Santa Inés en el séquito del Cordero (Parte III): “Intacta en su pureza”

ESCENA 12

PREFECTO MINUCIO RUFO: Hoy abro la última sesión de este proceso, para anunciar pública y solemnemente la sentencia contra la acusada. ¡Levántate, acusada, para escuchar el dictamen de la Suprema Corte de Justicia de Roma! En nombre del Augusto Emperador, de la santa Ciudad de Roma y del pueblo romano. En su duodécimo año de vida, la virgen Inés, hija del patricio Honorio Plácido y su esposa Laurencia, ha sido acusada de alta traición y de blasfemia. Después de haber investigado los hechos y examinado justa e imparcialmente a la persona de la acusada en sus actos y omisiones, ponderando el grado de su responsabilidad y el peso de sus propias declaraciones, dictamos la siguiente sentencia: La acusada es hallada culpable de blasfemia. Aunque la acusada afirme que renunciar a nuestros dioses no necesariamente implica blasfemar contra ellos, es evidente que la fe en los dioses resulta del todo incompatible con la doctrina cristiana. Por tanto, la sentencia contra la virgen Inés, acusada y condenada por blasfemia contra los dioses, es: a perpetuidad el trabajo forzado más despreciable, en un burdel del más bajo nivel.

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El Cordero los vencerá

1Cor 1,26-31

Lectura correspondiente a la memoria de Santa Inés

¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.

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La curación de un hombre en sábado

Mc 3,1-6

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano.

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Hacer el bien con perseverancia

Hb 6,10-20

Hermanos: Dios no es tan injusto que se olvide de vuestras obras y del amor que habéis mostrado en su nombre, de los servicios que habéis prestado y seguís prestando a los santos. Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros siga manifestando hasta el fin la misma diligencia, para que se realice plenamente la esperanza. Y no seáis indolentes; imitad más bien a quienes, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas.

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El ayuno

Mc 2,18-22

Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno; y vinieron a decirle a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan y, en cambio, tus discípulos no ayunan?” Jesús les respondió: “¿Acaso pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?

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El cuerpo: templo del Espíritu Santo

1Cor 6,13c-20

Hermanos: el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy, entonces, a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: “Los dos se harán una sola carne”.

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La Palabra de Dios

Hb 4,12-16

Viva es la Palabra de Dios y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. No hay cristura invisible para ella: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta.

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La tierra de su descanso

Hb 4,1-5.11 

Hermanos: puesto que la promesa de entrar en su descanso permanece en vigor, tengamos cuidado: no vaya a ser que alguno de vosotros piense que queda excluido. Porque a nosotros se nos ha anunciado el Evangelio igual que a ellos; pero a ellos de nada les aprovechó la palabra que oyeron, porque no estaban unidos mediante la fe a los que la habían escuchado. Porque los que hemos creído hemos entrado en el descanso, según está dicho: ‘Por eso juré en mi ira: ¡No entrarán en mi descanso!’, aunque las obras divinas estaban ya hechas desde la creación del mundo. 

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