Después de esto, se trasladó Jesús a la otra orilla del mar de Galilea (el de Tiberíades), y mucha gente le seguía, porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él tanta gente, preguntó a Felipe: “¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?” Se lo decía para probarle, porque él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?” Replicó Jesús: “Haced que se recueste la gente.”
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Evangelio de San Juan (Jn 5,31-47): Las obras de Jesús dan testimonio de Él
“Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad. En cuanto a mí, no recibo testimonio de un hombre; pero digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado. Vosotros investigáis las Escrituras: creéis tener en ellas vida eterna; pues ellas son en realidad las que dan testimonio de mí; pero vosotros no queréis venir a mí para tener vida. No recibo la gloria de los hombres.
EL AUXILIO DIVINO
“Precisamente allí donde las esperanzas humanas caen más bajo, se eleva más alto la confianza en Dios. Porque donde se desvanece toda ayuda humana, deja lugar al auxilio divino” (San Ignacio de Loyola). leer más
A DISPOSICIÓN DE DIOS
“La mayoría de personas no tiene ni idea de lo que Dios podría hacer de ellas si tan sólo se pusieran a su disposición” (San Ignacio de Loyola) leer más
Evangelio de San Juan (Jn 5,19-30): Lo que hace el Padre, eso hace igualmente el Hijo
Respondió Jesús y les dijo: “En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que Él hace, eso hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiere. El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le ha enviado. En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no incurre en juicio, pues ha pasado de la muerte a la vida.
CONFESAR A JESÚS
“Confesaré su nombre en la presencia de mi Padre y delante de sus ángeles” (Ap 3,5).
Evangelio de San Juan (Jn 5,1-18 ): Una curación en la piscina de Betesda
Con ocasión de una fiesta de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén una piscina Probática llamada en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo tiempo, le dijo: “¿Quieres recobrar la salud?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro se mete antes que yo.” Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda.” El hombre recobró al instante la salud, tomó su camilla y se fue andando.
“PADRE, LA HORA HA LLEGADO”
“Padre, la hora ha llegado” (Jn 17,1).
Evangelio de San Juan (Jn 4,43-54): El segundo signo de Jesús en Caná
Pasados los dos días, partió de allí para Galilea. (Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de prestigio en su patria). Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido.
Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a rogarle que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: “Si no veis signos y prodigios, no creéis.” El funcionario replicó: “Señor, baja antes de que muera mi hijo.” Jesús le dice: “Vete, que tu hijo vive.” Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
“FIJARÉ EN TI MIS OJOS”
“Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos” (Sal 31,8).
