Evangelio de San Juan (Jn 8,1-11): “Jesús y la mujer adúltera”  

Jesús marchó al Monte de los Olivos. Muy de mañana volvió de nuevo al Templo, y todo el pueblo acudía a él; se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y la pusieron en medio. “Maestro -le dijeron-, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés en la Ley nos mandó lapidar a mujeres así; ¿tú qué dices?” -se lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir con el dedo en la tierra. Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra.” Y agachándose otra vez, siguió escribiendo en la tierra. 

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Evangelio de San Juan (Jn 7,37-53): “Jamás habló así hombre alguno”

En el último día, el más solemne de la fiesta, estaba allí Jesús y clamó: “Si alguno tiene sed, venga a mí; y beba quien cree en mí. Como dice la Escritura, de su seno brotarán ríos de agua viva”. Se refirió con esto al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, ya que Jesús aún no había sido glorificado. De entre la multitud que escuchaba estas palabras, unos decían: “Éste es verdaderamente el profeta”. Otros: “Éste es el Cristo”. En cambio, otros replicaban: “¿Acaso el Cristo viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?” Se produjo entonces un desacuerdo entre la multitud por su causa. Algunos de ellos querían prenderle, pero nadie puso las manos sobre él. 

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Evangelio de San Juan (Jn 7,25-36): No había llegado su hora

Entonces, algunos de Jerusalén decían: “¿No es éste al que intentan matar? Pues mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que éste es el Cristo? Sin embargo sabemos de dónde es éste, mientras que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es.” Jesús enseñando en el Templo clamó: “Me conocéis y sabéis de dónde soy; en cambio, yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz. Yo le conozco, porque de Él vengo y Él mismo me ha enviado”. Intentaban detenerle, pero nadie le puso las manos encima porque aún no había llegado su hora. Muchos de la multitud creyeron en él y decían: “Cuando venga el Cristo, ¿hará más signos que los que hace éste?” Al oír los fariseos que la multitud comentaba esto de él, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para prenderle. 

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Evangelio de San Juan (Jn 7,14-24): Buscar la gloria de Dios

 

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Los judíos quedaron admirados y comentaban: “¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?” Entonces Jesús les respondió y dijo: “Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo. El que habla por sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, ése es veraz y no hay injusticia en él. ¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué queréis matarme?” Respondió la multitud: “Estás endemoniado; ¿quién te quiere matar?” Jesús les contestó: “Yo hice una sola obra y todos os habéis extrañado. 

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