“Saboread la dulzura de estas aguas sanadoras, y cuando hayáis sentido cómo toda su deleitable fuerza se derrama sobre vuestras almas, saciando todas vuestras necesidades, venid y sumergíos en el Océano de mi misericordia, para que en adelante viváis sólo en mí, olvidándoos a vosotros mismos para vivir en mí por toda la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
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El Rey de los corazones
Lc 17,20-25
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: “La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá: ‘Vedlo aquí o allá’, porque, sabedlo bien, el Reino de Dios ya está entre vosotros.” Dijo a sus discípulos: “Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Habrá quien os diga: ‘Vedlo aquí, vedlo allá.’ Pero no vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero antes tendrá que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.”
EL SEÑOR ES BUENO
“El Señor es (…) bondadoso en todas sus acciones” (Sal 114,13b); el Señor es el Bueno por excelencia.
Al que se dirigió a Jesús llamándolo “Maestro bueno”, Él le contestó: “Nadie es bueno sino uno solo: Dios” (Mc 10,18).
Del Corazón de Dios brota esta bondad, que es su esencia y quiere darse a conocer a todos los hombres.
La gratitud
Lc 17,11-19
De camino a Jerusalén, Jesús pasó por los confines entre los confines entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, les dijo: “Id y presentaos a los sacerdotes.” Y resulta que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió alabando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le dio las gracias. Era un samaritano. Dijo entonces Jesús: “¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero?” Y añadió: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
EL VERDADERO ORO
En nuestro camino de seguimiento de Cristo, una y otra vez tenemos que lidiar con nuestras debilidades. Muchas veces no logramos vencerlas como quisiéramos y, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, terminan imponiéndose. A veces caemos en el pecado, y entonces pueden incluso surgir sentimientos de desesperación porque simplemente no somos capaces de resistir a las tentaciones.
La escuela de la humildad
Lc 17,7-10
En aquel tiempo, dijo el Señor: “¿Quién de vosotros, si tiene un siervo arando o pastoreando, le dice cuando regresa del campo: ‘Pasa en seguida y ponte a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar y cíñete para servirme; y, después que yo haya comido y bebido, entonces comerás y beberás tú’? ¿Acaso tiene que dar las gracias al siervo porque hizo lo que le mandaron? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: ‘No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’.”
“NO SON MUCHOS LOS QUE ME PRESTAN OÍDO”
“Es una alegría para mí hablar contigo. No son muchos los que me prestan oído y con los que puedo dialogar” (Palabra interior).
No pocas veces, nosotros, los hombres, estamos en busca de alguien con quien hablar, alguien que sepa escucharnos y que se interese por nuestras preocupaciones… ¡Cuán felices somos cuando lo encontramos! Esa persona puede fácilmente convertirse en nuestro amigo y confidente. Este anhelo nuestro se hace realidad de forma especial cuando nos dirigimos a nuestro Padre Celestial, de quien podemos estar seguros que nos comprende y siempre tiene tiempo para escucharnos. Entonces el Padre se nos convierte en amigo y confidente.
Pecado y perdón
Lc 17,1-6
Dijo Jesús a sus discípulos: “Es imposible que no haya escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vinieren! Le iría mejor si le pusieran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Andad, pues, con cuidado. Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás.” Dijeron los apóstoles al Señor: “Auméntanos la fe.” El Señor respondió: “Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.”
“PERMANECED EN MI AMOR”
“Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor” (Jn 15,9).
El Señor Jesús nos muestra aquí la jerarquía correcta del amor. Éste procede del Padre y se nos ofrece en su Hijo:“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16).
La sabiduría
Sab 6,12-16
La Sabiduría es luz y no se opaca; se muestra con gusto a los que la aman, se deja encontrar por los que la aman. Sale al encuentro de los que la quieren conocer; el que por ella se levantó temprano, casi no tendrá que esforzarse: la hallará sentada a su puerta. Apasionarse por ella es la mejor de las ambiciones, el que trasnocha a causa de ella estará pronto sin preocupaciones. Ella misma sale en busca de los que son dignos de ella; se muestra con benevolencia en sus caminos, sale a su encuentro en todos sus pensamientos.
