“Gloria cantan los querubes en los campos de Belén…”
Tú no solamente eres la alegría de Israel y de la humanidad entera; sino también la de los ángeles, nuestros amigos del cielo.
“Gloria cantan los querubes en los campos de Belén…”
Tú no solamente eres la alegría de Israel y de la humanidad entera; sino también la de los ángeles, nuestros amigos del cielo.
A lo largo de la Octava de Navidad, junto con el Padre Celestial posamos nuestra mirada en el Niño de Belén, el enviado del Padre. Por tanto, en lugar de los acostumbrados “3 minutos para Abbá”, les invitamos a escuchar y ver cada día las meditaciones de Navidad del Hno. Elías: http://es.elijamission.net
¡Ahora estás aquí, Niño Divino!
¿Qué te movió a venir donde nosotros, a un mundo tan hostil?
La razón sólo puede estar en Tu inconmensurable amor a nuestro Padre Celestial, y en Tu infinito amor a nosotros, los hombres.
El Nacimiento del Hijo de Dios está a las puertas y nuestro corazón se prepara para unirse muy pronto al canto de júbilo de los ángeles…
En efecto, la alegría de los ángeles que anuncian el nacimiento del Salvador llena todo el orbe de la tierra (cf. Lc 2,8-14). Nadie hubiera podido imaginar que el Padre escogería este camino para venir en medio de los hombres. Nadie hubiera podido siquiera intuir que el amor de Dios se revelaría de este modo: en la venida del Salvador al mundo.
Rom 16,25-27
Gloria al que tiene el poder de confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio oculto por los siglos eternos, pero ahora manifestado a través de las Escrituras proféticas conforme al designio del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio, a Él la gloria por medio de Jesucristo por los siglos de los siglos! Amén.
“A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer” (Jn 1,18).
¿Cómo podremos agradecer lo suficiente a nuestro Padre por habérsenos revelado a través de su amado Hijo? Tendremos toda la eternidad para hacerlo, y nuestra gratitud nunca se extinguirá.
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
Se acerca cada vez más la Fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor. Él es el regalo insuperable que nuestro Padre Celestial concede a este mundo, al que le resulta tan difícil reconocer el amor de Dios que se le revela: “Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron” (Jn 1,5).
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra.
“El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, que diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed, que venga; el que quiera que tome gratis el agua de la vida (…). Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,17.20b).
El Espíritu del Señor siempre nos llama y nos invita a seguirle y a acoger todo aquello que nuestro Padre Celestial nos tiene preparado. Podemos recibir gratuitamente la abundancia de gracias que el Señor nos ofrece.