LA VIDA ETERNA 

“Ésta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna” (Jn 6,40).

Ésta es la maravillosa y santa Voluntad de nuestro Padre: conceder a todos los hombres la vida eterna y conducirlos así a su Reino celestial. Todos sus esfuerzos tienen esta meta: que cada persona –aunque sea en su último suspiro antes de morir– se convierta sinceramente a su Padre Celestial e invoque su Nombre.

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Poder y autoridad

1Sam 9,1-4.17-19; 10,1a (Lectura en el Novus Ordo)

Había un hombre de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Bekorat, hijo de Afiaj. Era un benjaminita y hombre bien situado. Tenía un hijo llamado Saúl, joven aventajado y apuesto. Nadie entre los israelitas le superaba en gallardía; de los hombros arriba aventajaba a todos.

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EL PEQUEÑO REBAÑO 

“No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” (Lc 12,32).

El pequeño rebaño… Son aquellos que permanecen fieles al Padre aun en medio de la tribulación. Aunque surjan persecuciones porque el mundo rechaza el Evangelio, aunque la confusión penetre incluso en la Iglesia, aunque se ciernan sobre la humanidad plagas apocalípticas y los poderes anticristianos pretendan dominar el mundo, nuestro Padre preservará a los suyos.

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Sólo Dios es nuestro Rey

1Sam 8,4-7.10-22a (Lectura en el Novus Ordo)

Se reunieron todos los ancianos de Israel y se fueron donde Samuel a Ramá, y le dijeron: “Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Por tanto, asígnanos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.” Samuel, disgustado porque le habían pedido un rey para que los juzgase, oró a Yahvé. Pero Yahvé dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Piensa que no te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que reine sobre ellos.” Samuel repitió todas estas palabras de Yahvé al pueblo que le pedía un rey. Les dijo: “Éste es el fuero del rey que va a regir sobre vosotros.

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LAS BUENAS OBRAS 

“Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5,16).

Las obras del Señor que realizamos y la luz en que vivimos por gracia de Dios han de dar testimonio de la amorosa presencia de nuestro Padre Celestial en este mundo.

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Creer, escuchar y hacer la Voluntad de Dios

Mc 1,40-45 (Lectura en el Novus Ordo)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso que, rogándole de rodillas, le decía: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y, compadecido, extendió la mano, le tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”. Y al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio. Enseguida le conminó y le despidió. Le dijo: “Mira, no digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés por tu curación, para que les sirva de testimonio”. Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios. Pero acudían a él de todas partes.

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ANÁLISIS DEL OBISPO CAILLOT 

 

En contexto con la meditación de ayer, quisiera hoy citar una parte de las conclusiones publicadas en ese entonces, tras una larga y rigurosa investigación, por el obispo local de la diócesis de Grenoble, donde tuvieron lugar las apariciones de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio:

“El encargo preciso [de Dios Padre] es el siguiente: dar a conocer al Padre y honrarlo, sobre todo a través de la instauración de una Fiesta especial, que se pide a la Iglesia. La investigación ha demostrado que una Fiesta litúrgica en honor al Padre estaría perfectamente en línea con el conjunto del culto católico; y en conformidad con la expresión tradicional de la oración católica, que es una elevación al Padre, a través del Hijo, en el Espíritu, tal como lo muestran las oraciones de la Misa y la oblación litúrgica al Padre en el Santo Sacrificio.

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La oración y la ‘celda interior´

Mc 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y le hablaron de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre desapareció, y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron a todos los que se encontraban mal y a los endemoniados. La población entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Pero no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

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EL GRAN DESEO DEL PADRE 

“¡Oh! Quisiera que comprendieras la magnitud de esta obra; su grandeza, su amplitud, su profundidad, su altura…” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Dios Padre dirige estas palabras al Papa Pío XI y a su sucesor Pío XII, así como ciertamente también a todos los papas posteriores. Pero hasta el día de hoy no ha sido instaurada la Fiesta litúrgica que nuestro Padre pide en su honor, ni se ha fomentado una veneración especial suya.

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La oración suplicante y el voto

1Sam 1,9-20

En aquellos días, después de haber comido y bebido en Siló, Ana se levantó. El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahvé. Estaba ella llena de amargura y oró a Yahvé llorando sin consuelo e hizo este voto: “¡Oh Yahvé Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu sierva y le das un hijo varón, yo lo entregaré a Yahvé por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.” Mientras ella prolongaba su oración ante Yahvé, Elí observaba sus labios. Ana oraba para sus adentros; sus labios se movían, pero no se oía su voz.

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