MEDITACIONES MARIANAS (2/3) María: Madre del Hijo

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Cuán excelsa es la elección que te fue concedida, amada Madre de nuestro Señor Jesucristo!

Con asombro constatamos que no sólo te fue confiado el mismo Hijo de Dios; sino también todos aquellos que le pertenecen y entonan el cántico de los redimidos (cf. Ap 14,3). Y más aún: tú eres Madre de todos los hombres, y te conviertes en luz y consuelo para los que retornan a casa.

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EL RETORNO DE LOS HIJOS PRÓDIGOS

“Si hay algo que deseo (…) es el retorno de los hijos pródigos a la Casa del Padre, especialmente de los judíos…” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Si los deseos de nuestro Padre nos resultan sumamente sagrados, podremos entender fácilmente que una de sus grandes preocupaciones es que el Pueblo judío, su “Primogénito”, retorne a Él. El Apóstol Pablo estaba tan encendido de amor por su pueblo que, en su celo, profirió estas palabras: “Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne” (Rom 9,3).

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Actuar en la fe

Mt 17,14-20

Cuando llegaron donde la gente, se acercó a Jesús un hombre que, tras arrodillarse ante él, le suplicó: “Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y sufre mucho. Muchas veces cae en el fuego y otras muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarlo.” Jesús exclamó: “¡Ay, generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo acá!”

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LA VERDAD DEL AMOR 

“Envíame, Señor, envía a mi corazón el apaciguamiento, la mansedumbre de tu Espíritu; no sea que el amor por la verdad me induzca a perder la verdad del amor” (San Agustín).

Anunciar la verdad con amor y vivir en el verdadero amor es lo que sellaría nuestro testimonio con una profunda credibilidad. En efecto, es también esto lo que nuestra Iglesia necesita para su renovación.

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No olvidéis las obras del Señor

Dt 4,32-40

Moisés habló al pueblo diciendo: “Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un extremo a otro del cielo cosa tan grande como ésta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y haya sobrevivido?

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ALCANZAR LA LIBERTAD ASPIRANDO A LA VERDAD 

“La libertad no se alcanza aspirando a la libertad; sino aspirando a la verdad. La libertad no es una meta, sino un efecto” (León Tolstoi). 

“La verdad os hará libres” (Jn 8,32) –nos dice el Señor mismo. Esto es lo que deben aprender todas las personas que luchan por la libertad. Sólo al vivir en conformidad con la Voluntad del Padre se puede alcanzar la verdadera libertad. Sólo entonces puede hacerse realidad en nuestra vida el plan con el que Él nos creó.

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EL PADRE ES NUESTRO CONFIDENTE

“Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda” (Sal 138,1-4).

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