El triunfo de la luz

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Hch 6,8-15

Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre el pueblo. Se presentaron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a discutir con Esteban; pero no eran capaces de enfrentarse a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.

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La adoración del Cordero

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Ap 5,11-14

La visión seguía, y oí la voz de una multitud de ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Eran miríadas de miríadas y millares de millares, y decían con voz potente: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.” Y oí que todas las criaturas -del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos- respondían: “Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos.” Los cuatro Vivientes decían: “Amén”; y los Ancianos se postraron para adorar.

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Aun en la oscuridad Jesús está con nosotros

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Jn 6,16-21

Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar; subieron a una barca y se dirigieron al otro lado del mar, a Cafarnaún. Había ya oscurecido, pero Jesús todavía no había llegado. Soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y sintieron miedo. Pero él les dijo: “Soy yo. No temáis.” Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.  

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Los límites de la autoridad

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Hch 5,27-33

Trajeron a los apóstoles y los presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó; les dijo: “Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre; sin embargo, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y pretendéis hacernos culpables de la muerte de ese hombre.” Pedro y los apóstoles respondieron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres…

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La envidia destructiva

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Hch 5,17-26

El sumo sacerdote y todos los que le acompañaban, que eran de la secta de los saduceos, se levantaron llenos de envidia. Prendieron a los apóstoles y los metieron en la prisión pública. Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, los sacó y les dijo: “Salid, presentaos en el Templo y predicad al pueblo toda la doctrina que concierne a esta Vida”.

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Anunciar el evangelio con valentía

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Hch 4,23-31

En aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, fueron donde los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz y dijeron: “Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú dijiste por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos? Se han congregado los reyes de la tierra y los jefes se han aliado contra el Señor y contra su Ungido.

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¡El Señor tiene las llaves de la muerte y del Hades!

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Ap 1,9-13.17-19

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.»

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La fe concreta y aplicada

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Mc 16,9-15

Después de resucitar al amanecer del primer día de la semana, se apareció en primer lugar a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ella fue a anunciarlo a los que habían estado con él, que se encontraban tristes y llorosos. Pero ellos, al oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron.

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