El combate contra la carne

Rom 7,18-25

Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias. Así, pues, soy yo mismo quien, con la razón, sirvo a la ley de Dios, y, con la carne, a la ley del pecado. leer más

LA RENOVACIÓN DE LA MENTE

“Debe darse una transformación total, una renovación completa de la mente humana a través del Espíritu Santo” (Palabra interior).

Una vez que nos sentimos seguros del amor de nuestro Padre y recuperamos nuestra libertad en el “océano de su amor”, aun estando conscientes de nuestras limitaciones, debilidades y derrotas, es precisamente este amor el que quiere transformarnos. En efecto, no debemos seguir siendo niños para siempre, sino que hemos de madurar hasta llegar a la edad adulta y convertirnos en cooperadores en el Reino de Dios.

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Verdadero celo

Rom 6,19-23

Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural. Pues, del mismo modo que ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la maldad, para obrar mal, ofrecedlos ahora a la justicia, para una vida de santidad. Verdad es que, cuando erais esclavos del pecado, erais libres en lo referente a la justicia. ¿Pero qué frutos cosechasteis entonces de todo aquello que ahora ya os avergüenza, y cuyo fin es la muerte? Pero ahora, libres ya del pecado y esclavos de Dios, dais frutos de santidad, cuyo fin es la vida eterna. El salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna, unidos a Cristo Jesús, Señor nuestro.

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PASOS PARA AMAR A DIOS CON TODA LA MENTE

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Si queremos seguir la amorosa invitación de nuestro Padre e intentamos centrar en Él todos nuestros pensamientos, es importante guardar en nuestra memoria las obras y la Palabra de Dios. Cuando meditamos los salmos, por ejemplo, veremos que una y otra vez se alaba y se admira con asombro y gratitud los portentos de Dios. Si interiorizamos ciertos pasajes de los salmos, éstos pueden resonar en nuestro interior como una “oración del corazón”, manteniendo despierta a nuestra alma en el recuerdo del Señor. También debemos convertir en una alabanza a Dios todo lo que nos sucede y vemos a nuestro alrededor.

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El dominio sobre el pecado

Rom 6,12-18

No permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal; de ese modo no acataréis sus deseos. Y no convirtáis vuestros miembros en instrumentos de injusticia al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como si fueseis muertos que han vuelto a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios. Pues el pecado no volverá a dominaros, ya que no estáis a merced de la ley, sino bajo la gracia de Dios. Entonces, ¿qué? Si ya no estamos a merced de la ley, sino bajo la gracia, ¿podremos pecar? ¡De ningún modo! ¿No sabéis que, si os ofrecéis a alguien para obedecerle, os hacéis esclavos de ése a quien obedecéis? Así, la esclavitud al pecado conduce a la muerte, y la obediencia a Dios, a la justicia.

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LA LUCHA CONTRA LOS MALOS PENSAMIENTOS

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).

Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.

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Esperar al Señor

Lc 12,35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, y sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando. Os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa e irá sirviéndolos uno tras otro. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, ¡dichosos ellos, si los encuentra así!”

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LA LUCHA CONTRA LOS MALOS PENSAMIENTOS 

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma’ y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).

Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.

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Combate contra la avaricia

Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de los presentes dijo a Jesús: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.” Él le respondió: “¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?” Y añadió: “Guardaos muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida de un hombre, por muchas que tenga.” Les dijo una parábola: “Los campos de cierto hombre rico dieron una abundante cosecha; y pensaba para sus adentros: ‘¿Qué haré ahora, si no tengo dónde almacenar todo el grano?’ Entonces se dijo: ‘Ya sé lo que voy a hacer.

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