Sólo Dios es la verdadera esperanza

Lc 21,34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo, para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.” leer más

“HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” 

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo” (Lc 1,49).

Todos conocemos estas palabras del Magnificat, que María exclamó encendida de amor. ¡Son palabras que permanecen para la eternidad!

Toda la vida de la Virgen atestigua su predilección por parte del Padre Celestial. En la eternidad lograremos penetrar aún más en el misterio de su elección y su “sí” a la Voluntad de Dios. ¡Esto será motivo de incesante alegría para nosotros!

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Pensar en el fin

Lc 21,29-33

En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: Observad la higuera y todos los árboles: cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis por ellos que ya está cerca el verano. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

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TIEMPOS ESPECIALES, GRACIAS ESPECIALES 

“Echa una vez más la red del amor” (Palabra interior).

Ciertamente, nuestro Padre ha echado ampliamente la red de su amor por medio de su Hijo, para atraer a todos los hombres hacia Sí. Este ofrecimiento sigue vigente todo el tiempo que nuestro Padre, en su bondad, ha determinado, hasta que llegue el Fin de los Tiempos, cuyo momento solamente Él conoce (Mt 24,36).

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¿Cómo creerán sin que se les predique?

Rom 10,9-18

Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Porque dice la Escritura: ‘Todo el que crea en él no será confundido.’ O sea, que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan.

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HABLAR CON CLARIDAD 

“No tengas miedo de llamar a las cosas por su nombre” (Palabra interior).

A nuestro Padre le encanta que seamos sinceros y transparentes, pues así mismo es Él. Cualquier cosa torcida o complicada, cualquier actitud carente de transparencia es y sigue siendo ajena a su ser. El Señor nos pone como ejemplo la sencillez de los niños: “Si no (…) os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3). También nos exhorta a ser claros en nuestras palabras: “Que vuestro modo de hablar sea: ‘Sí, sí’; ‘no, no’. Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5,37).

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Contado, pesado, dividido

Dan 5,1-6.13-14.16-17.23-28

En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Apurando el vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera.

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ASÍ ES NUESTRO PADRE 

“No temas a nada ni a nadie, pues Yo soy tu Padre” (Palabra interior).

Una y otra vez nos encontramos con esta exhortación, tanto en las Escrituras como en el Mensaje del Padre. Es como si nuestro Padre quisiera que estas palabras penetrasen en lo más profundo de nuestra alma, donde aún pueden esconderse diversos miedos, que quieren coartar nuestra vida y arrebatarnos la libertad. Y la razón que nos da para no temer es tan sencilla como profunda: “Yo soy tu Padre.”

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La virtud de la fortaleza (Parte IV)

En la meditación de ayer, habíamos escuchado que, según San Juan de la Cruz, cuando uno toma la decisión de emprender más intensamente el camino de seguimiento de Cristo, el Diablo trata de impedir el paso decisivo, infundiéndonos miedo, distrayéndonos y tentándonos de diversas formas. No pocas veces los obstáculos pueden venir de parte de las personas más cercanas a nosotros, pero que no se han decidido por seguir enteramente al Señor ni entienden este camino. Incluso pueden ser personas piadosas, pero que no tienen una relación lo suficientemente profunda con el Señor como para comprender el misterio entre Dios y el alma llamada por Él. Así, puede suceder que estas personas crean tener que desaconsejar o incluso advertir de emprender este camino más intenso.

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