“ASÍ HACE EL QUE TEME AL SEÑOR”

“Así hace el que teme al Señor, el que abraza la Ley logra sabiduría” (Sir 15,1).

“Primicia de la sabiduría es el temor del Señor” –nos dice el salmo (Sal 110,10). Este precioso don del Señor quiere llevarnos a no hacer nada que pudiese ofender de una u otra manera al Señor o al prójimo, que fue creado a su imagen y semejanza (Gen 1,27). Así, nos enseña una gran vigilancia y precaución, sabiendo bien con qué facilidad se puede ofender al amor y cuán graves consecuencias puede esto acarrear.

Aunque nuestra mirada debe estar siempre enfocada en primer lugar en nuestro Padre Celestial, quien nos concede el maravilloso don del temor de Dios, este último repercute también de forma directa en nuestra relación con el prójimo.

Nuestro amado Padre es profundamente justo y quiere que cada cual reciba lo que le corresponde. Su justicia, que día a día experimentamos y que sólo en la eternidad comprenderemos a plenitud, actúa exactamente así. Si imitamos esta su justicia, adquirimos gran sabiduría, porque nuestra forma de actuar se irá asemejando a la de Dios.

En otras palabras, su espíritu de justicia nos modela y se nos convierte en algo cada vez más natural. El Espíritu del Señor no tolera ni la más mínima injusticia. Este Espíritu nos instruirá tan sutilmente que cuando surjan de nuestro corazón pensamientos injustos, los detectemos y contrarrestemos inmediatamente.

Quien obedezca al don de temor del Señor hará el bien, porque no podrá sino seguir al Espíritu. La luz de Dios resplandece sobre él, y cuanto más se desplieguen los dones del Espíritu Santo en él, tanto más florecerá en su vida la sabiduría, que glorifica al Señor y sirve a los hombres.