¡Oh Espíritu Santo, Tú, beso del Padre y del Hijo, Tú, dulcísimo y profundísimo beso! (San Bernardo de Claraval) Queremos conocerte mejor y aprender a amarte. Desciende, por eso, sobre nuestra alma, “como el sol que, de no encontrar obstáculos e impedimentos, ilumina todas las cosas; como una saeta encendida, que no se detiene por el camino, sino que llega hasta las últimas profundidades que encuentra abiertas, y allí descansa. Tú no te detienes en los corazones soberbios y en las inteligencias altaneras, sino que pones tu morada en las almas humildes” (Santa María Magdalena de Pazzis). Ilumínanos en estos días, cuando nos preparamos para la Fiesta de tu descenso, Tú que eres nuestro consuelo y maestro, el Esposo de nuestra alma, nuestro santificador…
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Diversas formas de obrar del Espíritu Santo
Hch 16,1-10
Pablo llegó también a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego. Los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él. Pablo quiso llevárselo consigo, pero antes le circuncidó para evitar altercados con los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
La autoridad de la Iglesia
Hch 15,22-31
Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Enviaron en concreto a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, que eran dirigentes entre los hermanos.
Aspectos del seguimiento
Jn 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Claridad en la doctrina, claridad en el camino
Hch 15,1-6
Bajaron algunos de Judea que adoctrinaban así a los hermanos: “Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.” Esto fue ocasión de una acalorada discusión de Pablo y Bernabé contra ellos. Así que decidieron que Pablo y Bernabé y algunos más de ellos subieran a Jerusalén, adonde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión.
La verdadera paz de Cristo
Jn 14,27-31a
Jesús dijo a sus discípulos: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No os sintáis turbados, y no os acobardéis. Ya me habéis oído decir: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y esto os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.”
Proclamar el evangelio con astucia
Hch 14,5-18
Al producirse en Iconio un tumulto, judíos y gentiles, junto con sus jefes, se unieron finalmente para ultrajarlos y apedrearlos. Ellos, al enterarse, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores. También aquí se pusieron a anunciar la Buena Nueva.
Confortar las almas de los fieles
Hch 14,21-27
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confortando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe y diciéndoles: “Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios“. Designaron presbíteros en cada iglesia y, después de hacer oración acompañada de ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
Amar el amor de Dios
Jn 14,7-14
Jesús dijo a sus discípulos: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.” Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Respondió Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.
El designio de Dios
Hch 13,26-33
En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: “Hermanos, hijos de la raza de Abrahán, y cuantos entre vosotros teméis a Dios: a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo.