NO PERDER LA CONFIANZA

 

“Nunca pierdas la confianza en las horas de debilidad. También de ellas me valgo” (Palabra interior).

¿Quién no conoce las horas de debilidad en el seguimiento del Señor? Son esas horas o incluso períodos de nuestra vida en los que nos quedamos cortos frente a lo que nos habíamos propuesto, en los que las cosas no nos salen bien y nos sentimos abandonados a merced de nosotros mismos. Son aquellas horas en las que sucumbimos a nuestra debilidad, cuando en realidad quisiéramos erradicarla.

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Pecado, justicia y juicio

Jn 16,5-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Pero ahora me voy donde aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’ Es que, por haberos dicho esto, estáis embargados de tristeza. Pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio. En lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis; y en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo ya está juzgado.”

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ORACIÓN INTERIOR

“Permanece en oración interior” (Palabra interior).

Si queremos permanecer en íntimo contacto con nuestro Padre Celestial, difícilmente encontraremos un medio más apropiado que la oración interior, el constante diálogo con Dios. Éste consiste tanto en escuchar atentamente –pues reconocemos su voz–, como también en elevar nuestro corazón a nuestro Padre.

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“AHUYENTA AL GRUÑÓN”

“Ahuyenta al gruñón. No actúa por encargo mío. Por tanto, no le prestes atención” (Palabra interior). 

El “gruñón” hace alusión a aquellos espíritus que intentan perturbarnos en nuestro camino de seguimiento de Cristo. Influyen en nuestros sentimientos y pensamientos, queriendo apoderarse de ellos e importunándonos de diversas maneras.

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La eficacia del Espíritu Santo

Jn 15,26-27.16,1-4a

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he dicho todo esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; más aún: llega la hora en la que todo el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí. Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado.”

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AHUYENTA AL GRUÑÓN

“Ahuyenta al gruñón. No actúa por encargo mío. Por tanto, no le prestes atención” (Palabra interior).

El “gruñón” hace alusión a aquellos espíritus que intentan perturbarnos en nuestro camino de seguimiento de Cristo. Influyen en nuestros sentimientos y pensamientos, queriendo apoderarse de ellos e importunándonos de diversas maneras.

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LA VERDAD RECLAMA SU DERECHO 

“La verdad reclama su derecho, pues sin ella no puede entenderse ni mi amor ni mi misericordia” (Palabra interior).

Cuando escuchamos la palabra “amor” y “misericordia”, nuestro corazón se abre de par en par, pues sabemos bien que “Dios es amor” y que vivimos de su misericordia. Sin embargo, los términos no deben desvirtuarse. En ese sentido, a veces es necesario hablar del “verdadero amor” y de la “verdadera misericordia”, para recalcar que también estas bellas palabras pueden malinterpretarse.

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El amor es de Dios

 

1Jn 4,7-10

Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación, para el perdón de nuestros pecados.

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El verdadero guía de la misión

Hch 16,1-10

En aquellos días, Pablo llegó a Derbe y Listra, donde había un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de mujer judía creyente y de padre griego, que contaba con el testimonio de los hermanos de Listra e Iconio. Pablo quiso que marchara con él. Se lo trajo y le circuncidó a causa de los judíos de aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego. Conforme atravesaban las ciudades, les entregaban, para que las observasen, las decisiones dictadas por los apóstoles y los presbíteros de Jerusalén. Las iglesias se robustecían en la fe y aumentaban en número día a día.

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