“ENTRÉGAME TODO”

“Entrégame todo lo que quiera agobiarte. ¡Yo soy tu Padre!” (Palabra interior).

¿No es acaso una gran contradicción si, a pesar de conocer a nuestro Salvador y experimentar la bondad de nuestro Padre Celestial, seguimos pareciendo abatidos y deprimidos en la vida? ¿Acaso no sabemos adónde ir con nuestras culpas? ¿Ignoramos cuán dispuesto está Dios a perdonarlas una vez que nos arrepentimos sinceramente?

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Por tu Palabra…

Lc 5,1-11

En aquel tiempo, estando Jesús a la orilla del lago de Genesaret, la gente se agolpaba a su alrededor para oír la Palabra de Dios. En esto vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Subió entonces a una de las barcas, que era de Simón, y le rogó que se alejara un poco de tierra. Se sentó y empezó a enseñar desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.”

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EL AMOR DE LOS NIÑOS POR EL PADRE

“¡Cuán grande sería mi alegría al ver a los padres enseñando a sus hijos a llamarme frecuentemente con el nombre de “Padre”, lo que realmente soy!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí nuestro Padre se dirige a los padres de familia, pidiéndoles lo más valioso que ellos pueden darle a Él y a sus hijos: enseñarles a invocar al Dios santo con el nombre de “Padre” y a encontrar su hogar en la “gran familia de Dios”, en la comunión con el Padre Celestial y con todos los santos y ángeles, a la que todos los hombres están llamados. ¡Qué horizonte se abre aquí para los niños! ¡Qué cobijamiento experimentan! Así, se les da un fundamento para sus vidas, capaz de sostenerlos y mantenerlos firmes cuando lleguen las crisis.

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Signos del Reino de Dios

Lc 4,38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Entonces se inclinó sobre ella y conminó a la fiebre; y la fiebre la dejó. Ella se levantó al punto y se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios.”

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EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Hay comunidades y parroquias en las que se adora con frecuencia el Santísimo Sacramento expuesto. Incluso hay lugares donde se practica la “adoración perpetua”. Ciertamente esto es una realización ya aquí en la Tierra de lo que haremos sin cesar y sin límites en la eternidad: adorar a la Santísima Trinidad. Si se lleva a cabo esta “adoración perpetua” las 24 horas del día y de la noche, ciertamente ésta fomenta la vigilante espera del Retorno del Señor y nos prepara para recibirlo.

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Sobriedad y vigilancia

1Tes 5,1-6.9-11

Hermanos: En lo que se refiere al tiempo y al momento, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando la gente diga “todo es paz y seguridad”, entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta. Y no escaparán.

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EL SAGRARIO

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre no nos dejó huérfanos (cf. Jn 14,18) cuando su Hijo, después de haber resucitado, volvió a su derecha con toda su gloria. Jesús instituyó la Santa Eucaristía, y la Iglesia puede actualizar diariamente su sacrificio, en que Él se nos da a sí mismo como alimento.

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El Retorno del Señor

1Tes 4,13-18

Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios se llevará consigo a quienes murieron en Jesús. Os decimos esto como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos, los que quedemos hasta la Venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron. El mismo Señor bajará del cielo con clamor, acompañado de una voz de arcángel y del sonido de la trompeta de Dios.

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LA CRUZ

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La insuperable prueba del amor de Dios por nosotros es la Cruz de nuestro Salvador. En ella se muestra hasta dónde llega el amor de nuestro Padre, que no escatima ni el sufrimiento ni la muerte con tal de salvarnos. Todos sabemos que el Señor cargó un sufrimiento inconmensurable; a saber, el pecado del mundo entero y de todos los tiempos.

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Los pensamientos de los hombres no son los de Dios

Mt 16,21-27

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: “¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso”.

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