Amado Jesús, ¡qué alegría habrá sido para ti volver al Padre después de haber consumado tu obra! Por un breve tiempo fuiste hecho inferior a los ángeles (cf. Hb 2,9), pero ahora vuelves a la gloria en plenitud, con la cual retornarás al Final de los Tiempos.
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“EL PADRE MISMO OS AMA PORQUE ME HABÉIS AMADO”
“Ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, ya que el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios” (Jn 16,26-27).
Jesús nos ha concedido un acceso directo a nuestro amado Padre, y nadie va al Padre sino a través de Él (Jn 14,6).
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (4/14): “El dominio de sí mismo”
Amado Espíritu Santo, en el principio Tú aleteabas sobre las aguas y transformaste el caos en orden (cf. Gen 1,2). Ahora, también quieres traer orden al caos causado por el pecado: orden en nuestra vida interior y exterior. Fue tanto lo que se alborotó con el pecado original y los consiguientes pecados personales, a tal punto que tu amigo Pablo gemía al advertir esta ley en sus miembros que luchaba contra la ley de su espíritu, y que lo esclavizaba bajo la ley del pecado (cf. Rom 7,23). Junto con él, también nosotros gemimos: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte…?” (Rom 7,24)
“OS ALEGRARÍAIS DE QUE VAYA AL PADRE”
“Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo” (Jn 14,28b).
Jesús introduce a sus discípulos en una lógica distinta, que ellos sólo poco a poco pueden asimilar. Lo más grande para nuestro Señor Jesucristo es volver a su Padre.
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (3/14): “La mansedumbre”
Amado Espíritu Santo, dulce huésped de las almas,
infunde en nosotros el espíritu de mansedumbre;
aquel espíritu que todo lo penetra,
que transforma el corazón y lo hace dócil,
que lo purifica de toda dureza,
que es tan suave y dulce como Tu Amada Esposa, nuestra Madre María.
“EL QUE ME HA VISTO A MÍ, HA VISTO AL PADRE”
“Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,7.9).
Estas palabras de nuestro Señor nos llevan al conocimiento del Padre. Nuestro Salvador quiere darnos a conocer al Padre, y entendemos que Él realiza las obras de su Padre para que el Padre sea glorificado y nosotros lo conozcamos como Él es en verdad (Jn 10,37-38).
Meditaciones sobre el Espíritu Santo: (2/14) “Un corazón puro”
Amado Espíritu Santo, Tú que eres la luz eterna y pura, ven y penetra en nosotros, para que nada quede escondido ante ti; para que ninguna sombra pueda subsistir en nuestra alma; para que la oscuridad retroceda y todo quede inflamado por tu amor. Despiértanos de toda letargia y purifica nuestro corazón, para que pueda amar como Dios ama, como Tú amas; para que Tú y yo estemos unidos hasta lo más íntimo en la alabanza a la gloria de Dios.
“EL HIJO OS DA LIBERTAD”
“Mientras el hombre no viva en la verdad, no podrá gustar la verdadera libertad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Sin verdad, no puede haber auténtica libertad. “La verdad os hará libres” –nos dice el Señor en el Evangelio. Sólo el vivir en consonancia con el Padre nos conducirá allí donde habita la verdadera libertad.
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (1/14): “La longanimidad”
“¡Oh Espíritu Santo, Tú, beso del Padre y del Hijo; Tú, dulcísimo y profundísimo beso!” (San Bernardo de Claraval)
Queremos conocerte mejor y aprender a amarte. Por eso, desciende sobre nuestra alma, “como el sol que, de no encontrar obstáculos e impedimentos, lo ilumina todo; como una saeta encendida, que no se detiene por el camino, sino que llega hasta las últimas profundidades que encuentra abiertas, y allí descansa.
“SOBRE TI AMANECE EL SEÑOR”
“La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece” (Is 60,2).
¿Acaso estas palabras no describen muy atinadamente la situación actual del mundo, si uno no cierra los ojos a la realidad? ¿La pérdida de la fe no está oscureciendo cada vez más la vida de los pueblos? ¿No ha penetrado la confusión incluso en nuestra Santa Iglesia?