En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: “¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para colocarla en el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que se manifieste, y nada sucede en secreto, sino para que acabe siendo descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga.”
Es un gran consuelo escuchar que, también en nuestro tiempo, Dios interviene de forma extraordinaria en la vida de una persona, así como sucedió con Roy Schoemann. Dios es libre para entrar en cualquier momento en la vida de una persona, aunque ésta no sea creyente, para conducirla a la fe. ¡Esto puede estimularnos a orar, porque ciertamente detrás de la conversión de Roy estuvieron también las oraciones de los fieles!
Después de haber escuchado el testimonio de Roy Schoemann, queremos añadir dos preguntas que le planteamos en el marco de la entrevista, que fue grabada en Jerusalén.
P. Sr. Schoeman, me gustaría hacerle una pregunta. Usted es de origen judío y, a la vez, es miembro de la Iglesia Católica. ¿Todavía se considera a sí mismo como un judío?
En la meditación de ayer, Roy nos había contado sobre la experiencia decisiva de su vida, cuando, en un momento de profunda angustia y sin hallar el sentido de la existencia, Dios le concedió una gracia sobrenatural. Fue la luz de Dios la que lo iluminó, dándole certeza sobre las cuestiones esenciales de la fe. Recordemos que, en esa luz, Roy reconoció al Dios amantísimo, que, en Su bondad, lo había acompañado a lo largo de toda su vida; entendió el valor o la carencia de valor que tiene cada acción; supo con certeza que existe la vida eterna…
Después de haber escuchado sobre la extraordinaria conversión de San Pablo, quisiera presentar a todos nuestros oyentes a Roy Schoeman. Roy también experimentó la gracia de una conversión e iluminación. Como sabemos de San Pablo, un testimonio tal es muy importante, por lo cual él lo contaba una y otra vez, también como legitimación para su ministerio.leer más
Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.”
Jesús se alejó con sus discípulos hacia el mar. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea y de Judea. También de Jerusalén, de Idumea, de más allá del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón, vino hacia él una gran multitud al oír las cosas que hacía. Y les dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por causa de la muchedumbre, para que no le aplastasen; porque sanaba a tantos, que todos los que tenían enfermedades se le echaban encima para tocarle.
Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano.
Lectura correspondiente a la memoria de Santa Inés
¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.