Lc 5,12-16
Estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al verlo, se echó rostro en tierra y le rogó diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme.” Él extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda limpio.” Y al instante le desapareció la lepra. Pero le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: “Vete, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación, como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.” Su fama se extendió cada vez más, y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.
Queremos fijarnos en tres elementos del evangelio de este día.
En primer lugar, está el “quiero” del Señor: ¡Él quiere sanar! Su intención es ayudar a las personas y, de ningún modo, hacer más pesado su yugo.
En este contexto, conviene evitar dos errores en cuanto a la imagen de Dios: El primero, cuando se acentúa demasiado el aspecto de la justicia y de la cruz, abruma al hombre, porque tiende a perder de vista aquella palabra del Señor que dice: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os proporcionaré descanso” (Mt 11,28).
El otro peligro, opuesto al primero, aparece cuando se pone muy poco énfasis en la seriedad del seguimiento y en la responsabilidad que implica, de modo que se desliga la misericordia de la justicia. Con esta posición, se debilitaría el reto de la fe, y ésta tomaría un toque un tanto dulzón.
Permanezcamos firmes en una fe fuerte, que tiene siempre presente la bondad de Dios, que nos sostiene aun cuando las circunstancias son difíciles y no podemos percibir claramente Su presencia, como sí sucede en el caso de una curación milagrosa o cuando nuestras súplicas son respondidas…
Un segundo elemento que queremos tomar es el carácter público que ha de tener una curación extraordinaria, puesto que no se trata únicamente del beneficio para la persona curada o liberada; sino que el milagro también ha de testificar el actuar de Dios.
Aunque en este pasaje el Señor no quiere que el curado cuente lo acontecido, sí lo envía donde el sacerdote para presentar la ofrenda. ¡Las personas han de hallar la fe en el Dios vivo y bondadoso, porque sólo en ella obtendrán la salvación eterna! La curación física, además del bien que en sí misma representa, ha de servir también como testimonio de fe.
Un tercer elemento es la actitud del Señor en vista de la gran muchedumbre que viene a buscar Su ayuda: ¡Él se retira a los lugares solitarios para orar!
Éste es un mensaje importante para aquellos que tienen un servicio apostólico. Por más grande que sea la necesidad, y por más que las personas busquen urgentemente nuestra presencia, tiene que haber tiempos de retiro; tiempos en los que se cultive íntimamente la relación con Dios, se la renueve y profundice…
Todos nosotros hemos sido enviados por Dios y hemos de dar testimonio de Él. Si descuidamos la contemplación de Dios, corremos el riesgo de que ya no sea Él quien nos sostenga en esa misma intensidad, y que ya no seamos tan transparentes frente a Él. Y es que no se trata solamente de lo que hagamos, sino que es precisamente el “ser ante Dios”, que le permite llenarnos de Él, lo que puede tocar a las personas en lo profundo. Al volver a la intimidad con el Dador de los dones y al Origen y Causa de todo bien, nuestro corazón se llena de gratitud, de manera que nos vemos preservados de colocarnos a nosotros mismos en el centro de atención.