ALEGRÍA INAGOTABLE

«Tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino» (Sal 4,9).

Los placeres terrenales, aunque puedan conmocionar e incluso deleitar nuestros sentidos, pasan de prisa y luego hace falta repetirlos. Los goces espirituales, en cambio, dejan una profunda huella en nuestra alma y son capaces de moldearla. Si aspiramos con demasiada intensidad a los placeres terrenales, corremos el peligro de caer en dependencias y de buscar cada vez menos las alegrías espirituales. Por tanto, aunque podamos deleitarnos en el «trigo y el vino», solo debemos hacerlo en tal medida que no adquieran un valor demasiado alto para nosotros y no perdamos de vista las verdaderas alegrías.

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VIA CRUCIS – XIV Estación: Jesús es sepultado

 VÍA CRUCIS

                 XIV Estación: “Jesús es sepultado”

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

“Informado por el centurión [de que Jesús había muerto, Pilato] entregó el cuerpo muerto a José. Entonces éste, después de comprar una sábana, lo descolgó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo colocaban” (Mc 15,45-47).

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NO PRESTAR ATENCIÓN NI PRACTICAR LA CALUMNIA

 

«La calumnia sólo perjudica a aquellos que se la toman a pecho» (San Francisco de Sales).

Una de las horribles afrentas que nosotros, los hombres, nos infligimos mutuamente son las calumnias. En otras palabras, se trata del vicio tan común de hablar mal de otras personas. Si lo miramos más de cerca, es una especie de homicidio psicológico contra la persona afectada. Por desgracia, no ocurre solo de vez en cuando. Incluso hemos tenido que presenciar una especie de «ejecución pública» de personas a través de los medios de comunicación y, hoy en día, también a través del internet.

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 VÍA CRUCIS – XIII Estación: “Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre”

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Una vez más nos encontramos con María en el Vía Crucis, así como en la Cuarta Estación y a los pies de la Cruz.

Dios quiso que su Hijo, a quien Ella dio a luz, volviera a ser colocado en su regazo después de su muerte, antes de descender al Reino de los muertos para anunciar la Buena Nueva a los que allí le esperaban, para que también ellos recibieran la gracia de la Redención.

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HE TOMADO POSESIÓN DE TI

«En mi amor, he tomado posesión de ti. ¡Eres mío!» (Palabra interior).

Conocemos una frase similar en la Sagrada Escritura: «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío» (Is 43,1). Y San Pablo exclama: «Ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom 8,39).

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 VÍA CRUCIS – XII Estación: “Jesús muere en la cruz”  

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46).

“Todo está cumplido” (Jn 19,30).

Estas son dos de las palabras que escuchamos de boca de Jesús antes de expirar, según el testimonio de los evangelios.

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” –exclama Jesús en representación nuestra, puesto que Él carga en la cruz todo el peso de nuestros pecados. El pecado nos separa de Dios, desfigura nuestro ser, nos desarraiga y nos conduce hacia el abismo de la nada: falta de sentido, desesperanza, dependencia del pecado y de aquel que quiere inducirnos a pecar…

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 VÍA CRUCIS – XI Estación: “Jesús es clavado en la cruz”  

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

El sufrimiento del Señor se agudiza. Ya ha recorrido el camino que lo condujo al Calvario, acompañado de burlas y escarnios, pero también de la compasión y el consuelo que experimentó en el encuentro con su Madre, con la Verónica y con las mujeres de Jerusalén.

Sin embargo, sus verdugos no sienten compasión alguna y ejecutan su encargo con crueldad. Ahora clavan a Jesús en la cruz, como a un cordero llevado al degüello (cf. Is 53,7). Indefenso, le atraviesan los clavos. El dolor aumenta cada vez más.

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VÍA CRUCIS – X Estación: “Jesús es despojado de sus vestiduras”  


 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)

R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

A los verdugos que tenían el encargo de matar a Jesús no les bastó con crucificarlo. Quisieron humillarlo aún más al despojarlo de sus vestiduras.

Nosotros, los hombres, somos despojados de nuestra dignidad cuando pecamos.  Mientras que la gracia nos envuelve con la luz de Dios y nos transforma con la vida divina, el pecado desgarra la túnica de la gracia y nos deshonra, de manera que quedamos desnudos y desprotegidos, poniendo en peligro nuestra dignidad.

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