Después de lavarles los pies se puso la túnica, se recostó a la mesa de nuevo y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que, como yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros. En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Si comprendéis esto y lo hacéis, seréis bienaventurados. No lo digo por todos vosotros: yo sé a quienes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: ‘El que come mi pan levantó contra mí su talón’. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado”. Cuando dijo esto Jesús se conmovió en su espíritu, y declaró: “En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar”.
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LO PRINCIPAL ES EL CAMINO RECTO
“Más vale cojear por el camino recto que desviarse de él con paso firme” (San Agustín).
No siempre nos sentimos llevados por «alas de águila» en el camino de seguimiento del Señor. Hay etapas en las que avanzamos con dificultad y que requieren mucha paciencia, sobre todo cuando se trata de cargar con una cruz. Nuestro Padre lo permite para que nunca olvidemos que toda gracia procede de Él. Si siempre avanzáramos a pasos agigantados y con gran agilidad, podríamos caer en la tentación de poner nuestros propios méritos en primer lugar y olvidar que es el Señor quien nos sostiene.
UN AMOR INDESTRUCTIBLE
“Estad seguros de mi amor. Es indestructible” (Palabra interior).
La certeza del amor de Dios es el fundamento sobre el que podemos cimentar toda nuestra vida, tanto en el tiempo como en la eternidad. En cada situación que afrontamos, su amor está presente, fortaleciéndonos, consolándonos y levantándonos.
Evangelio de San Juan (Jn 13,1-11): “El servicio de Jesús”
La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, como Jesús sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había puesto a la cintura. Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: “Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies?” “Lo que yo hago no lo entiendes ahora -respondió Jesús-. Lo comprenderás después”. Le dijo Pedro: “No me lavarás los pies jamás”. “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo” -le respondió Jesús. Simón Pedro le replicó: “Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”.
“MANTÉN TU CORAZÓN EN MÍ”
“Mantén tu corazón anclado en mí” (Palabra interior). leer más
Evangelio de San Juan (Jn 12,44-50): “La palabra de Jesús juzga”
Jesús clamó y dijo: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que tengo que decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo”.
UN AMOR QUE PERDONA
“Padre, perdónales, pues no saben lo que hacen” (Lc 23,34). leer más
Evangelio de San Juan (Jn 12,34-43): “Creed en la luz”
La multitud le replicó: “Nosotros hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo dices tú: ‘Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre’? ¿Quién es este ‘Hijo del Hombre’?” Jesús les dijo: “Todavía estará un poco de tiempo la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan; porque el que camina en tinieblas no sabe adónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz”. Jesús les dijo estas cosas, y se marchó y se ocultó de ellos. Aunque había hecho Jesús tantos signos delante de ellos, no creían en él, de modo que se cumplieran las palabras que dijo el profeta Isaías: ‘Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?, y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado?’ Por eso no podían creer, porque también dijo Isaías: ‘Les ha cegado los ojos y les ha endurecido el corazón de modo que no vean con los ojos ni entiendan con el corazón ni se conviertan, y yo los sane’. Isaías dijo esto cuando vio su gloria y habló sobre él. Sin embargo, creyeron en él incluso muchos de los judíos principales, pero no le confesaban a causa de los fariseos, para no ser expulsados de la sinagoga, porque amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
NUNCA ABANDONAR LA VERDAD
“Es preferible que surja el escándalo a que se abandone la verdad” (San Bernardo de Claraval). leer más
Evangelio de San Juan (Jn 12,25-33): “Ha llegado la hora”
“El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. Si alguien me sirve, que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor. Si alguien me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada; y ¿qué voy a decir?: ‘¿Padre, líbrame de esta hora?’ ¡Pero si para esto he venido a esta hora! ¡Padre, glorifica tu nombre!” Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré”. La multitud que estaba presente y la oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Decía esto señalando de qué muerte iba a morir.