“AMOR Y CONOCIMIENTO”  

«El saber sin amor infla; el amor sin saber cae en el error» (San Bernardo).

Fue San Bernardo quien nos legó esta máxima. Él mismo afirmó que «arder es mejor que saber». ¡Y así es!

Un conocimiento que no involucra al corazón y que, por tanto, no ha sido «besado» por el amor, fácilmente se enfría, se infla e incluso puede generar una falsa seguridad en uno mismo. Tiende a olvidar de dónde procede ese conocimiento y, por tanto, también pasa por alto alabar y agradecer a Aquel de quien proviene toda ciencia y que nos otorga la capacidad de asimilarla.

Esa hinchazón puede ir fácilmente acompañada de una autoestima excesiva, lo que conlleva el peligro de sentirse superior a los demás y juzgarlos según nuestros propios criterios, sin regirnos por el amor. Por tanto, el saber necesita del amor para entender la ciencia como un don que debe glorificar a Dios y servir a los hombres.

Sin embargo, al mismo tiempo, el amor necesita del saber, que le proporciona orientación y un mejor espíritu de discernimiento. San Bernardo lo describe con más detalle en la siguiente frase:

«Cuanto más ardiente sea el celo, cuanto más impetuoso el espíritu, cuanto más desbordante sea el amor, más necesario se vuelve un entendimiento vigilante que refrene el celo, equilibre el espíritu y conduzca el amor por sendas ordenadas».

Vemos, pues, cuán sabiamente lo dispuso todo nuestro Padre. El amor debe arder en nosotros e incluso arrebatarnos. Debe convertirse en el motor de todo nuestro actuar. Pero necesita del resguardo de un entendimiento iluminado, que lo preserve de juicios erróneos y pasos en falso.

Por eso, conviene que pidamos sabiduría a nuestro Padre. En la sabiduría están incluidos los dos elementos descritos y nos llevará a amar y servir a Dios y a los hombres con un entendimiento iluminado.