Al principio del sexto capítulo de la Carta a los Romanos, san Pablo explica que, a través del bautismo, somos partícipes de la muerte y resurrección de Cristo y que, a partir de él, hemos de caminar una vida nueva. Esta nueva vida exige un esfuerzo por nuestra parte para desprendernos de la vieja vida, pecaminosa y vana. Así escribe el Apóstol:
“También vosotros debéis consideraros muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. Por lo tanto, que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus concupiscencias, ni ofrezcáis vuestros miembros al pecado como armas de injusticia; al contrario, ofreceos vosotros mismos a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y convertid vuestros miembros en armas de justicia para Dios; porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, ya que no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia” (Rom 6,11-14).
leer más