“Entrégame todo lo que quiere agobiarte. Yo soy tu Padre” (Palabra interior).
El Padre nos invita a entregarle constantemente las sombras que se ciernen sobre nuestra alma, queriendo agobiarla y –de ser posible– llevarla al desánimo. Ciertamente no se refiere a aquella noble tristeza que podemos sentir, por ejemplo, ante nuestros pecados o por la muerte de un ser querido. Se trata más bien de aquel vicio que los padres del desierto llamaban “tristitia”. Ellos incluso veían en ella a un demonio, que se apodera de los sentimientos melancólicos o incluso los provoca.