“SOY YO”  

«Soy yo quien perdona, soy yo quien llama, soy yo quien perfecciona» (Palabra interior).

En nuestro camino de seguimiento de Cristo, nunca debemos olvidar que no fuimos nosotros quienes lo elegimos, sino que Él nos llamó (cf. Jn 15,16). Esto no solo se aplica a las vocaciones sacerdotales y religiosas, sino a cada persona en particular, como resuena en la maravillosa declaración del Señor a través del profeta Isaías: «Te he llamado por tu nombre. Tú eres mío» (Is 43,1).

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 13: “La vida interior”

Las meditaciones de esta semana nos conducen paso a paso hacia el tema de la contemplación.

En nuestra Santa Iglesia contamos con una rica tradición mística en la que se describe el profundo encuentro entre Dios y el alma, y se nos invita a emprender un camino tal. Conocemos órdenes religiosas que se dedican por completo a la oración contemplativa y que, de este modo, presentan ante Dios todas las preocupaciones e intenciones de la Iglesia y del mundo. Se retiran totalmente del mundo y permiten que la llama del amor divino arda en su corazón.

Ciertamente, se trata de una vocación especial que no está destinada a cada persona. Sin embargo, el camino interior, que es el que recorren, por ejemplo, las carmelitas contemplativas, encierra aspectos esenciales para todos aquellos que desean profundizar en su fe. Del mismo modo que en el mundo se aprende de los que son expertos en un campo determinado, a nivel espiritual podemos aprender de aquellos que han cultivado intensamente la vida interior.

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“LA RECOMPENSA DE DIOS SIEMPRE ES MAGNÍFICA”

«Todo el bien que los demás hagan por nuestra sugerencia, acrecentará el esplendor de nuestra gloria en el cielo» (San Juan Bosco).

Es una alegría para nosotros cuando nuestras buenas obras, ya sean palabras u obras, animan a otros a hacer lo mismo. Esto supone una alegría en sí mismo, y tanto la buena obra como su efecto sobre los demás llenan de gozo el corazón de nuestro Padre y dan testimonio de su amor.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 12: “La inhabitación divina en nuestra alma”

En las meditaciones de esta semana, reflexionamos sobre la interiorización de la Palabra de Dios, el Santo Rosario y la oración del corazón. También mencionamos brevemente la recepción de la Sagrada Comunión en la Santa Misa, tema en el que me gustaría detenerme un poco más en la meditación de hoy.

A través de la Santa Comunión se produce una íntima unión con el Señor, y Él penetra más profundamente en nuestra alma. En el Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio, una revelación privada que he citado en varias ocasiones, nuestro Padre Celestial nos ofrece la siguiente reflexión al respecto:

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 11: “La oración del corazón”

En diversas ocasiones, he hablado y escrito detalladamente sobre la «oración del corazón», que se practica sobre todo en la Iglesia oriental. Os recomiendo que volváis a leer o escuchar lo dicho, que podréis encontrar en los enlaces al pie de página[1]. También podéis encontrar otras fuentes para conocer mejor esta valiosa oración y su historia[2].

Dado que esta semana estamos centrándonos en la intensificación de nuestra relación con Jesús y en su inhabitación más profunda en nuestro corazón, vuelvo una vez más a referirme a esta oración, que resulta casi indispensable para las almas que buscan el silencio y el recogimiento. Personalmente, la practico desde hace casi cuarenta años y ahora me resulta imposible imaginar mi vida sin la «oración del corazón». Todo el que haya degustado el «sabor espiritual» de esta oración estará de acuerdo conmigo y entenderá por qué recomiendo a todos los cristianos la «oración de Jesús», insuperable en su sencillez y que, además, se presta para ser rezada en cualquier parte.

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“EL GRAN TESORO DE LA VERDAD”  

«Nunca reniegues de lo que has reconocido como verdad» (Palabra interior).

La frase de hoy es todo un desafío para nosotros, los cristianos.

En realidad, debería ser obvio que nunca se puede renegar de la verdad, pues Dios mismo es la verdad y profesarla responde a nuestra identidad más profunda. Sin embargo, las Sagradas Escrituras nos dejan claro que «la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron» (Jn 1, 5). Y no se limitaron a no recibirla, sino que intentan ocultarla, combatirla e incluso ridiculizarla.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 10: “La Palabra de Dios”

 

La interiorización de nuestra fe es uno de los elementos decisivos para que la gracia de Dios se despliegue abundantemente en nuestra vida.

La fe exige ser interiorizada para que no consista únicamente en gestos y actos exteriores —sin restar importancia y valor a estos últimos—, sino que también esté profundamente arraigada en nuestro corazón. Así se forja una rica vida interior en unión con Dios, una vida interior que siempre está presente y va creciendo.

Dios nos ofrece diversas formas de interiorización.

En primer lugar, se trata de asimilar más profundamente la Palabra de Dios. De María se dice en la Escritura que ella movía la Palabra en su corazón (cf. Lc 2,19). Para ello, debemos leer diariamente la Palabra de Dios. Es nuestro alimento espiritual, que esclarece el entendimiento e ilumina el corazón (Sal 119,105).

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“EXAMEN DE CONCIENCIA NOCTURNO”  

«Cada día tiene su propia misión. En el rezo de Completas, examina si la has cumplido» (Palabra interior).

Ciertamente, estas palabras se dirigen en primer lugar a las personas que viven según el orden espiritual de los monasterios o comunidades religiosas. Sin embargo, también son fructíferas y aplicables a cualquier persona que quiera llevar una vida espiritual seria y recorrer cada jornada de la mano del Señor.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 9: “El Santo Rosario”

En este día en que celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, resulta muy oportuno hablar sobre el Santo Rosario, una clásica meditación cristiana que está íntimamente relacionada con la Virgen María.

De hecho, fue Ella quien portó al Señor en su vientre y en su corazón. Si queremos que Jesús nazca más profundamente en nuestro corazón, Ella, siendo nuestra madre espiritual, nos ayudará gustosamente. Lo que más le complace es que escuchemos a su Hijo y que Él habite en nuestro corazón. Su alegría es ver que Jesús vaya tomando forma en nuestra vida. ¿A qué madre no le gustaría que a su hijo se le rindiera el respeto, el amor y la atención que merece? ¡Cuánto más se aplica esto a la Madre de Dios, cuyo Hijo nos trae la salvación!

Por tanto, si aprendemos a contemplar a María como nuestra Madre espiritual y le pedimos que nos ayude a conocer mejor a su Hijo, Ella nos introducirá en esa relación de amorosa confianza con Jesús en la que Ella misma vive.

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