«Es cierto que sufro mucho, pero ¿sufro bien? Esa es la cuestión» (Santa Teresita del Niño Jesús).
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Sanación interior en Dios (Parte I)
A partir de hoy, me gustaría abordar en las meditaciones diarias un tema que me parece particularmente importante en estos tiempos, ya que muchas personas buscan sanación y a menudo recurren a métodos cuestionables y dudosos. Se trata de la sanación interior.
En este contexto, cabe señalar que, como cristianos, no podemos emplear cualquier método curativo que se nos ofrezca sin antes haberlo sometido a un discernimiento, sobre todo si está relacionado con otra religión o emplea métodos psicotécnicos del ámbito esotérico.
María: Esposa del Espíritu Santo
Amada Virgen: ¡Cuántas manifestaciones del amor resplandecen en ti!
En relación con el Padre, te vemos como una amorosa hija; para el Hijo eres madre y discípula; al Espíritu Santo te une un amor esponsal.
Si ya aquí, en nuestra realidad terrenal, nos conmueve el tierno amor de una esposa humana, y podemos observar cómo ella florece y le dirige todo su corazón y su atención a su esposo, ¡cuánto más sucede así contigo, siendo así que tu Esposo es el Espíritu Santo mismo!
“LA FUERZA DE LA SENCILLEZ”
«Cuanto más sencilla sea una cosa, más fuerza y potencia posee» (Maestro Eckhart).
“DAR CABIDA A DIOS”
«Dios tiene en la tierra tanta cabida cuanto el hombre le conceda» (Maestro Eckhart).
María: Madre del Hijo
¡Cuán excelsa es la elección que te fue concedida, amada Madre de nuestro Señor Jesucristo!
Con asombro constatamos que no sólo te fue confiado el mismo Hijo de Dios; sino también todos aquellos que le pertenecen y entonan el cántico de los redimidos (cf. Ap 14,3). Y más aún: tú eres Madre de todos los hombres, y te conviertes en luz y consuelo para los que retornan a casa.
Muchas personas acuden llenas de confianza a ti y apelan a tu Corazón de Madre, porque entienden que tu Hijo divino escucha tus súplicas.
María: Hija del Padre
¿Podría uno imaginar una hija del Padre Celestial más encantadora que tú, amada Virgen María?
Una hija que embelesa tanto a su Padre que Él le confía lo más precioso: su amado Hijo.
No, no puede haber alguien que se te iguale.
Tú eres aquella a la que el Señor ha elegido. Sólo Dios, el Santo, conoce toda tu belleza, con la que Él mismo te adornó; y sabe con cuánta alegría y ternura colmaste Su Corazón, viéndote en el esplendor de Su gracia.
“EL AMOR DE DIOS ENGENDRA NUESTRO AMOR”
«El amor de Dios engendra el amor del alma. Dios es el primero en dirigir su atención hacia el alma, y así ella se fija en Él. Él se ocupa de ella, y así ella comienza a ocuparse de Él» (San Bernardo).
El Señor lidera la guerra
Dt 31,1-8
Moisés dijo estas palabras a los israelitas: “Tengo hoy ciento veinte años. Ya no puedo seguir como jefe. Además Yahvé me ha dicho: Tú no pasarás este Jordán. Yahvé tu Dios será el que pase delante de ti; él destruirá ante ti esas naciones y las desalojará. Será Josué quien pase delante de ti, como ha dicho Yahvé. Yahvé las tratará como ha tratado a Sijón y a Og, reyes amorreos, y a su país, a los cuales ha destruido. Yahvé os los entregará, y vosotros los trataréis exactamente conforme a la orden que yo os he dado. ¡Sed fuertes y valerosos!, no temáis ni os asustéis ante ellos, porque es Yahvé tu Dios el que marcha contigo: no te dejará ni te abandonará.”
“EL ENFOQUE DEL CORAZÓN”
«Debes reunir todas las fuerzas de tu corazón y concentrarte en una sola cosa, para que tu corazón no se habitúe a la inconstancia de una actitud inquieta» (Santa Hildegarda de Bingen). leer más