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que nosotros podemos pedir o pensar conforme a nuestra capacidad, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.

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CÓMO PERMANECER EN CONTACTO CON EL PADRE

“Permanece en constante contacto conmigo” (Palabra interior).

Siendo hijos suyos, nuestro Padre quiere conducirnos a una gran libertad y naturalidad en la relación con Él. Así, el Señor no sólo nos ofrece la gracia originaria de la cercanía y familiaridad con Él; no sólo nos devuelve la belleza del primer día, cuando nos creó a su imagen; sino que, por medio de su Hijo, nos llama a una cercanía aún mayor y nos hace partícipes de la plenitud de su amor.

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El misterio de Dios ha sido revelado

Ef 3,2-12

Habéis oído hablar de la misión de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Por la lectura de la carta podréis captar mi conocimiento del misterio de Cristo, un misterio que no fue dado a conocer a los hombres en generaciones pasadas. Ahora, en cambio, ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por medio del Espíritu: que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa cumplida en Cristo Jesús. Todo ello ha sido anunciado por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don que Dios me ha concedido por la fuerza de su poder.

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