“TÚ VAS CONMIGO”

“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu callado me sosiegan” (Sal 23,4).

¿Quién no ha atravesado cañadas oscuras en la vida? ¿Quién no percibe los abundantes peligros que nos rodean?  Muchas veces incluso están presentes en nuestro interior e intentan devorarnos. Pero también la vida en este mundo habla de la oscuridad del alejamiento de Dios.

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La seriedad de la fe

Lc 17,26-37

 Jesús dijo a sus discípulos: “Como sucedió en los días de Noé, así ocurrirá también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían y tomaban mujer o marido, hasta que entró Noé en el arca. Entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo, que destruyó a todos.

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EL SEÑOR SATISFACE MI ANHELO

 “El Señor repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre” (Sal 23,3). 

La traducción alemana de este versículo dice: “El Señor satisface mi anhelo” en lugar de “repara mis fuerzas”. En efecto, Dios ha sembrado profundamente en nuestro corazón el anhelo hacia Él. En su Sabiduría, nos permite experimentar que nuestra vida carece de algo esencial cuando no lo conocemos y otras cosas ocupan su lugar en nuestro corazón. Aunque inicialmente no percibamos ni entendamos mucho este vacío, y aunque las muchas distracciones nos satisfagan temporalmente, en el fondo de nuestra alma sabemos que: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío” –como lo expresa el salmista (Sal 42,2).

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LAS FUENTES TRANQUILAS DE SU GRACIA

“En verdes praderas me hace reposar; me conduce hacia fuentes tranquilas” (Sal 23,2).

Día tras día, el Padre Celestial nos alimenta con su santa Palabra; día tras día nos invita a la mesa de su gracia; día tras día vela sobre nuestra vida; día tras día habla a nuestro corazón; día tras día su Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo (Jn 14,26); día tras día nuestra alma puede pastar en las verdes praderas de Dios y quedar saciada.

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El Templo de Dios

Jn 2,13-22 

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Entonces hizo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes, desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los vendedores de palomas: “Quitad esto de aquí. No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado.”

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EL SEÑOR ES MI PASTOR

“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).

Para dársenos a entender, nuestro Señor nos habla con comparaciones que conocemos de nuestra vida humana. La imagen del Buen Pastor que, en su actitud vigilante, no pierde de vista el rebaño que le ha sido encomendado, quiere transmitirnos cómo el Señor vela sobre los suyos.

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La escuela de la humildad

Lc 17,7-10

En aquel tiempo, dijo el Señor: “¿Quién de vosotros, si tiene un siervo arando o pastoreando, le dice cuando regresa del campo: ‘Pasa en seguida y ponte a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar y cíñete para servirme; y, después que yo haya comido y bebido, entonces comerás y beberás tú’? ¿Acaso tiene que dar las gracias al siervo porque hizo lo que le mandaron? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: ‘No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’.”

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LAS ALEGRÍAS TERRENALES SON EFÍMERAS

“Las alegrías terrenales son efímeras. No perduran si no están conectadas conmigo” (Palabra interior).

Cuando se buscan los goces terrenales por sí mismos, qué rápido pasan incluso aquellos que son legítimos desde la perspectiva de la moral cristiana. Son tan sólo momentos fugaces, y aunque a veces sean embriagantes y emocionantes, no perduran, sino que dejan el alma vacía después de un tiempo. Si se los vuelve a buscar una y otra vez, se repite la misma historia y la dimensión más profunda del alma humana permanece insatisfecha y sin paz interior.

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El que crea y sea bautizado, se salvará

Mc 16,15-20 (Evangelio correspondiente a la memoria de San Willibrordo de Utrecht)

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los Once y les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados”.

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