Extraordinaria valentía

2Mac 7,1.20-31

En aquellos días, siete hermanos fueron apresados junto con su madre. El rey, para forzarlos a probar carne de puerco (prohibida por la Ley), los flageló con azotes y nervios de buey. Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue también aquella madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor. Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora, por amor a sus leyes, no miráis por vosotros mismos.” Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran palabras injuriosas.

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Fidelidad hasta la muerte

2Mac 6,18-31

En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida. Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la Ley, como ya conocían de antiguo a este hombre, lo ponían aparte y le invitaban a traer carne preparada por él mismo, que le fuera lícita, y a simular como si comiese la mandada por el rey, tomada del sacrificio. Lo hacían para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.

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San Gregorio Taumaturgo: Milagros al servicio de la evangelización

En el calendario tradicional, se celebra hoy la memoria de San Gregorio Taumaturgo. Se trata de un santo a quien el Señor acreditó con extraordinarios milagros. En la meditación de hoy, describiré algunos de ellos. Sabemos que el ministerio de Nuestro Señor y de los apóstoles también estuvo acompañado de grandes milagros, que manifiestan la amorosa omnipotencia de Dios.

Aunque los milagros no deben ocupar la posición central en nuestra fe, ni debemos caer en una especie de sensacionalismo buscando fenómenos extraordinarios, de ningún modo podemos pasarlos por alto ni mucho menos negarlos. Los milagros siguen ocurriendo hoy en día, como es el caso de Lourdes (Francia), donde incluso se los somete a una investigación científica.

Podemos maravillarnos de los muchos milagros que San Gregorio obró en nombre de Dios, que acreditaron su mensaje y llevaron a muchas personas a la fe. En efecto, este último es el gran milagro que puede suceder en la vida de una persona: despertar a la verdadera fe y comenzar a vivir como hijo de Dios.

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San Otmar, abad: Calumniado y desterrado

Hoy se conmemora a un santo muy vinculado a la región del Lago de Constanza, donde se encuentra la casa madre de la Comunidad Agnus Dei.

Otmar nació alrededor del año 690, probablemente en el seno de una familia noble del pueblo alamán. Gracias a su hermano, fue recibido de niño en la corte del conde Víctor en Chur (Suiza), donde gozó de una buena educación y destacó no solo por su talento y diligencia, sino también, y sobre todo, por su devoción y piedad.

Fue ordenado sacerdote y, durante un tiempo, prestó sus servicios en la iglesia de San Florín. Sin embargo, poco después, el tribuno Waltram lo puso al frente de la ermita de San Galo, el mismo lugar donde hoy se encuentra el monasterio de San Galo. La celda eremítica de este misionero irlandés, que había traído la fe a esa región, estaba a punto de caer en ruinas apenas un siglo después de su construcción. La pequeña comunidad cristiana que aún se congregaba en torno a la tumba de San Galo estaba a punto de extinguirse. Otmar logró fundar una comunidad monástica allí y sustituyó la celda de madera del santo por una iglesia de piedra.

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Orar sin desfallecer

Lc 18,1-8

Jesús les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer: “Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquel mismo pueblo una viuda que acudió a él y le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’ Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de importunarme de una vez’.” Y añadió el Señor: “Ya oís lo que dijo el juez injusto. ¿No hará entonces Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la Tierra?” leer más