“SANTA TRISTEZA”

«Vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20).

Conocemos estas palabras del Evangelio según San Juan, que Jesús dirigió a sus discípulos en vistas de su retorno al Padre Celestial. Antes les había dicho: «Dentro de poco ya no me veréis, y después me volveréis a ver» (Jn 16,16). Jesús, por su parte, está lleno de alegría por volver a su Padre y por haber cumplido su misión en la tierra.

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 HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 14,8-20): “Pablo en Iconio y Listra”  

En Listra se hallaba sentado un hombre inválido de los pies, cojo desde el seno materno, que jamás había caminado. Éste escuchó hablar a Pablo, el cual le miró fijamente y, viendo que tenía fe para ser salvado, dijo con fuerte voz: “¡Ponte de pie! ¡Derecho!” Él dio un salto y empezó a caminar. La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, levantó la voz diciendo en licaónico: “Los dioses han bajado hasta nosotros en forma humana”. Y llamaban a Bernabé Zeus y Hermes a Pablo, porque éste era el que llevaba la palabra. Entonces el sacerdote del templo de Zeus que estaba situado a la entrada de la ciudad, acompañado de la gente, trajo toros y guirnaldas ante las puertas y pretendía ofrecerles un sacrificio.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 13,14-16): “Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia”

[Pablo y Bernabé] siguieron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga se dirigieron a ellos: “Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla”. Pablo se levantó, pidió con la mano silencio y dijo: “Varones israelitas y los temerosos de Dios, escuchad.”

La misión de los apóstoles continúa. En Antioquía de Pisidia se les pidió que dirigieran la palabra a los que se habían reunido en la sinagoga el sábado, tanto israelitas como otros hombres temerosos de Dios. Pablo aprovechó la ocasión para conducir a sus oyentes a través de la historia de Israel y de los profetas hasta la venida de Jesús, en quien se cumplieron las promesas y cuya resurrección venía a anunciarles (Hch 13,17-41). Tras el discurso de Pablo, el relato de los Hechos de los Apóstoles continúa así:

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 13,1-13): “Viaje misionero de Pablo y Bernabé”  

En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé y Simón, que era llamado el Negro, Lucio, el de Cirene, y Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: “Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra que les he destinado”. Y después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron. Entonces ellos, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron rumbo a Chipre. Al llegar a Salamina se pusieron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían a Juan como colaborador. Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a un mago, falso profeta judío, que se llamaba Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Pablo, hombre prudente.

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EL SEÑOR NOS ESPERA

«¡Sólo tenéis que venir a mí! ¡Yo estoy tan cerca de vosotros!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Así de fácil nos lo pone nuestro Padre para llegar a Él: una sola elevación del corazón, una palabra confiada, una mirada hacia lo alto, una pregunta a Él: “¿dónde estás?”, “¿quién eres?”

Una persona le había dirigido la siguiente oración cuando aún vivía lejos de Él: «Dios, si existes, muéstrate a mí de tal manera que pueda comprenderte». Otra persona preguntó: «¿Existe la verdad?». Otra: «¿Existe el verdadero amor?»

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 12,1-10): “Martirio de Santiago y liberación de Pedro”      

En aquel tiempo prendió el rey Herodes a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Dio muerte por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y al ver que esto agradaba a los judíos, decidió prender también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Cuando lo apresó, lo metió en la cárcel y lo entregó a cuatro escuadras de cuatro soldados para que lo custodiaran, con el propósito de hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. Cuando Herodes iba ya a hacerlo comparecer, aquella misma noche dormía Pedro entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras unos centinelas vigilaban la cárcel delante de la puerta. De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor iluminó la celda. Tocó a Pedro en el costado, le despertó y dijo: “¡Levántate deprisa!” -y se cayeron las cadenas de sus manos.

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EL PADRE MISMO OFRECE EL SACRIFICIO

«Si hubiera bastado con sacrificar a una sola de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor, haciendo sufrir a una creatura que amo, en lugar de sufrir yo mismo en mi Hijo. ¡Nunca hubiese querido hacer sufrir de esta manera a mis hijos!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

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UN CAMINO TRAZADO

«Acogí las oraciones [de mi Hijo Jesús], para que el hombre tenga un camino trazado que le permita andar siempre en la justicia, a fin de llegar a salvo a mí» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

En su amor solícito, nuestro Padre ha previsto y preparado todo para sus hijos. No solo nos ofrece los bienes naturales con gran sabiduría y amor para que nos deleitemos en ellos al atribuirlos con gratitud a nuestro Padre como su origen, sino que mucho más aún nos colma de bienes espirituales, de manera que admiremos cada vez más su amor manifestado en ellos.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 11,1-4): “La Buena Nueva comienza a llegar a los gentiles”

 

Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le reprochaban: “¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos!” -le decían. Pedro comenzó a explicarles de forma ordenada lo sucedido.

Pedro pudo disipar las objeciones de los judeocristianos relatándoles con todo detalle lo sucedido. También los apóstoles y los hermanos de Judea tenían que entender aún que el designio de Dios había querido que ahora el Evangelio llegara a las naciones. Pedro supo reconocerlo gracias a las indicaciones concretas que el Señor le había dado a través de la visión. También fue él quien dio este paso esencial al bautizar a Cornelio y a las personas que habían escuchado junto a él su predicación. Pedro concluyó su relato a la comunidad cristiana de Jerusalén sobre los acontecimientos con las siguientes palabras:

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