“NECESIDAD ABSOLUTA DE LA ORACIÓN”  

«Quien ora ciertamente se salva, quien no ora ciertamente se condena» (San Alfonso María de Ligorio).

Los maestros de la vida espiritual no se cansan de insistir en la importancia de la oración. Es el «gran diálogo con Dios», como lo llama santa Teresa de Ávila. En la frase de hoy, san Alfonso nos la recomienda vivamente y llega a asegurar que si no oramos, nos condenamos. Él sabe muy bien que, una vez que se descuida la oración —lo cual ya es una tentación en sí mismo—, llegarán todo tipo de tentaciones y nos resultará cada vez más difícil oponerles resistencia.

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 21: “Falsos profetas y tribulaciones”

Antes de entrar en la última etapa previa a la tierna fiesta de la Natividad de Jesús, debemos abordar otros acontecimientos que tendrán lugar antes de la Segunda Venida de Cristo al Final de los Tiempos. Ayer hablamos sobre la dolorosa apostasía y hoy debemos referirnos también a la aparición de falsos profetas.

«Estando sentado Jesús en el monte de los Olivos, se le acercaron en privado sus discípulos y le dijeron: “Dinos cuándo sucederá eso y cuál será el signo de tu venida y del fin del mundo”. Jesús les respondió: “Mirad que nadie os engañe, pues vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos”». (Mt 24,3-5).

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 20: “La apostasía y el Anticristo”

La predicación del Evangelio, teniendo particularmente presente la conversión (o iluminación) de los judíos, es una contribución fundamental para preparar con amor la Segunda Venida del Señor. Esto exige poner todo de nuestra parte, pues una evangelización fecunda implica vivir coherentemente con el mensaje que anunciamos. ¿A quién le gustaría encontrarse un día ante el Señor y que Él le dijera que, si bien transmitió palabras acertadas, estas carecían de fuerza interior debido a la gran discrepancia entre la palabra y el testimonio de vida?

En las primeras meditaciones de esta semana, hablamos de que nuestras lámparas deberían estar encendidas como las de las vírgenes prudentes (cf. Mt 25,1-13), lo cual se consigue mediante las buenas obras y poniendo nuestros talentos al servicio del Reino de Dios (cf. Mt 25,14-30).

En la meditación del domingo pasado, mencioné las serias señales que anuncian la proximidad del Retorno del Señor. Una de ellas es la decadencia de la fe, la gran apostasía.

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“EL DEPÓSITO DE LA FUENTE”  

«Mi Hijo, es el depósito de esta fuente. Así, los hombres pueden siempre acudir a Él y beber de su Corazón, que está lleno del agua de salvación hasta desbordarse» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí nos encontramos con el misterio del amor de Dios, que hace fluir su inagotable amor hacia nosotros a través de su Hijo. Solo tenemos que acudir a Él, tocar a la puerta de su corazón y su amor se derramará sobre nosotros en abundancia. El agua de salvación en el depósito siempre está fresca y se ofrece a los hombres para que vengan y beban de ella. ¡Qué situación tan triste cuando las personas atraviesan el desierto de esta vida sin encontrar el agua de salvación, sin siquiera buscarla o incluso bebiendo agua contaminada!

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 19: “La conversión de los judíos”

Otro de los signos que precederán al Retorno del Señor es la conversión de los judíos. Concretamente, esto significa que muchos judíos han de aceptar el Evangelio y reconocer a Jesús como el Mesías.

Uno puede preguntarse por qué la conversión del Pueblo de Israel tiene tal relevancia que se menciona como una de las señales precursoras de la Segunda Venida de Cristo. Intentemos entenderlo: no es que Dios haya rechazado a Israel, aun si solo fue un «santo remanente» de israelitas el que creyó en el Mesías y asumió la gran tarea de anunciarlo a todos los pueblos, cumpliendo así la voluntad de Dios. Pero nunca debemos olvidar que fue gracias al anuncio de los apóstoles, procedentes del pueblo judío, que la fe en el Mesías de Israel llegó hasta nosotros. Por tanto, no todo el Pueblo endureció su corazón y rechazó al Mesías, sino que hubo quienes dieron su vida por seguir al Señor. Pensemos en un San Pablo, que anunció incansablemente el Evangelio.

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“EL VERDADERO CONSUELO”  

«No busquéis consuelo en las personas. ¿Qué consuelo podrían daros? Id al sagrario y derramad allí vuestro corazón. Ahí encontraréis consuelo» (Santo Padre Pío).

¿Dónde buscamos consuelo? Con frecuencia, en las personas; a veces, también en los bienes materiales o en criaturas irracionales. Sin embargo, una y otra vez experimentamos que no recibimos un verdadero consuelo, pues este solo puede provenir del Espíritu Santo. Si acudimos al Señor, ¿nos negará Él su consuelo?

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 18: “La predicación del Evangelio”

En las dos últimas meditaciones, hemos hablado sobre la vigilancia y sobre cómo debemos guardar aceite de reserva para nuestras lámparas, tal y como hicieron las vírgenes prudentes de la parábola evangélica (cf. Mt 25,1-13). Ambos aspectos son apropiados para acrecentar el amor, que es imprescindible para no desfallecer a lo largo del camino y de nuestra espera del Señor.

Hay muchas maneras de expresar el amor a Jesús y al prójimo. Como escuchamos ayer, el amor es creativo. El amor también se interesa por conocer los deseos más profundos de la persona amada. Si le preguntamos a Jesús cuál es el mayor deseo de su corazón, la respuesta será clara: ¡que el Padre sea glorificado!

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EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 17: “Aceite para las lámparas”

En la última meditación hablamos sobre la vigilancia como actitud básica de los fieles que esperan el Retorno del Señor; una vigilancia que nos despierta de la somnolencia generalizada y nos mantiene atentos a su pronta Venida, así como a los signos que la precederán.

¿Cómo se produce esa somnolencia y qué podemos hacer para superarla? ¿Cómo podemos vivir totalmente centrados en el Señor que retorna? ¿Cómo mantener la actitud de vigilancia aun cuando el Señor parezca tardar en venir?

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“UN REFUGIO SEGURO”  

«Siempre encontrarás refugio en mí y en el corazón de tu Madre. ¡Nadie puede arrebatártelo!» (Palabra interior).

Necesitamos urgentemente este refugio en medio de la confusión que nos rodea, un baluarte de amor y seguridad. Siempre lo necesitaremos, incluso si llevamos muchos años en el camino del Señor y hemos avanzado con paso firme. ¡El refugio está ahí para nosotros! En su sabiduría, nuestro Padre celestial nos lo ha concedido para que encontremos nuestro hogar en el recinto interior de nuestra alma. Por más que la tormenta se desate a nuestro alrededor y el demonio intente asustarnos, el acceso a lo más profundo de nuestro corazón permanece abierto y nadie puede arrebatárnoslo. Este recinto, al que también se le llama «celda interior», no solo nos ofrece refugio, sino también la oportunidad de profundizar cada día en el amor entre el Padre y nosotros. Es, por así decirlo, el recinto sagrado de nuestra alma, en el que no puede colarse el Maligno, porque Dios habita en él.

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