El signo del Señor y su Iglesia

Lc 11,29-32

En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir a la gente reunida junto a él: “Esta generación es una generación malvada; pide un signo pero no se le dará otro signo que el de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para la gente de Nínive, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay algo más que Salomón. La gente de Nínive se levantará en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque al menos ellos se convirtieron por la predicación de Jonás; y aquí hay algo más que Jonás.”

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TESOROS EN EL CIELO

“Atesorad tesoros en el cielo” (Mt 6,20).

El Señor nos ha abierto muchas posibilidades de acumular tesoros en el cielo. Todo lo que hayamos hecho y sufrido por amor nos será contado como mérito en la eternidad. Eso no sólo significa que recibiremos la recompensa a nivel personal, sino que el “excedente” de las buenas obras se pone a disposición de la Iglesia, tal como sucede, por ejemplo, en las vidas de los santos. En ese sentido, escuchamos a menudo en las oraciones litúrgicas que nosotros no somos capaces de hacer nada por nuestras propias fuerzas, pero que por los méritos de los santos se nos conceden bendiciones y gracias.

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El joven rico

Mc 10,17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.” Él, entonces, le dijo: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.” Jesús, fijando en él su mirada con cariño, le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.” Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

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La Ley como pedagogo

Gal 3,22-29

La Escritura encerró todas las cosas bajo el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo. Antes de que llegara la fe, estábamos prisioneros, custodiados por la Ley, en espera de la fe que debía ser revelada. Por consiguiente, la Ley ha sido nuestro pedagogo, que nos condujo a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe; pero cuando ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al pedagogo. En efecto, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús. Si vosotros sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán, herederos según la promesa.

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Serie sobre las carencias de libertad – Parte III: “Ser demasiado influenciables, condescendientes y dependientes de la opinión pública”

 

En las dos últimas meditaciones, nos habíamos fijado en dos diversas carencias de libertad: el miedo y los respetos humanos. Además, habíamos hablado un poco sobre los complejos de inferioridad. En nuestro camino de seguimiento de Cristo, estamos llamados a superar –con la ayuda de Dios– todas estas limitaciones a nuestra libertad, para que no sean un obstáculo en este camino ni impidan que en nuestro testimonio cristiano resplandezca la libertad que nos confiere la fe. Hoy veremos otras tres carencias de libertad, que tienen cierta similitud.

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UN POEMA PARA EL REY

“Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey” (Sal 44,2).

¿Qué noticia puede alegrar tanto el corazón como la de que nuestro Padre nos ama infinitamente? ¿Qué noticia puede ser más importante para los hombres que la Buena Nueva del Evangelio? ¿Qué noticia en la tierra puede hacer que el corazón rebose de gozo más que vivir en la verdad y estar en camino hacia la patria eterna?

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Serie sobre las carencias de libertad – Parte II: “Los respetos humanos”

Estoy realizando esta serie de meditaciones sobre las “carencias de libertad” porque, a mi parecer, es importante que nuestro testimonio cristiano esté impregnado por aquella libertad que sólo el Señor puede concedernos: “Si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” (Jn 8,36). Aunque tratemos de vivir en la Voluntad de Dios –y esto es lo que desea toda persona que haya vivido una verdadera conversión–, puede haber ciertas debilidades que nos impiden cumplir Su Voluntad gustosa, entera e inmediatamente. Aunque quizá no todos nosotros nos veamos afectados por cada una de las carencias de libertad que trataremos en las próximas meditaciones, es importante tomar nota de todas ellas. Quizá así podamos ayudar a otras personas, cuya libertad está restringida por todo tipo de miedos y otras carencias. Para desarrollar este tema, tomo ciertas pautas del libro “Nuestra transformación en Cristo” de Dietrich von Hildebrand, especialmente del capítulo llamado “La verdadera libertad”.

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