Meditaciones sobre el Espíritu Santo (7/14): “La amabilidad”

Espíritu Santo, de ti se dice que eres un espíritu amable y amante de los hombres, y uno de los frutos que Tú haces crecer en las almas es precisamente la amabilidad.

La amabilidad es una actitud tan agradable en una persona, con la que fácilmente podrá conquistar al otro, haciéndole sentir amado y respetado. Si es una amabilidad sin falsedad ni hipocresía –y sin duda lo será si crece en el alma como fruto de tu obra–, se convierte en un sol en la vida del hombre. La amabilidad refleja la actitud con la que Dios viene a nuestro encuentro, pues Él no sólo quiere que lo reconozcamos como nuestro Padre, sino que además quiere ser nuestro cercano amigo.

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Meditaciones sobre el Espíritu Santo (6/14): “La alegría”

Amado Espíritu Santo, uno de los más bellos frutos que Tú haces crecer en nosotros es la alegría. Es aquella alegría que, al igual que el amor, hace que todo sea más fácil y vence el peso que tantas veces trae consigo la vida; una alegría que es espiritualmente contagiosa, y puede darle un rayo de luz y algo de consuelo a la otra persona, siempre y cuando ella no se cierre.

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Meditaciones sobre el Espíritu Santo (5/14): “La Ascensión del Señor a los cielos”

Amado Jesús, ¡qué alegría habrá sido para ti volver al Padre después de haber consumado tu obra! Por un breve tiempo fuiste hecho inferior a los ángeles (cf. Hb 2,9), pero ahora vuelves a la gloria en plenitud, con la cual retornarás al Final de los Tiempos.

Tú habías anunciado la venida del Paráclito (cf. Jn 16,7), que nos convierte en testigos tuyos hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8).

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Meditaciones sobre el Espíritu Santo (4/14): “El dominio de sí mismo”

Amado Espíritu Santo, en el principio Tú aleteabas sobre las aguas y transformaste el caos en orden (cf. Gen 1,2). Ahora, también quieres traer orden al caos causado por el pecado: orden en nuestra vida interior y exterior. Fue tanto lo que se alborotó con el pecado original y los consiguientes pecados personales, a tal punto que tu amigo Pablo gemía al advertir esta ley en sus miembros que luchaba contra la ley de su espíritu, y que lo esclavizaba bajo la ley del pecado (cf. Rom 7,23). Junto con él, también nosotros gemimos: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte…?” (Rom 7,24)

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Meditaciones sobre el Espíritu Santo (3/14): “La mansedumbre”

Amado Espíritu Santo, dulce huésped de las almas, infunde en nosotros el espíritu de mansedumbre; aquel espíritu que todo lo penetra, que transforma el corazón y lo hace dócil, que lo purifica de toda dureza, que es tan suave y dulce como Tu Amada Esposa, nuestra Madre María.

“Dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,5)

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Meditaciones sobre el Espíritu Santo (2/14): “Un corazón puro”

Amado Espíritu Santo, Tú que eres la luz eterna y pura, ven y penetra en nosotros, para que nada quede escondido ante ti; para que ninguna sombra pueda subsistir en nuestra alma; para que la oscuridad retroceda y todo quede inflamado por tu amor. Despiértanos de toda letargia y purifica nuestro corazón, para que pueda amar como Dios ama, como Tú amas; para que Tú y yo estemos unidos hasta lo más íntimo en la alabanza a la gloria de Dios.

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El verdadero guía de la misión

Hch 16,1-10

En aquellos días, Pablo llegó a Derbe y Listra, donde había un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de mujer judía creyente y de padre griego, que contaba con el testimonio de los hermanos de Listra e Iconio. Pablo quiso que marchara con él. Se lo trajo y le circuncidó a causa de los judíos de aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego. Conforme atravesaban las ciudades, les entregaban, para que las observasen, las decisiones dictadas por los apóstoles y los presbíteros de Jerusalén. Las iglesias se robustecían en la fe y aumentaban en número día a día.

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Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando

Hoy tendremos dos meditaciones, relacionadas entre sí. La primera corresponde al evangelio del día; y la segunda, a un pasaje del “Mensaje de Dios Padre” a Sor Eugenia, como solemos hacerlo el día 7 de cada mes.

Jn 15,12-17 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer. 

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