Advertencias sobre el anticristo

1Jn 2,22-28

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es precisamente el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, no posee al Padre; pero todo el que confiesa al Hijo, posee también al Padre. En cuanto a vosotros, deseo que sigáis conservando lo que oísteis desde el principio. Si permanece en vosotros lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.

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Octavo día de la Octava de Navidad: “La fe de María”

Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. (Lc 2,16-21)

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 Séptimo día de la Octava de Navidad: “La Creación en espera de su liberación”

En nuestras representaciones, el pesebre de Belén no sólo brilla con el resplandor del Niño Jesús, con la presencia de María y José, con los pastores que se apresuran a llegar, con los Reyes magos que vienen desde el Oriente para ofrecerle sus dones y para adorarlo… Desde hace mucho tiempo, se ha hecho tradición incluir en el pesebre a la Creación irracional. El buey y el asno son silenciosos testigos de la Natividad del Señor. Y la presencia de estos animales adquiere un sentido más profundo al considerar lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos:

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Sexto día de la Octava de Navidad: “La pobreza de Jesús”

“Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).

“Una pobreza que nos enriquece”–así podríamos describir el suceso de la Natividad.

Dios no teme hacerse pequeño por los hombres; no se asusta a colocarse por debajo de los ángeles para enaltecer a los hombres (cf. Hb 2,9). Un pequeño niño en un pesebre, sin rastro de lujo; una gruta como casa natal; unos sencillos pastores como huéspedes… Todo esto es expresión de una pobreza que, no obstante, está llena de dignidad por ser voluntaria. Dios quiso venir al mundo en esta pobreza para mostrarnos la verdadera riqueza, que es su amor.

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Quinto día de la Octava de Navidad: “La Sagrada Familia”

Al nacer en una familia humana, Dios fortaleció el núcleo de la sociedad y nos dejó su ejemplo para que lo imitáramos. A través de su Encarnación, Dios quiso penetrar todos los ámbitos de la vida humana, entre los cuales la familia ocupa un lugar privilegiado.

El amor entre hombre y mujer nos da una idea del misterio del amor entre Dios y el alma, como San Pablo describe con mucho acierto en la Carta a los Efesios:

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