Mt 13,1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Mt 13,1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
“Quien se esfuerza por amoldarse a la verdad y no se preocupa tanto por cómo le traten o le estimen los hombres, encuentra su serenidad en Dios” (Beato Enrique Suso).
La “serenidad en Dios” es el gran tema del místico alemán Enrique Suso. Se refiere a aquella profunda paz que brota de la confianza en la bondad de Dios.
Ef 3,14-19 (Lectura correspondiente a la memoria de San Buenaventura)
Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones.
“Dios mío, Trinidad que adoro (…), pacifica mi alma; haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora” (Santa Isabel de la Santísima Trinidad).
Para complementar esta oración de Sor Isabel, escuchemos también una frase similar de Santa Edith Stein: “Dios, la Santísima Trinidad está en nosotros. Si tan sólo supiéramos edificar dentro de nosotros una celda bien sellada y retirarnos a ella tantas veces como nos sea posible, entonces no nos faltaría nada en ningún lugar del mundo.”
NOTA: En el calendario tradicional, se celebra hoy a San Buenaventura, mientras que en el calendario litúrgico nuevo su fiesta es mañana. Por tanto, en la meditación de mañana hablaremos un poco sobre él y hoy escucharemos la lectura de su memoria:
2Tim 4,1-8
Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús, que va a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza y exhorta siempre con toda paciencia y doctrina. Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído.
“Nada debéis considerar como un obstáculo en el camino hacia el Señor. No prestéis tanta atención a si estáis entusiasmados o desanimados. Hace parte de nuestra condición de destierro el cambiar así de un estado de ánimo al siguiente. En esos momentos, creed que Él nunca se muda, que en su bondad siempre se inclina sobre vosotros para atraeros y cobijaros” (Santa Isabel de la Santísima Trinidad).
Sabios consejos de una santa…
NOTA: Puesto que a lo largo de los últimos años ya he hecho meditaciones sobre la mayoría de los textos bíblicos del calendario litúrgico, recurro a veces a las lecturas del calendario tradicional, cuando se trata de pasajes que me resultan muy importantes.
“El que predica con amor, rebate lo suficiente a los herejes, aunque no pronuncie un solo argumento contra ellos” (San Francisco de Sales).
Una maravillosa frase de San Francisco, que se presta para meditarla en nuestros “3 minutos para Abbá”.
Mt 10,1-7
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el que le entregó.
“Me dice alguien: ‘Tengo que entender para creer’. Le respondo: ‘Cree para entender’.” (San Agustín).
En estas palabras de San Agustín encontramos una vez más aquella sencillez que impregna la Sagrada Escritura; una sencillez que nos permite llegar a la meta con seguridad.