Dirijamos nuestro rostro a Dios

Jer 7,23-28

Así dice el Señor: “Lo que les mandé fue esto: ‘Si escucháis mi voz, yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, e iréis por donde yo os mande, para que os vaya bien.’ Mas ellos no escucharon ni aplicaron el oído, sino que se guiaron por la pertinacia de sus malas intenciones. Se volvieron de espaldas, por no darme la cara. Desde el día en que salieron vuestros padres de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente. Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres. Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán. Los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: Ésta es la nación que no ha escuchado la voz de Yahvé su Dios, ni ha querido aprender. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca.”

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Los sanadores mandamientos de Dios

Mt 5,17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos”.

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Un corazón contrito

Dan 3,25.34-41

En aquellos días, Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así: “No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre, Señor, no anules tu Alianza, no apartes tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu servidor, y a Israel, tu santo, a quienes prometiste una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.

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Dios actúa a su manera

2Re 5,1-15a 

Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre muy estimado y favorecido por su señor, porque por su medio había dado Yahveh la victoria a Aram. Este hombre era poderoso, pero tenía lepra. Habiendo salido algunas bandas de arameos, trajeron de la tierra de Israel una muchachita que se quedó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a su señora: “Ah, si mi señor pudiera presentarse al profeta que hay en Samaría, pues le curaría de su lepra.” Fue él y se lo manifestó a su señor diciendo: “Esto y esto ha dicho la muchacha israelita.” Dijo el rey de Aram: “Anda y vete; yo enviaré una carta al rey de Israel.”

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La necesidad de la conversión

Lc 13,1-9

En una ocasión, llegaron algunos donde Jesús, que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. ¿O pensáis que aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé y los mató eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.

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La fe nos es reputada como justicia

Rom 4,13.16-18.22

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, para que fuese un don, la promesa tenía que depender de la fe, y así quedar asegurada para toda la posteridad; no sólo para los de la ley, sino también para los de la fe de Abrahán, padre de todos nosotros.

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Los dones y la vocación son irrevocables

Mt 21,33-43.45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola. Había un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió sus siervos a los labradores para percibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon.

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La existencia de los pobres nos invita a hacer el bien

Lc 16,19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y había uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal y cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Cuando murió el pobre, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado.

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Los planes de iniquidad

Jer 18,18-20

En aquellos días, ellos dijeron: “Vamos a tramar algo contra Jeremías, porque no va a faltarle la ley al sacerdote, el consejo al sabio, ni al profeta la palabra. Vamos a calumniarle y no hagamos caso de sus palabras.” Estate atento a mí, Yahvé, y oye lo que dicen mis contrincantes. ¿Es que se paga mal por bien? ¡Pues me han cavado una fosa! Recuerda cuando acudía a ti, para hablar en favor de ellos, para que no les alcanzara tu cólera.

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La paciencia de Dios

Is 1,10.16-20

Escuchad la palabra de Yahvé, regidores de Sodoma; oíd la construcción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. Lavaos, purificaos, apartad vuestras fechorías de mi vista, desistid de hacer el mal y aprended a hacer el bien: buscad lo que es justo, reconoced los derechos del oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.

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