LA MAYOR SEGURIDAD

«La mayor seguridad que podemos tener en esta vida consiste en la entrega pura e irrevocable de todo nuestro ser a las manos de Dios, así como en la decisión inquebrantable de no cometer nunca, bajo ningún concepto, ningún pecado, ya sea grande o pequeño. Nuestra seguridad no depende de si sentimos o no el amor de Dios. La gran seguridad solo radica en lo anteriormente dicho» (Carta de san Francisco de Sales a santa Juana de Chantal).

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La Madre Dolorosa

Jn 19,25-27

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: “Mujer, aquí tienes a tu hijo.” Después le dice al discípulo: “Aquí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

En el Calvario en Jerusalén, junto al mismísimo sitio donde Nuestro Señor murió por nosotros en la Cruz, hay una conmovedora imagen de la Madre Dolorosa. Una espada atraviesa su corazón y sus ojos tienen una expresión de profundo sufrimiento. Muy temprano en la mañana, los fieles y peregrinos que vienen a orar acuden muchas veces también a ella, para pedir su ayuda y su consuelo, o para agradecerle porque ella supo permanecer junto a su Hijo aun en la Cruz. Es difícil siquiera imaginar la inmensidad de su sufrimiento. Por ello, en la Santa Misa de este día resuenan en la secuencia antes del evangelio estos versos:

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El triunfo del amor

La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que hoy celebramos, se remonta a un acontecimiento que tuvo lugar en el año 335. El 13 de septiembre de aquel año se consagró solemnemente una gran Iglesia en Jerusalén, tras muchos años de construcción. Se la conoce como la “Basílica del Santo Sepulcro” o “Iglesia de la Resurrección”. Fue el Emperador Constantino quien la mandó construir, después de que su madre, Santa Helena, hubo encontrado la Cruz de Cristo el 13 de septiembre del año 320.

Un día después de la consagración de la Iglesia –es decir, el 14 de septiembre del 335– la Santa Cruz fue mostrada por primera vez al pueblo y “exaltada” para su veneración. Macario I, quien era entonces el Patriarca de Jerusalén, llevó aquel día la “vera Cruz” (como se la llamaba) a una colina. Desde allí, “exaltó” la Cruz, para que todos pudieran verla y venerarla. De ahí el nombre de la Fiesta: “Exaltación de la Santa Cruz”.

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“NUESTRO PADRE REPARA LO QUE HEMOS FALLADO”

«Cuando confiesas sinceramente tus errores, tus omisiones y tus deficiencias, me haces feliz, como si me hubieras confiado un tesoro. Tan pronto como tu alma se abre, mi Espíritu toma posesión de ella, sin llamar la atención, pero victorioso. ¿Qué no podría yo reparar si me dejan actuar? Entonces me complazco en adornar tu alma según mi gusto» (Palabras de Jesús a la mística Louisa Jaques).

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Una casa indestructible

Lc 6,43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: “No hay árbol bueno que dé fruto malo; y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno saca lo bueno del buen tesoro del corazón, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué me decís ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que os digo? Voy a explicaros a quién se parece todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. El que oye y no pone en práctica, se parece a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente: la casa se desplomó al instante y su ruina fue estrepitosa.” leer más

De blasfemo a creyente

1Tim 1,1-2.12-14

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios, nuestro salvador, y de Jesucristo, nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

¡Qué potente es la gracia de Dios, que llamó al apóstol Pablo para que siguiera a Cristo! Según sus propias palabras, él había sido «un blasfemo, un perseguidor y un insolente» hasta que la gracia de Dios lo encontró y él no opuso resistencia a su llamado.

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El modo de Dios

Lc 6,27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.” leer más

“LA BONDAD INFINITA DE DIOS”

«Todos han de reconocer mi infinita bondad; una bondad que se dirige a todos, pero especialmente a los pecadores, a los enfermos, a los moribundos y a todos los que sufren» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí radica el origen de la caridad cristiana, que se apiada del sufrimiento humano, y la razón por la que, desde sus inicios hasta hoy, la Iglesia se preocupa especialmente por los necesitados. La compasión de nuestro Padre Celestial ha contagiado a los cristianos y ha despertado en ellos el espíritu de la caridad, de manera que la suave clemencia de Dios se refleja en las obras de misericordia que practican. La caridad cristiana va mucho más allá de una mera compasión humana y trasciende con creces la preocupación por los más cercanos.

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