La verdadera libertad (Parte III)

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Los respetos humanos

En el tiempo actual resulta particularmente importante reflexionar sobre ellos, porque los respetos humanos parecen haberse adentrado incluso en la Iglesia. Cada vez son menos las voces que anuncian claramente la verdad católica, las que señalan el pecado, las que enseñan a entender correctamente la misericordia, las que recuerdan a las personas que un día habrán de rendir cuentas en el juicio, que su vida terrena llegará a su fin y que están llamadas a producir tanto fruto como puedan en el tiempo que se les concede.

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La verdadera libertad (Parte II)

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Con la meditación de ayer, nos hemos adentrado en un tema bastante extenso, que ha de ayudarnos a vivir nuestra fe cristiana con mayor libertad. Las diversas carencias de libertad impiden que el amor de Dios nos impregne por completo, y traen el peligro de que, a pesar de la maravillosa fe que se nos ha concedido, permanezcamos encerrados en ciertas prisiones interiores o, al menos, de que no saboreemos la plenitud de la libertad que Dios quiere concedernos. “Si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” -nos dice Jesús (Jn 8,36).

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La verdadera libertad (Parte I)

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La verdadera libertad, que será el tema de nuestras próximas meditaciones, es aquella que solamente puede obtenerse en la entrega total a Cristo. No se trata, entonces, de la libertad que el hombre posee como don de Dios, por el simple hecho de ser hombre; sino que es una libertad que puede alcanzarse únicamente en la perfección cristiana.

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La verdadera sencillez (Parte II)

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Como habíamos visto en la meditación de ayer, al orientarnos hacia el amor y la verdad, nuestra vida empieza a concentrarse y hacerse más sencilla.

De ninguna manera puede entenderse como “sencilla” y deseable una vida que esté únicamente enfocada en la conservación material de la existencia. Tampoco se relaciona con la verdadera sencillez la falta de aptitud intelectual, que, al no comprender los contenidos más profundos, simplemente se queda con lo que le resulta más entendible. Tampoco es verdadera sencillez simplificar los contenidos y contentarse con explicaciones abreviadas y sin profundidad; ni es sencillez aquel “infantilismo”, que no se confronta a los problemas, sino que pasa por encima de ellos con ligereza, sin llegar jamás a una solución.

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La verdadera sencillez (Parte I)

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La sencillez es un gran valor, cuando se la entiende correctamente. En efecto, sencillez no significa simplificar todas las cosas y ya no ser capaces de pensar de manera diferenciada. Antes bien, la verdadera sencillez quiere decir que contemplamos todas las cosas desde la perspectiva de Dios, de modo que cada cual recibe el lugar que le corresponde. Es el Espíritu Santo el que coloca todo en su orden, tanto en la vida interior como en la exterior.

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Llamados a la libertad

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Gal 5,1.13-18

Para ser libres nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad. Pero no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos unos a otros por amor. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

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La verdadera Iglesia

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Mt 16,13-19

Tras llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Pero vosotros ¿quién decís que soy yo?“ Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.”

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Los corazones sencillos

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Mt 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.”

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Edificar la casa sobre la confianza en Dios

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Mt 7,21-29

Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’

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Falsos profetas

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Mt 7,15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producirlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.”

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